lunes, 29 de septiembre de 2014

Capítulo 4. GUARDA.


CAPITULO 4-GUARDA.
Es lunes otra vez, para desgracia de cualquiera en general y de Moni en particular. El cielo está bastante despejado, casi raso, con la sola excepción de algún nubarrón aislado. La hora del recreo hace que el odiado día sea algo más llevadero.
El bachillerato de las chicas empieza a intensificarse.
-¿Salimos hoy del colegio?-pregunta Luna.
-No, casi todos los lunes me pasa algo malo. Prefiero no tentar a la suerte y quedarme aquí.
A petición de la francesa, se sientan en un banco cercano a la cafetería. Allí, Moni termina de sorber su café mientras Luna la observa pensativa.
-Moni.
-Dime.
-¿No te parece raro que la suplente de historia trabaje gratis en el colegio? Es decir, ¿quién hace eso en España, con la que está cayendo?
-Alguien idiota-responde Moni-, sin duda.
-Y, sin embargo, parece una mujer inteligente y astuta, como si para cada cosa en su vida tuviese ya un complejo plan en su mente.
-Luna, ¿cómo puedes creer conocerla tan bien? ¡Acabamos de tener nuestra primera clase con ella!
-No digo que la conozca, simplemente me parece sospechosa, es una corazonada. Además, no me digas que no es extraño que nadie, ni siquiera la directora, sepa de dónde viene ni dónde terminó sus estudios. ¡Y lo más raro es que ni siquiera les importa! Como si esa mujer les hubiese persuadido…
-Por favor, Luna. Deja de ver fantasmas donde no los hay. Solo es una suplente, ¿a quién le importa de dónde venga si se va a ir en cuanto vuelva la profe titular?
Así y todo, Luna no se puede quitar el asunto de la profesora nueva de la cabeza. Y en el fondo eso es bueno, ya que ello las aleja del tema de la secta y los misterios que entraña.
Por extraño que parezca, Moni no ha querido volver a hablar del tema de la secta, posiblemente, porque ha tenido que aceptar esa nueva realidad que cambiará su vida progresivamente.
Pero Luna no quiere presionar a su amiga a aceptarlo. Ella tuvo la suerte de tener a Eric en su momento, y ahora Moni la tiene a ella para lo que sea.
-Además-continúa Monique, lo que hace que Luna vuelva a la realidad-, se ve que no es desconocida para todos.
-¿Qué quieres decir?
-Mantiene una estrecha relación con el guarda de la cocina, el tal Ismael. El que deja un pequeño rastro de su perfección cuando pasas por su lado.
-¿Cómo? ¿Están liados?
El guarda de cocina del instituto, el terriblemente guapo Ismael López, lleva trabajando allí desde el curso pasado. Este es su segundo año, y aun así, la mayoría de chicas no se acostumbran todavía a su presencia. Todas se quedan embobadas cuando él descarga cajas en la cafetería, cuando coloca la vajilla recién limpia, o, sobre todo, cuando pasa muy cerca de alguna chica y esa chica puede aspirar su aroma, su fragancia a limón y a perfección, queda al instante paralizada, fulminada por un rayo de fascinación procedente de su cuerpo musculado y esbelto, de su cara angelical de ojos marinos y de su pelo negro y frondoso como la noche cerrada.
-Bueno, eso es lo que dicen todos-comenta Mónica-. Pero la verdad es que es lo que aparentan. Aunque él sea más joven que ella, siempre están juntos, siempre hablando muy bajito para que nadie les pueda oír. Ella siempre se ríe mucho con él, pero él prefiere mantenerse serio, por profesionalidad más que nada. Ah, y se le ha visto a él agarrarla de la cintura o de la muñeca y llevársela a otra parte más apartada. La última vez fue en el almacén de la cafetería. ¡Qué barbaridad! La gente no sabe disimular nada.
Luna traga saliva. Las facciones de su cara se vuelven raras por un instante, que pasa y vuelve a ser el que era.
Todo ha pasado muy rápido, pero a Moni le ha dