lunes, 29 de septiembre de 2014

Capítulo 4. GUARDA.


CAPITULO 4-GUARDA.
Es lunes otra vez, para desgracia de cualquiera en general y de Moni en particular. El cielo está bastante despejado, casi raso, con la sola excepción de algún nubarrón aislado. La hora del recreo hace que el odiado día sea algo más llevadero.
El bachillerato de las chicas empieza a intensificarse.
-¿Salimos hoy del colegio?-pregunta Luna.
-No, casi todos los lunes me pasa algo malo. Prefiero no tentar a la suerte y quedarme aquí.
A petición de la francesa, se sientan en un banco cercano a la cafetería. Allí, Moni termina de sorber su café mientras Luna la observa pensativa.
-Moni.
-Dime.
-¿No te parece raro que la suplente de historia trabaje gratis en el colegio? Es decir, ¿quién hace eso en España, con la que está cayendo?
-Alguien idiota-responde Moni-, sin duda.
-Y, sin embargo, parece una mujer inteligente y astuta, como si para cada cosa en su vida tuviese ya un complejo plan en su mente.
-Luna, ¿cómo puedes creer conocerla tan bien? ¡Acabamos de tener nuestra primera clase con ella!
-No digo que la conozca, simplemente me parece sospechosa, es una corazonada. Además, no me digas que no es extraño que nadie, ni siquiera la directora, sepa de dónde viene ni dónde terminó sus estudios. ¡Y lo más raro es que ni siquiera les importa! Como si esa mujer les hubiese persuadido…
-Por favor, Luna. Deja de ver fantasmas donde no los hay. Solo es una suplente, ¿a quién le importa de dónde venga si se va a ir en cuanto vuelva la profe titular?
Así y todo, Luna no se puede quitar el asunto de la profesora nueva de la cabeza. Y en el fondo eso es bueno, ya que ello las aleja del tema de la secta y los misterios que entraña.
Por extraño que parezca, Moni no ha querido volver a hablar del tema de la secta, posiblemente, porque ha tenido que aceptar esa nueva realidad que cambiará su vida progresivamente.
Pero Luna no quiere presionar a su amiga a aceptarlo. Ella tuvo la suerte de tener a Eric en su momento, y ahora Moni la tiene a ella para lo que sea.
-Además-continúa Monique, lo que hace que Luna vuelva a la realidad-, se ve que no es desconocida para todos.
-¿Qué quieres decir?
-Mantiene una estrecha relación con el guarda de la cocina, el tal Ismael. El que deja un pequeño rastro de su perfección cuando pasas por su lado.
-¿Cómo? ¿Están liados?
El guarda de cocina del instituto, el terriblemente guapo Ismael López, lleva trabajando allí desde el curso pasado. Este es su segundo año, y aun así, la mayoría de chicas no se acostumbran todavía a su presencia. Todas se quedan embobadas cuando él descarga cajas en la cafetería, cuando coloca la vajilla recién limpia, o, sobre todo, cuando pasa muy cerca de alguna chica y esa chica puede aspirar su aroma, su fragancia a limón y a perfección, queda al instante paralizada, fulminada por un rayo de fascinación procedente de su cuerpo musculado y esbelto, de su cara angelical de ojos marinos y de su pelo negro y frondoso como la noche cerrada.
-Bueno, eso es lo que dicen todos-comenta Mónica-. Pero la verdad es que es lo que aparentan. Aunque él sea más joven que ella, siempre están juntos, siempre hablando muy bajito para que nadie les pueda oír. Ella siempre se ríe mucho con él, pero él prefiere mantenerse serio, por profesionalidad más que nada. Ah, y se le ha visto a él agarrarla de la cintura o de la muñeca y llevársela a otra parte más apartada. La última vez fue en el almacén de la cafetería. ¡Qué barbaridad! La gente no sabe disimular nada.
Luna traga saliva. Las facciones de su cara se vuelven raras por un instante, que pasa y vuelve a ser el que era.
Todo ha pasado muy rápido, pero a Moni le ha dado tiempo a percatarse de ello.
-Espera... ¿Te gusta el guarda? ¿Estás celosa?
-¿Qué? ¡No!
-¡A ti te gusta el guarda!- dice Moni, aún más alto.
-¡Que no,  joder! ¡Cállate ya!
El rostro de Luna se torna rojo, de ira y de vergüenza. Parece que en cualquier momento le va a salir humo de las orejas.
Y Mónica es cauta, y sabe que cuando su amiga se pone así, es mejor olvidarse del tema.
-Está bien, está bien. Oye…- Moni lleva horas dándole vueltas a una cosa- ¿Qué es lo que la tal Hazel me llamó… “Desde ahora, Monique Lenoir es una…”? ¿Una qué?
A Luna la pregunta le pilla desprevenida. Es la primera vez que le habla sobre la secta.
-Te llamó iniciada.
-Explícate.
-Eh, veras, el haberte llamado iniciada es simplemente definir tu rango en la secta. El rango de iniciada es el más bajo; después van los veteranos o veteranas, como yo, que es un rango superior. Después los levines o levinas, como Mikel, y por último están los más poderosos, los Lores, y las Régidas o Dóminas- Luna ha soltado todo de una parrafada y sin apenas parar para coger aire. Es sorprenderme para ella el que Moni haya hecho esa pregunta.
¿Estará aceptando que pertenece a la secta?
         *          *          *
Tras la fatídica jornada del lunes, llega el tan esperado momento: suena el timbre de las clases, y tanto profesores como alumnos salen, en cuanto pueden, disparados a la salida.
Por su parte, Moni no puede evitar levantar sus esbeltos brazos hacia el cielo y exclamar algo en francés con alegría.
Cuando por fin están fuera del edificio, pueden hablar con tranquilidad.
-¿Me acompañas hoy a casa?- pregunta Luna.
-No, me voy en moto-responde.
-Vale-acepta Luna. De hecho, lo prefiere así, ya que en ese momento tiene mil cosas en la cabeza. No para de darle vueltas a lo mismo; y es que, desde que Moni ingresó en la secta, habían pasado cosas muy extrañas. Más que de costumbre.
Ayer domingo habían regresado del bosque cerca de las cinco, que fue casi la hora a la que habían ido a la playa el día anterior.
Habían pasado toda la tarde y la noche fuera y no llamaron a su casa ni una vez, dado que en el bosque no había cobertura y ni siquiera tenían batería.
Frente a la puerta de su casa, y después de que Moni le hubiera deseado suerte, buscó sus llaves en el bolsillo, cuando cayó en la cuenta de que había vuelto a olvidárselas en casa. Como siempre. Eso significaba que no tenía escapatoria. Con un dedo tembloroso llamó al timbre un par de veces hasta que le abrieron la puerta. Había esperado que fuera un policía o su madre llorosa, pero la recibió su indiferente hermana Yaiza. Tenía el pelo recogido en una coleta baja deshecha, y había salido a recibirla en sujetador y mallas, sin cortarse un pelo. Luna tuvo la impresión de que aunque la calle hubiese estado llena de gente, su hermana hubiese salido tal cual estaba. Así, sin ningún complejo.
Su hermana mascaba un chicle y escuchaba música con sus cascos de DJ, y su mirada seguía siendo tan indiferente y pasota como de costumbre. Luna no lo entendió. Aunque su hermana y ella nunca se han llevado bien, siempre pensó que en el fondo se tenían algo de aprecio. Yaiza se desprendió de un casco y le habló con su vago tono habitual.
-Ah, eres tú. No le comentes nada a mamá del piercing. No se ha dado cuenta todavía y no quiero que lo haga.
-¿Te has hecho un piercing a sus espaldas?
Luna dirigió la vista hacia el ombligo de su hermana. Lo cierto es que, aunque llevaba todo el vientre descubierto, acababa de darse cuenta.
-No… es que ayer se me quedó atascada ahí mismo una bolita de pinball-dijo sin dejar de mascar el chicle, poniendo los ojos en blanco. Luna pasó de ella y subió rápidamente a su casa.
Al entrar se preguntó si debería haberlo hecho. Sin embargo, no había nadie en el recibidor. Ni su padre furioso, ni su madre histérica. Nadie.
Luna avanzó con cautela hacia la cocina, de donde procedían algunos ruidos de bolsas de plástico y cubertería. Se quedó en el marco de la puerta, mirando a su madre, cuando al fin se volvió.
-Ah, Luna. ¿Ya has vuelto?- entonces su madre había mirado el reloj de la cocina y había dicho- Un poco pronto, ¿no? Aún son las cinco y cuarto. ¿Es que tu amiga no ha aparecido?
-¿Eh?- se sorprendió Luna. Se preguntó si su madre estaría siendo sarcástica para luego atacar con más fuerza.
-Bueno, puedes quedarte en casa, si quieres. Cámbiate de zapatos. El baño está libre, por si quieres ducharte ya.
Su madre volvió la vista a los platos del lavavajillas. No estaba siendo sarcástica en absoluto. Era como si Luna nunca hubiese desaparecido un día entero. Ni gritos, ni guantazos en la cara, ni histeria.
Nada.
-Una cosa más. ¿Dónde está papá?
-¿Dónde va a estar? ¡En el trabajo, ganándose las habichuelas!- respondió su madre tranquilamente.
Entonces, a Luna no le cupo la menor duda.
Nadie, excepto ella, Mónica y la secta, sabía lo que había pasado aquella noche y aquel cénit.
         *          *          *
Moni recorre las calles vacías de gente a toda velocidad con la moto. Ella prefiere circular en campo abierto, donde no hay límite de velocidad, pero ahora no puede. Tiene que darse prisa si quiere comer con su madre.
Así y todo, no puede dejar de pensar en el brusco giro que ha dado su vida. Ayer mismo pasó una cosa extrañísima…
Moni había dejado ya a Luna enfrente de su casa y le había deseado suerte, disponiéndose a volver a la suya. Cuando llegó al gran chalé de las afueras del pueblo lo primero en lo que se fijó fue en que el coche de su madre no estaba. Entonces se asustó, ya que pensó que estaría en la comisaría, dando el parte de su desaparición. Nada más aparcar la moto enfrente del garaje sacó su móvil, dispuesta a llamar a su pobre madre, pero estaba sin batería.
“Mierda”, pensó.“Bueno, tendré que llamarla desde el fijo”.
Así que abrió la puerta de su casa con la llave, que por suerte seguía estando en su bolsillo.
-Estoy en casa- dijo con voz fuerte, aunque no había nadie.
Es una costumbre que Moni tiene desde muy pequeña, prácticamente desde que aprendió a hablar. No obstante, en la vacía casa, alguien salió a recibirla, corriendo y dando saltitos.
-¡Hola, Bijou!- dijo la francesa felizmente, agachándose para dejarse saludar por el animalillo. Con alegría y consuelo, dejó que su pequeña shi-tzu la mimase.
Por fin, después de largo rato de cariño, cogió a la perra y se dirigió con ella en brazos hasta la cocina, tratando de averiguar cómo y dónde estaba su madre.
-Me has echado de menos, ¿eh, ma chérie?
Cuando llegó a la cocina se sorprendió al ver que todo seguía igual que siempre. Ni un plato roto ni comida fría sobre la mesa. En la nevera había una nota sujeta por el imán de DisneyLand París favorito de la chica. Ella dejó a la perrita sobre una silla y cogió la nota. Era un folio arrancado del cuadernillo de su madre, como hacía siempre que por un motivo u otro no iba a comer con ella. Esto sucedía pocas veces, porque ambas están muy unidas, pero Moni reconoció la caligrafía de la mujer que la trajo al mundo, firme y tranquila; decía:
Mi Moni:
Hoy no podemos comer juntas como siempre. Supongo que te lo habrás imaginado al ver la nota. Sé que es domingo, pero es un compromiso bastante importante, de verdad. Pero seguro que lo entiendes, cariño.
Bueno, que tienes lasaña precalentada en el táper verde. De postre sobraron plátanos y fresas con zumo de los de ayer.
Estaré fuera algo más tiempo que de costumbre, pero te prometo que volveré para cenar.
No te olvides de sacar de paseo a Bijou.
Te quiere, mamá.
“¿Qué?”, pensó Moni en ese momento. ¿Por qué no estaba como loca buscándola? ¡Había estado todo un día fuera de casa, en paradero desconocido, y solo se preocupaba de que sacase a la perra!
Moni pasó un dedo por la parte escrita de la hoja. Cuando lo miró, su yema estaba manchada de tinta. Así que era reciente. ¿Por qué su madre estaba tan tranquila? ¡Era como si nunca hubiese pasado un día entero sin verla!
Moni no conseguía entenderlo. Todo era muy extraño. Desde que había salido de la cueva, las cosas raras no parecían acabarse. Como la moto.
Al recordar esto, Moni salió corriendo hacia la puerta del garaje. Examinó las dos ruedas del vehículo, pero ninguna de ellas estaba pinchada.
De pronto, el teléfono fijo sonó. Moni volvió a correr adentro y descolgó, conteniendo la respiración:
-¿Mamá?
-Casi. Tenemos que hablar, y ya-respondió Luna.
         *          *          *
Estimado director de la sede de la secta en Hokkaido.
Les envío este comunicado desde la sede principal, en España.
La búsqueda no da sus frutos, por mucho que me duela decirlo. Necesitamos más miembros con dones aquí.
En este momento, contamos con seis Lores y Régidas, un levín y dos iniciadas. Las dos últimas no poseen ningún don, aunque este dato es irrelevante.
Tenemos que encontrarle, y nos queda poco tiempo.
Les recuerdo que establecimos la sede en España porque aquí encontramos los restos de fuego fatuo más reciente. Sin embargo, les reitero que necesitamos más dones.
Respondan a esta carta con la mayor urgencia posible.
A.T.T: Eric Blondair.
         *          *          *
-Esta carta la mandé hace tres días, junto a otras similares. Nadie ha respondido aún… a veces pienso que esto me viene grande.
-No pienses eso, hermano. Lo estás haciendo muy bien.
-Katia, aunque agradezco tus palabras de ánimo, sigo enfadado contigo. Y además, queda menos de un año para encontrarla.
Los dos hermanos se quedan en silencio. Katia es demasiado orgullosa para pedir perdón por algo que no considera que haya hecho mal, y Eric está sumido en sus propios pensamientos.
Sombras oscuras comienzan a entrar en la caverna. Son los componentes de la secta.
-Buenas  noches.
Se dan la bienvenida unos a otros y proceden a encender una hoguera.
Marcus abandona la caverna y al rato vuelve con trozos de madera reseca y hojas caídas de los árboles para alimentar un gran fuego que, a ser posible, dure toda la noche.
Una vez encendida, los componentes se colocan a su alrededor y esperan en silencio, cada uno con una cosa en mente.
Una nueva figura sale de la oscuridad y se adentra. Es obvio que no pertenece a esa sede, dado que su túnica no es coma las de los demás –color tinto-, sino verde oliva.
-Buenas noches- dice una voz femenina-. Me llamo Meredith, y vengo de la sede de Irlanda. Creo que vuestro líder me ha convocado.
Un leve murmullo se eleva por la sala. Saben que su líder ha pedido auxilio, pero no esperaban que nadie respondiese.
-Así es, Meredith. Toma lugar alrededor de la hoguera-responde Eric, liberando un suspiro de alivio.
Mikel traga saliva, casi imperceptiblemente. Cree haber reconocido la voz de la nueva chica, y si está en lo cierto, se va a armar un buen jaleo.
-Vosotros también habéis de darme vuestros nombres.
-En efecto; yo soy Eric, ellas son Katia y Hazel, ambas Régidas con mucho prestigio- Meredith las saluda con una inclinación de cabeza- Él es Lord Marcus, y él Lord Ezequiel. Los dos que quedan son Levín Mikel y Lord Agustín.
-Mmmm… ¿Mikel?- murmura Meredith. “No será…”, piensa; “No, imposible. El Mikel que conocía está muerto. No podría estar en la sede más importante, trabajando codo con codo con el líder”
-Bien, levina Meredith. Te pondremos al corriente de nuestra situación en breve. Mientras tanto, come algo. Te sentará bien.
-Estoy segura, pero ya he comido de camino a aquí.
-Está bien. Ahora mismo, contamos con dos iniciadas más en la secta.
Meredith asiente con cada palabra pronunciada por su líder, ahora su nuevo dirigente. Tiene una voz impresionante.
-Puede que el resto de las sedes consideren un acto de rebeldía el haber tomado como iniciadas a dos mundanas-comenta Meredith.
-Ciertamente. Pero, al fin y al cabo, y a todos los efectos, yo  soy el líder, y todas las sedes me consideran como tal.
-Bueno, eso es lo que tú te crees…
No puede seguir. Moni acaba de adentrarse en la caverna, con paso cansino. Odia estar tanto rato despierta. Es una chica más pasiva que activa, excepto con Luna o su querida moto.
La capucha color tinto cubre su rostro, y hasta que no ocupa su lugar, no se da cuenta de que hay algo diferente en la caverna.
-Meredith, esta es nuestra nueva adquisición, Mónica.
-¿Adquisición? ¿Pero es que nos estáis tomando por simples mercancías?
-Monique, por favor, baja la voz.
-¡No me da la gana! ¡Encima de que entro a la fuerza en este antro, ni si quiera os molestáis en considerarnos personas!
-¡Cállate, iniciada!- ruge Lord Marcus- No tienes derecho a hablar así.
Moni obedece. Si hubiese sido otra persona, le habría dado tal contestación que su integridad mental no habría vuelto a ser la misma. Sin embargo, Marcus le parece demasiado imponente. ¡Intentó matarla!
Mira de reojo a la nueva. “¿Cómo ha dicho que se llamaba? Me… me… ¡merde! No me acuerdo”, piensa Moni; la memoria le ha fallado.
Los minutos transcurren, y todos los presentes esperan a Luna, que no aparece.
-Comencemos ya. Está bien-dice Eric, con voz solemne pero cansada- Todos sabemos que nos queda menos de un año para encontrar al Fénix. El tiempo se agota y lo necesitamos. Pero hoy vamos a hacer algo distinto. Dado que nuestro bosque está suficientemente peinado, vamos a recibir a los representantes de todas las sectas del mundo. Os situaréis a esperarlos en cada punto del bosque, e iréis por parejas.
>>Agustín irá con Ezequiel; Katia, con Meredith; Hazel y Marcus juntos, y Mikel y Mónica. La ubicación la decidiréis entre vosotros. Yo me quedaré aquí a la espera de Luna y de los demás representantes, por si alguien viene. Que el fuego sea con vosotros.

En parejas, todos abandonan la caverna silenciosamente, unos enfadados, otros aliviados y otros, simplemente, indiferentes. 

jueves, 17 de julio de 2014

Capítulo 3. FORZADOS.

CAPITULO 3-FORZADOS.
-Ya se han ido, hermano.
-Dios… ¿Por qué le ofrecí entrar en la secta? Luna hubiese tenido menos problemas sin nosotros, sin mí. No es problema suyo, es solo mío. Ni siquiera es vuestro; fui yo quien os tuve que meter.
-Templa, hermano. Ya verás que encontraremos al Fénix. Y además, sabes que a nosotros nadie nos obligó a seguirte. En cuanto a Luna, si no hubiese entrado en la secta, ahora estaría muerta.
-Eso espero… Que todo esto termine cuanto antes.
-¿Sabes qué? El Fénix es hembra. Gracias a mi conexión, la oigo cantar. Tiene una voz maravillosa.
-Si la encontramos, disfrutaré tanto o más que tú.
-Hablando de conexiones, tengo que comentarte una cosa…
La puerta artificial de uno de los recovecos de la caverna se abre y aparece Mikel.
-Hola, tíos. Eric, tengo noticias.
-Espera, Mikel; mi hermana tenía que decirme algo.
-No era nada importante. Habla tú, Mikel.
-Se han reunido después del juicio y han tomado una decisión. Vas a tener que trabajar en el instituto donde estudian las chicas; hacer de niñera, básicamente. Creo que están buscando un ayudante de cocina, podrías aceptar el puesto.
Katia suelta una carcajada de alivio. Esperaba que la secta le impusiese un “castigo” mayor por interceder a favor de Luna. Al final no ha sido para tanto.
-Vaya, supongo que me lo tengo merecido-dice Eric, simplemente- Será divertido a su manera.
-No esperaba que te lo fueras a tomar tan bien, Milord-comenta Mikel con sorna.
-Me lo tengo merecido-repite Eric, esbozando una sonrisa para convencerse.
-Vamos, hermano, no te hagas el duro. Mira, si te parece bien y la secta me da su beneplácito, puedo infiltrarme yo también, como asistenta o…
-No, Katia. No debes inmiscuírte. No quiero mezclar todavía más a mi familia en este asunto. Iré yo solo, día tras día, a comprobar cómo se desarrolla la vida de la recién iniciada. Además, cuanto menos nos expongamos a los mundanos, mejor.
-Pues bien, ¿qué le respondo a Marcus?
-Que acepto su “penalización” con resignación y disciplina. Como a él le gusta. Y a ver si así nos  deja en paz.
El joven líder sale de la amplia caverna con paso decidido y seguro, como si no le importase la tediosa misión que le acaban de encomendar.
Al llegar al umbral, antes de desaparecer en la penumbra, se gira al interior de la estancia.
-Y, Katia, mantente al margen del asunto. Que no se te vuelva a pasar por la cabeza hacer lo que acabas de decir.
-Por si no lo sabías, soy tu hermana mayor-replica la aludida.
-Pero yo soy el varón de la familia, y el líder responsable de toda la secta.
>> Es mi última palabra.
* * *
-¡Vamos a ver, Luna, que me da igual lo sola que estés allí! ¡Yo no me voy a meter en esa secta, con todos esos tarados llamándome cosas raras!
-No son unos tarados-protesta Luna- Y no te insultan, solo te han impuesto tu rango en la secta.
-¡Oh, vamos! ¡No me digas que te crees esas cosas! Mira, tu sabes que yo te protejo siempre, y siempre estaré contigo cuando haga falta y cuando no, ma chérie. Pero de ninguna manera voy a meterme en una secta rara de esas, que venera a un pájaro que se quema así mismo, para que me laven el cerebro como lo han hecho contigo.
-¡Oye, eso no es verdad! ¡A mí no me han lavado nada!- Luna siente como su cara se torna roja de rabia. ¿Cómo puede su mejor amiga no creerla? Trata de calmarse y de explicarle mejor la situación- Mira, no estás en posición de elegir, Mónica. Eric se ha jugado la piel para que te dejen con vida a cambio de, únicamente, que te unas a la secta y no reveles el secreto, y si no cumples tu parte van a ir a por ti, a cobrarse tu vida. Tú no sabes de lo que son capaces.
-¡Me importa una merde lo que vayan a hacerme! Seguro que lo dicen solo para asustarme. Lo que no saben es que con Mónica Lenoir no se juega.
-Moni, hazme caso. A esos tipos no se les va la fuerza por la boca. Yo los conozco.
-Entonces los denunciaré, los demandaré y seré yo quien los lleve a ellos a juicio. Ya sabes que mi madre es abogada. Además, sé dónde está la cueva en la que se reúnen. Puedo pillarles in fraganti con la policía cuando yo quiera. ¡Como en las pelis!
-¿QUÉ? ¡No!-exclama Luna- ¡Monique, no lo entiendes! ¡Si haces eso nos matarán a las dos, y a tu madre también!
-¡NO VUELVAS A LLAMARME ASÍ! ¡Me llamo Mónica!
-Mira, no me importan los conflictos que tengas con tu padre y con Francia en general; soy tu amiga y no me deberías gritar así.
>> ¿Cómo te lo explico? Que creas o no en el Fénix es irrelevante. Pero, por tu bien, deberías comprender todo el poder que tiene cada uno de los miembros de esa secta. Con una sola palabra, con un solo pensamiento pueden destruir tu vida y la de tu madre, o esclavizaros, o algo peor. Oh, Moni, ¿Cómo haré que me creas?
Luna está desesperada. Ella había tratado de que no obligasen a su amiga a ingresar, pero su esfuerzo fue en vano.
-No puedes hacer nada. En cuanto llegue, hablaré con mi madre y… ¡¿Pero qué coño...?!
-¿Qué pasa Moni?
Las dos amigas se han quedado de piedra. Tras salir de la cueva, se han dirigido, sin dejar de discutir, hacia donde creían haber dejado la moto. Al fin, la han encontrado.
Bien grande es la sorpresa que reciben al verla con raíces y tallos creciendo alrededor de ruedas y motor.
-¡¿Qué?! ¡Mi moto!
Moni sale corriendo en cuanto sale de su asombro.
-¡Luna! ¡Ayúdame! ¡Mi moto!
Luna tarda algo más en reaccionar.
Ambas intentan con todas sus fuerzas arrancar las raíces, pero no lo consiguen.
-Nada… es imposible sacarla-dice Moni, que se desanima nada más pensar en dejarla ahí.
-Mmm… Al menos, han dejado de crecer.
Moni se sienta en el suelo embarrado y mira la maraña de nudos que las raíces han creado alrededor de la moto.
-Algo de mágico tiene todo, ¿verdad?
-Si… ¡No! Es… extraño, solo eso.
-Moni, esto es como el Fénix. No hables a nadie de la secta. Por favor, ellos se han convertido en  mi familia, y pueden convertirse también en la tuya.
-Nunca serán mi familia.
-¿Pero…?
-No revelaré la identidad de tu “querida” secta y me uniré a ella, cubriré mi rostro y no trataré de quitar las ridículas capuchas a tus “amigos”; no revelaré la ubicación… y juraré fidelidad al Fénix.
A Luna se le ilumina el rostro con una radiante sonrisa. Su mejor amiga va a ingresar junto a ella en la secta. Están más unidas que nunca.
-Moni, gracias-dice mientras se tira a sus brazos y le da un fuerte beso en la mejilla, cosa que Moni odia.
-¡Eh! Vamos, para ya-replica Moni- ¡Ya lo tengo!
-¿El qué?
-Sé cómo sacar mi moto de ahí-señala las raíces- ¿Alguna vez se te han enrollado muchos cables y no podías desenrollarlos?
-Sí, pero no te sigo.
-El caso es que hay siempre un cable del que, si tiras, los demás se acaban cayendo. Me da la sensación de que con las raíces puede pasar lo mismo-dice, mientras se acerca a la moto sepultada y mete la mano por un hueco que encuentra cerca de la rueda trasera, pero la retira enseguida, exclamando- ¡Ay, ay, ay! Qué asco, hay bichos.
-Anda, déjame a mí-dice Luna, que es menos escrupulosa- Creo que esa es nuestra raíz.
Luna mete la mano por el mismo hueco que Moni, y busca a tientas una raíz de la que parece que crecen las demás. En cuanto la encuentra, tira de ésta y poco a poco, las demás van desprendiéndose.
Quedan unas cuantas entrelazadas en las ruedas, pero entre las dos, consiguen quitarlas todas.
Las dos chicas, ya más animadas, retiran las restantes y, por fin, consiguen subir al vehículo. Arrancan la moto y, a trompicones, salen por la vereda y llegan a la carretera. Las dos guardan silencio, hasta que Luna recuerda algo:
-¡Moni, ¿La rueda no estaba pinchada?!-grita ésta, intentando hacerse oír por encima del sonido del aire  ensordecedor.
-¡Es verdad! Cuando llegue a mi casa le echaré un vistazo.
* * *
-Bien, todo parece en orden… ¿De verdad no le importa sustituir un mes a un profesor, totalmente gratis?
-De verdad, señora directora.
-Por favor, no me llame así. Llámeme María Jesús.
-De acuerdo, como quiera.
-Entonces… solo me queda darle la bienvenida a nuestro humilde instituto y darle las gracias por hacerlo sin remuneración, señorita…- la directora hace una pausa, para echar un último vistazo al currículo y fijarse en el nombre de la sustituta- señorita Valles.
-Se pronuncia “Vals” como el baile- dice con una sonrisa demasiado amplia para ser verdadera.
-Oh, discúlpeme. Pues queda usted contratada como profesora suplente de la asignatura de historia, Lucía Valls-dice María Jesús, procurando pronunciar bien el nombre de la chica.
-Estupendo.
Las dos mujeres sellan el pacto con una firma y un apretón de manos.
-De verdad, no sabe cuánto le agradezco que lo haga gratuitamente; este año no andamos muy bien, económicamente hablando.
-No tiene por qué darlas. Si es solo un mes, prefiero utilizarlo como simple práctica.
-¿Le parece bien empezar mañana, lunes?
-Me parece perfecto.
-Pues hasta mañana.
-Adiós, pase buena tarde.
-Igualmente.
Lucía sale del despacho y cruza el patio principal del instituto para llegar a la puerta trasera, por donde el profesorado sale del edificio. Antes de salir se detiene en la secretaría, a la espera de que la secretaria del instituto aparezca y le dé su cuaderno didáctico y su horario.
La secretaría es una habitación espaciosa, con paredes pintadas de amarillo y techo alto, un ordenador bastante antiguo y un par de fotocopiadoras enormes detrás de él. Además, hay estanterías llenas de libros, y al fondo de la sala hay otra estantería de madera repleta de espejos y bandejas de plata, por extraño que parezca.
Se acerca a este último mueble y examina su imagen reflejada en la platería.
Lucía Valls es una mujer de grandes virtudes. Aparte de su inteligencia, su físico le ha abierto muchas puertas. Tiene veinticuatro años, un cuerpo esbelto con todas sus formas perfectas y unos generosos senos. El pelo largo, lacio y negro como la noche lo lleva recogido en una coleta formal; sus facciones delicadas y los ángulos de sus pómulos hacen que su faz se vea exquisita. Sus labios rosados y carnosos dejan entre ver unos dientes blancos y perfectos. Sus ojos, a simple vista, podrían parecer verdes, pero si te fijas el verde se transforma en un azul profundo y oscuro.
Pero, ¿quién tiene tiempo de fijarse en los ojos de una simple mundana?
Lucía alarga la mano para tocar una de las bandejas de plata, la más grande, donde se ve reflejada casi de cuerpo entero, pero una voz a sus espaldas la detiene.
-Disculpe, ¿qué hace usted aquí?
-¿Es usted la secretaria?
-Sí, soy yo. ¿Y usted?
-Soy la nueva profesora sustituta. Venía a que me diese los horarios. Empiezo mañana y me gustaría tenerlos ya a mano.
-Por supuesto-dice la secretaria, con reserva.- ¿Y cómo dice que se llama?
-Lucía, Lucía Valls.
-Hum… aquí están. De la asignatura de historia, ¿verdad?
-Así es. ¿Cómo lo ha sabido?
-Bueno, es la única asignatura que necesita sustitución. Tome- dice la mujer tendiéndole un cuaderno con muchos folios dentro.
-Gracias. Nos veremos mañana, señorita…-deja la frase incompleta, a modo de pregunta.
-Marisa Castillo.
-Nos veremos.
-Así lo creo.
Lucía sale del instituto y avanza por las calles. Un coche lleno de universitarios se detiene ante ella.
-Eh, guapa. ¿Subes?
-Dejadme, niñatos.
-Uy, te gusta la pelea, ¿no?
La sonrisa de Lucia se congela, y con ella, el color de sus ojos, que se vuelven grises, gélidos, casi blancos. Un color que acaba por espantar a los universitarios.
Una vez sola, el móvil de Lucía vibra.
-¿Sí?
-¿Dónde estás?- habla una voz masculina.
-Ya voy para casa.
-¡NO! No cuelgues. ¿A dónde has ido?
-Ya voy para casa-repite-. Por cierto, Eric, conozco tu trabajito secreto en el instituto desde hace más tiempo del que se te ordenó... ya llevas un año trabajando allí, ¿no? Creo que me debes una explicación. Ah, y a cambio de mi silencio, me dejarás vía libre- añade.
-Katia, ¡Katia!- la voz grita a través del teléfono, pero es tarde. Katia ya ha colgado.
Katia Blondair sonríe, muy ufana; guarda el teléfono y reanuda la marcha.
Los ojos de Lucía Valls vuelven a ser los que eran.
Katia Blondair camina satisfecha hacia su casa. Le encanta hacer un poco de teatro entre los mundanos.

Katia Blondair y Lucía Valls son la misma persona.

Capítulo 2. CÉNIT.

CAPITULO 2- CÉNIT.
-¡No! ¡Moni! ¿Qué le has hecho, maldita sea?
-No lo entiendes, has incumplido tu promesa.
-Marcus… Por favor, ella es lo único que tengo… sin ella… Dios, ¿qué le has hecho?
-No lo sé, ni me importa.
Moni esta en los brazos de Luna, inconsciente, con la cabeza hacia atrás, el pelo mojado y los ojos cerrados. Podría pasar por dormida, pero el feo moratón que se ve en la sien de la chica induce a pensar otras cosas.
Luna no puede parar de llorar. Su mundo se está desmoronando y no puede hacer nada por recomponerlo. ¿Por qué le pasa todo a ella?
-Joder, joder, joder… Moni, por lo que más quieras, vuelve.
-Será bastante difícil.
Luna y Marcus se giran. La que ha hablado es Hazel.
-Hay que celebrar un juicio.
-Hazel, ¡venga ya! Ella ha incumplido su promesa, ha mostrado este lugar a alguien que no pertenece a la secta. Claramente merece un duro castigo. ¡No hay nada que juzgar!
-Las Leyes lo dictan: primero juicio, después sentencia.
-Pero… - comienza a protestar la chica.
-Silencio, Luna. Aquí  y ahora no tienes ni voz ni voto -Marcus suspira, visiblemente fastidiado-. Sea, pues. Hagamos un juicio.
          *          *          *
-Humm… - Mónica abre por fin los ojos. Cada músculo de su cuerpo, por pequeño que sea, le pesa un quintal. Pese a no poder moverse, su mente trata de recordar qué es lo que ha sucedido y recomponer sus recuerdos para formar algo parecido a una historia razonable, pero demasiadas preguntas se agolpan en su embotada cabeza. ¿Por qué se encuentra así? ¿Qué le ocurrió cuando estaba hablando con Luna? Y lo más importante…
¿Dónde está Luna?
          *          *          *
Momentos antes.

-¿Qué vais a hacer con ella? ¡Dejdla! ¡No ha hecho nada!
Luna se revuelve entre los brazos de Eric, mientras Marcus coge el inerte cuerpo de Moni y lo adentra en la caverna.
-¿A dónde la lleváis? ¡Soltadla!- grita, mientras se debate entre los brazos de su líder- No la toquéis... ¡Ni un pelo!- dice la chica. Las lágrimas surcan su rostro como torrentes.
-Eh, Luna- la llama la voz de Eric-. Basta.
El encapuchado al que Luna no puede ver el rostro la hace girar sobre sí misma y la estrecha contra él. La rodea con sus brazos en ademán protector, y Luna siente cómo la humedad de sus lágrimas comienza a calar el suave tejido de la túnica color tinto. Es incapaz de retenerlas.
-Eric… ella no… no sabe nada, yo no le he contado... nada, te lo juro- habla a trompicones entre hipido e hipido, mientras la mano enguantada del encapuchado líder recoge sus lágrimas- Tú… Me crees, ¿verdad?
-Sí, claro que te creo- le acaricia el cabello y vuelve a pegarla a su cuerpo.
-Ella… no podéis quitármela. Es lo único que tengo… es mi única y mejor amiga.
-No es así, Luna.
-Sí, sí que lo es. Ella es lo único que hace que mi vida merezca la pena… es mi mejor amiga- llora la chica, con ojos vidriosos.
-Tienes a tu familia, tus padres, tus estudios… - dice Eric con voz inexpresiva, como si ni siquiera él se lo creyese.
-Tú sabes que esas cosas no me llenan. Eric, por favor…
-Lo sé. Tranquila.
Se quedan así un rato, muy juntos. Él, inmóvil como una pétrea escultura; ella, convulsionándose todavía, pero cada vez más levemente.
-Eric, sabes que ella no tiene la culpa de nada. Lo sabes- gimotea.
-Sí, lo sé- repite él con su voz suave.
-Entonces, aboga por ella. Ella no sabe nada, y si tú la defiendes en el juicio, se salvará. Solo puedo recurrir a ti. Solo tú puedes hacer esto. Eres el líder.
Eric no contesta, ni mueve un solo músculo. Luna no se rinde.
-Por favor…- suplica mientras las lagrimas regresan.
-No te prometo nada, tan solo que tomaré una decisión. Pero he de meditarla esta noche. Ten en cuenta que ella está acusada de posesión de información confidencial, pero tú estas acusada de ser prodictor.
-¿Qué es prodictor?
-Es una palabra latina. Significa traidor o traidora. Tú has violado las leyes; por tanto, eres prodictor.
-Lo asumo, pero intercede por ella.
-De acuerdo. Mañana, al cénit, en el momento del juicio, conocerás mi decisión.
-Oh, Eric- Luna se siente afortunada y conmovida. No cabe en sí de gozo.- Gracias, gracias, gracias…
-Pero tú no te puedes ir.
-¿Cómo?
-Luna, si quieres que abogue por tu amiga, has de colaborar con nosotros. Por favor, no me lo pongas más difícil. Te vamos a enviar con la chica hasta mañana al medio día.
-Gracias por todo, Eric. Adelante, enciérrame.
          *          *          *
-Señoría, considero que este juicio es totalmente innecesario. Ambas acusadas son claramente culpables, no perdamos más tiempo en proceder a su ejecución.
-Lord Marcus, el juicio tan solo acaba de empezar. La acusada de traición deberá poder defenderse al menos una vez- dice la jueza, la honorable Hazel con un deje cansino en su voz.
Sí, la Régida Hazel es la jueza, para sorpresa de Luna.
-¿Por qué debería tener que defenderse si todos sabemos lo que ha ocurrido? Deberíamos haberlas ejecutado en cuanto penetraron en nuestros dominios.
-La Ley es Ley, Lord Marcus, y te guste o no, yo dicto como debe ejercerse- responde la jueza, esta vez con más dureza.
A Luna la cabeza le da vueltas. Observa a su amiga: maniatada y semiinconsciente, con  vendas en los ojos para que no pueda ver a nadie. A Luna se le rompe el alma al verla así.
La noche ha sido terrible. De vez en cuando, Moni cerraba los ojos y se dejaba arrastrar al sueño. Cuando no lo hacía, no paraba de quejarse del terrible dolor de cabeza que la atormentaba.
Luna no ha podido dormir en toda la noche. Desde que Eric la dejó en la celda donde la encerraron con Moni, hasta que Marcus la ha maniatado, no ha parado de pensar en una defensa suficientemente buena para salvar sus vidas.
Y así, ambas maniatadas y Moni sin poder ver nada, se encuentran en la caverna, a la espera de su juicio y de su sentencia.
Si de noche la caverna es impresionante, de día lo es aún más.
Las gotas de lluvia del día anterior resbalan dentro de la cueva y forman pequeños regueros, que reflejan la luz del sol radiante. Ello incide en toda la contrasala de la enorme caverna, el espacio más grande dentro de ella, ensañándose especialmente con el gran altar natural presidido por su Señoría Régida Hazel, lo cual otorga al sitio una mayor solemnidad. Sobre el enorme altar hay una anchísima estalactita en la que se aprecia una soberbia talla de un ave fénix consumiéndose en su propio fuego.
El resultado es que, sobre todo a la hora del cénit, la descomunal caverna no resulta “cavernosa” en absoluto. Parece más bien un palacio subterráneo diseñado y construido únicamente por la madre naturaleza.
Pero ahora Luna no se fija en esto. Está demasiado ocupada pensando cómo va a salvarlas a Moni y a ella.
Apenas escucha la voz de su Señoría cuando la llama a defenderse.
-Iniciada Luna Alcázar, procede a tu defensa, por favor.
La chica respira hondo y comienza:
-Señoría, es cierto que no se me permite revelar ni la existencia ni la ubicación de la secta, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estábamos en el bosque, perdidas, solas, sin agua ni comida y de noche, bajo aquella tormenta sin cobijo alguno. Nuestro medio de transporte nos había dejado tiradas y sin posibilidades de seguir adelante.  Y cuando ingresé en este lugar, una de las cosas que se me dijo fue que podía recurrir a este refugio en caso de emergencia, y ayer lo fue, por lo tanto…
-Su señoría, si se me permite el alegato- la interrumpe un encapuchado cercano a Marcus-, la chica tiene razón en su argumento; sin embargo, deseo recordar al jurado que las normas en cuanto a los iniciados de la secta son estrictas: no se permite bajo ningún concepto mostrar a nadie nuestro refugio, por muy de su confianza que sean. Y por supuesto, en este caso no debe hacerse excepción.
A cada palabra que pronuncia su mano derecha, Marcus asiente solemnemente, como si le diese toda la razón. La realidad es abrumadora. Luna se niega a creer que todo está perdido. Mira a todos lados, pero no ve a Eric por ninguna parte.
Pero decide que no puede fallarle a su amiga, no sin luchar como ella lo haría.
-¡Pero no lo entienden! ¡Si hubiera venido sola, ella me habría seguido por pura sospecha! ¡Además, no podía dejarla sola, yo…!
-Señoría- Marcus vuelve a intervenir-, no tenemos por qué escuchar las razones personales de la acusada. La Ley es la misma para todos variando según el rango que se posea en esta nuestra honorable secta, y no debe suavizarse por falta de imparcialidad- la jueza se queda muda ante la insolente insinuación hacia su persona-. Pues bien, nada más que añadir.
El jurado presente en la sala levanta un murmullo para votar su decisión final.
-Orden, por favor-ruega la Régida Hazel-. Bien, ya que los argumentos de Lord Marcus son más plausibles que los de la acusada, no me queda más remedio que ceder a su favor. Y ahora, ¿cuál es la pena que Lord Marcus pide para las reas?
-Para la intrusa, la muerte, la más rápida que haya. Y para la prodictor, no pido la muerte, sino algo peor: hemos de cortarle la lengua.
-¿Está de acuerdo el jurado?- pregunta Hazel, ocultando su angustia.
-Sí, están de acuerdo-responde de nuevo Marcus, que parece haberse proclamado el portavoz.
-En tal caso, la pena dictada es válida- la mujer dedica a las chicas una mirada honda y triste detrás de la oscuridad de su capucha- Serán ajusticiadas en media hora. ¿Nadie quiere añadir nada más?-  pregunta con cierta esperanza, antes de dar el caso por finalizado.
-Sí. Yo quiero añadir algo. O más bien, retirarlo.
Todo el mundo, sobre todo Luna, se vuelve hacia la voz que acaba de hablar. No puede contener la emoción: su ángel de la guarda va a salvarla por segunda vez.
-¿Qué quieres decir, Lord Eric?- pregunta la honorable Régida Hazel.
-Las Leyes son Las Leyes; se  ha dictado sentencia, y la sentencia se va a cumplir.
-Cállate, Lord Marcus, o al final retiraré la sentencia por mala conducta.
Marcus está indignado. Ninguna vieja como Hazel le ha mandado callar en su vida, por mucho poder que tenga.
-Adelante, Eric. Expón tu defensa.
Eric asiente, toma aire y habla. Impone a su voz normal un tono que nunca había oído Luna. Eso sumado a la resonancia de la caverna hace que Luna atisbe un poco de esperanza para ella y para Moni.
-En efecto, las Leyes son las Leyes y han de cumplirse. Vayamos por partes: Monique Lenoir  apareció ayer por la noche durante la tormenta con intención de guarecerse ¿Qué crimen es ese? Ninguno; es más, a Luna Alcázar se la internó en la secta por el mismo motivo, por lo que propongo impugnar la sentencia.
-Secundo la moción- dice una voz femenina que Luna identifica como Dómina Katia.
-Yo también- se une Mikel.
-Y yo- Régida  Hazel.
-Obviamente yo-tercia Eric.
-Está bien, cuatro a favor, tres en contra. Se impugna la sentencia. No digas nada, Marcus. Espera a que Lord Eric termine.
-Luna Alcázar, has sido calificada de “iniciada”; sin embargo, ¿cuántos meses llevas con nosotros?
-Dentro de pocos días… siete meses-. dice Luna, tras un momento de reflexión.
-Ese es un dato que no  ha aparecido hasta ahora.
-¡Es un dato irrelevante!-grita Marcus.
-No, Marcus, no lo es. Según LA LEY de nuevos miembros- remarca bastante la palabra-, que establece los plazos por los cuales se van rigiendo los rangos, a la iniciada se le hace un seguimiento durante dos meses. Después de estos, se le deja libre albedrío durante cuatro meses, en los que sigue siendo iniciada. Tras ello, se le abre una inspección de un mes; durante este mes, la iniciada disfruta de los privilegios de una veterana, sin llegar a serlo. Entre estos privilegios se encuentran: utilizar la secta como refugio cuando quiera, siempre que se tengan motivos, y cuando se realize el ritual, conocer nuestros rostros- Luna se sorprende al oír esto-. ¿Quieres hacer la cuenta tu, Lord Marcus? ¿O mejor lo hago yo? Seis meses; estamos en el séptimo de Luna, por tanto tiene privilegios de veterana. Si no recuerdo mal, el 30 de marzo ingresaste, por lo que en veinticinco días se realizará el ritual. Luna ha de ser impugnada. Además, ¿qué historia íbamos a inventarnos para una muchacha sin lengua, y otra muerta, que no despertase sospechas? Es más  práctico así, no hay por qué inventar nada.
-Bien, Lord Eric. Adelante pues, votemos a que se impugne la sentencia de Luna.
Las cuatro manos de antes vuelven a alzarse.
-Cuatro de siete. La sentencia queda invalidada. ¿Algo más, Eric?
-No, eso es todo, Señoría.
-Está bien, muy bien. ¿Algo más que alegar?
-Sí, yo exijo una sentencia, al menos para Monique Lenoir.
-Lo veo justo, ¿Qué propones, Lord Marcus?
-Que entre obligatoriamente en la secta, sin opción a elegir.
-¡No!-grita Luna.
-Votemos. ¿A favor?
Esta vez son cinco las manos levantadas. Las suficientes.
-Monique Lenoir es, oficialmente y desde este instante, una iniciada. Doy por finalizado el caso. Podéis marcharos.



jueves, 15 de mayo de 2014

Capítulo 1. SECRETOS.


CAPITULO 1- SECRETOS.

Estira otra vez las piernas y bebe el último sorbo del refresco. Se muerde las uñas por enésima vez, estruja la lata y la tira a la papelera más cercana. Y, al fin, ella aparece.

-¡Por fin! Ya pensé que no ibas a llegar.

-Sabes que siempre llego.

-Sí, tarde, como siempre.

Luna no comprende por qué su amiga está así de borde. Es cierto que se ha retrasado un poco, pero tampoco es para tanto, opina.

Bien es cierto que Moni nunca ha sido precisamente la alegría de la huerta, pero esta tarde está algo más seca que de costumbre. De todas formas, aunque hoy esté de mal humor, Luna no tiene queja alguna de ella. Es su mejor amiga; de hecho, la única amiga que ha tenido en años. Para ella, Moni es la prueba clara  de que las esperas largas son las que merecen más la pena.

-Bueno, ¿nos vamos ya o qué?- pregunta la francesa, impaciente.

-Que sí, solo espera a que me haga bien la coleta.

Moni masculla entre dientes algo en su idioma natal, pero eso no provoca a su amiga. De hecho, solo consigue sacarle una sonrisa.

Monique es una chica francesa de 17 años de edad; aunque debería estar en segundo de Bachillerato, se perdió prácticamente un curso, y desde hace un año coincide con Luna en la misma clase.

Ahora, Moni vive con su madre en un gran chalé a las afueras del pequeño pueblo en el que residen.

Hace años, Moni y Amelia vinieron a vivir a España, tratando de huir del padre de Moni, el cual se había rendido a la bebida y les había causado mucho mal a las dos.

Se instalaron en Ciudad Real, pero al poco tiempo, el hombre las encontró y se volvieron a mudar, esta vez a un pequeño pueblecito turolense llamado Albarracín.

Desde entonces, viven allí.

El plan para esta tarde es coger la moto de Moni, la flamante Kawasaki negra recién adquirida e ir a Canet D’ Berenguer, una ciudad valenciana que, por suerte, tiene playa.

Es un viaje de una hora y media y tendrían que haber salido hace rato, pero la tardanza de Luna lo ha impedido.


La carretera está llena de curvas. Desde un lado, se ven algunas montañas; al otro, hay un gran bosque verde. Hay pocos coches que crucen la carretera, y es que aunque la playa de Canet sea muy famosa, hay poca gente que vaya a finales de septiembre.

Una hora después, la moto se detiene frente a una calle llena de mercadillos regentados por negros o gente con habilidad para hacer trenzas o cualquier virguería que pueda sacarles de la miseria.

Tras aparcar, Moni y Luna se sacan las chaquetas de cuero negro y las meten en la mochila de la francesa.

Se quitan los cascos. Moni se lo retira sin miramientos, y casi lo tira al suelo. Lo atrapa en el último momento y suelta una carcajada. No puede permitirse perder su casco favorito, negro con una pegatina de la torre Eiffel. Sacude su melena negra con mechas rojas. Saca las gafas de sol estilo aviador y se las coloca para tapar sus ojos color chocolate.

Luna se despoja del casco con más cuidado ya que solo tiene ese, rojo con la bandera de Estados Unidos consumida bajo las llamas.

El pelo se le ha quedado recogido en una coleta medio deshecha, de la que se desprende enseguida, y deja su pelo color miel caer lacio por su espalda.

Le pide sus gafas a la francesa y esta se las lanza. Luna las agarra fácilmente y se las pone, ocultando sus ojos tímidos y grisáceos.

Atraviesan la calle del mercadillo y llegan a la playa.

En cuanto sus pies tocan el suelo arenoso se desprenden de las camisetas y colocan las toallas.

Se meten en el agua y hacen lo propio: sentarse en el fondo de la playa, que no es muy honda, y hablar de la vida en general. El tema de hoy es el día en que se conocieron.

Ambas lo recuerdan como si fuese ayer.

Ocurrió uno de los primeros días en los que Moni y su madre eran “forasteras” en el pueblo.

Albarracín proporcionaba a Moni largos paseos por sus calles estrechas y empedradas. Las paredes llenas de salamandras de metal sobre las rejas de las ventanas de las casas del casco antiguo le hacían pensar a la vez que la sorprendían, ya que nunca encontraba dos de paredes iguales.

En uno de estos paseos conoció a una chica con el pelo castaño muy claro.

Se fijó en sus ojos: eran llorosos y grises, pero sobre todo, tristes. Eran sin duda los ojos más tristes que Moni había contemplado en su vida. Ambas chocaron, y a Moni se le cayó al suelo la carpeta que llevaba a todas partes, en la que guardaba un montón de dibujos hechos por ella misma.

-Hey, cuidado. ¿Estás bien?- preguntó.

-S-si... lo siento mucho... Espera, yo te conozco. Eres la chica nueva del instituto, ¿verdad?-dijo la chica.

-Sí, soy yo. Me llamo Mónica.

-Yo soy Luna. Oye, ¿te puedo llamar Moni? Mónica me resulta demasiado... formal- preguntó amablemente, con una sonrisa triste dibujada en su rostro-. ¿Esos dibujos los has hecho tú?

-Sí.

-¡Vaya! Son impresionantes... Está claro que tienes un don.


Desde entonces, sus vidas se habían enlazado de un modo casi imposible, casi mágico. Formaban una simbiosis perfecta: Moni era la cabecilla del pequeño grupo, mientras que Luna era la parte que complementaba, que equilibraba la balanza. Todo lo que le faltaba a Moni, Luna lo aportaba.

Cuando deciden que ya están lo suficientemente arrugadas, salen del agua. A ambas les resulta rara la sensación de no estar balanceadas por las olas.

Vuelven a vestirse y suben a la moto.

Moni la arranca y, en lo que el motor se calienta y comienza a rugir, se ponen los cascos.

Mientras el suave traqueteo de la moto las mece, el tiempo pasa volando para las dos amigas. Desde la carretera, pueden ver como el sol se oculta tras las montañas y tiñe el cielo de los colores del ocaso. Aunque este está empezando a nublarse rápidamente.

-Conozco un atajo precioso, cruzando el bosque- dice Luna, cuando ya llevan varios kilómetros.

Moni se limita a asentir y conduce la moto en la dirección que su amiga le indica.

En cuestión de minutos, la carretera se acaba y la moto se encuentra rodando por una estrecha vereda rodeada por altos árboles y helechos que ya empiezan a teñir sus hojas de ocre.

Ambas se quedan absortas con la visión del bello paisaje, tanto es así que Moni no se da cuenta de que la rueda delantera de la Kawasaki se ha pinchado.

El vehículo se va parando cada vez más hasta que las deja tiradas.

La francesa despierta de su ensoñación y se dispone a ver qué le ha pasado a la rueda, sin pararse siquiera a quitarse el casco.

-Mierda- masculla Moni-. Hemos pinchado.

-¿Qué? ¡No! Mi madre me va a matar si llego tarde.

Luna está francamente disgustada. Estos últimos días la relación con sus padres ha empeorado notablemente y ha habido numerosos choques, sobre todo con su madre.

Si a esto se le añade que en el instituto la única que la defiende de los constantes ataques de las chicas de clase es Moni, el resultado es que su vida no es la que cabría esperar teniendo diecisiete primaveras prácticamente. Aunque de esto último no debería quejarse. Moni es una compañera leal cuyas gélidas miradas y cortantes contestaciones bastan para cerrarle la boca al más pintado. Es casi fulminante.

-Bueno, pues no podemos hacer otra cosa- resuelve Moni-. Habrá que regresar a la carretera y buscar la gasolinera más cercana.

-No sé si te habrás dado cuenta, pero estamos en mitad del bosque.

-Mejor, nadie en diez kilómetros a la redonda que pueda birlarme la moto. Mientras, la dejo aquí.

-No estoy segura, Moni... quizás...

-¿Quizás qué? Estamos en el bosque, a, por lo menos, cincuenta kilómetros de Albarracín, sin agua, sin comida, y por si fuera poco, es de noche.

-Lo sé, lo he visto, no soy tonta.

-Joder...- Moni empieza a desesperarse- anda, pongámonos en marcha.

Las dos amigas caminan en la espesura de la noche. Realmente no se han enfadado, pero la tensión de la situación las está alterando.

Cuando comienza a refrescar apresuran la marcha, pero permanecen en silencio. La estúpida carretera no aparece por ninguna parte, y comienzan a irritarse cada vez más.

-Podríamos haber ido a la Plaza Mayor o al parque, ¡pero no!– Luna no puede contenerse-. La señorita de París quería ir a la playa, y a la playa tuvo que ser. Nunca te conformas con nada, Mónica.

-Oye, te recuerdo que la idea de tomar este atajo fue tuya- replica Moni, tajante-. Y deja de faltarme así al respeto. Por lo que a mí respecta soy española, no francesa. ¡Oh, sacrebleu! ¿Donde está la maldita carretera?

Lo cierto es que Moni no ha tenido ni que girarse para dar la contestación. Aún así, Luna comprende que se ha pasado, así que decide permanecer en silencio. Por desgracia, un mal recuerdo le viene a la mente.

Cuando Luna era pequeña, sus padres, ella y su hermana decidieron ir de excursión a la serranía de Cuenca, con tan mala suerte que acabaron perdidos en medio de la montaña. Pasaron casi toda la noche atrapados en la salvaje naturaleza; Luna no podía dormir con el pensamiento infantil de que por aquella montaña habría lobos y demás animales salvajes.

Horas después, la policía llegó y les llevó al albergue que habían alquilado para la ocasión.

El recuerdo de aquella fatídica noche regresa a la mente de Luna, tan lívidos que parece que los vivió ayer mismo.

Comienza a temblar ligeramente; la situación de verse de nuevo perdida en el bosque es demasiado para ella.

-Moni...

-¿Qué quieres?- dice, de nuevo sin volverse.

-¿Crees que en este bosque hay lobos? 
La inocente pregunta hace enternecerse a Moni, que por fin, se vuelve.

-No me digas que tienes miedo. Anda, ven...- la francesa habla con tono maternal y rodea los hombros de Luna con un brazo. Ahora están más unidas. Sin embargo, el buen rollo dura poco. El destino no juega a su favor.

Ni el tiempo atmosférico tampoco, ya que empieza a llover y amenaza con hacerlo cada vez más fuerte.

-Oh, perfecto. ¿Y ahora dónde nos vamos a cobijar?- ruge Moni.

Luna no contesta. Precisamente ese bosque no le resulta tan extraño como quiere hacer creer. Ese bosque encierra su mayor secreto, un secreto que ni siquiera a Monique podría revelarle.

Pero la lluvia vuelve a apretar y la obliga a tomar una difícil decisión.

Va a llevar a Moni a su santuario.

Sin pronunciar palabra, aferra con fuerza la mano de su amiga y echa a correr por el denso y oscuro bosque.

Apenas puede escuchar las preguntas de la sorprendida Moni.

Cuando siente que le fallan las fuerzas, aprieta cálidamente la mano de su amiga y ello le da la fuerza necesaria para hacer lo que debe.

Continúan corriendo bajo la lluvia hasta que, al fin, llegan.

-¿Dónde me has traído?-resuena el eco de la voz de Monique en la caverna.

-Es... un sitio secreto. Por lo que más quieras, nunca, jamás hables de esto.

-Luna... me estas asustando. ¿En qué estás metida?

-Yo... conozco el bosque mejor de lo que crees, pero por favor, júrame que jamás hablarás de esto.

-Tranquilízate, Luna. Lo juro.

Moni, con gesto maternal, abraza a Luna, que ahora está temblando como un flan y llorando. Le coloca la cabeza junto a su pecho para que se tranquilice escuchando los latidos de su corazón.

Le acaricia la mojada cabeza y le susurra palabras tranquilizadoras, pero no obstante, ella también está nerviosa: ¿En qué lío las había metido su amiga? ¿Y por qué no se lo podía decir a nadie?

-¿Quién va?- una potente y gutural voz resuena por toda la caverna.

-Mierda, mierda, mierda... No debería haberte traído. No sabía que iban a llegar tan pronto.

Luna no para de repetir esas palabras, con las manos cubriéndose la cara.

-¿Qué pasa?- pregunta Moni, cada vez más preocupada. No sabe quién ha pronunciado esas palabras.

-Yo... Moni, no deben verte aquí conmigo. Tienes que irte.

-¿Quién hay ahí?- repite la voz.

-Qué voz tan fea. ¿Quién es ese? ¿Y por qué tengo que marcharme? ¡Si acabo de llegar!

-Moni, por favor- Luna cada vez está peor. Las lágrimas se le escapan fácilmente- Tienes que irte, hazme  caso y no... ¡Oh, no! Es demasiado tarde.

-Pero bueno, Luna, ¿quieres explicarme...?- a Moni no le da tiempo a terminar la frase. Una figura encapuchada la ha golpeado con crudeza en la nuca haciendo que caiga al suelo, inconsciente. Luna es incapaz de articular palabra, muda de horror. El encapuchado la mira, taladrándola con la mirada.

-Has incumplido tu promesa.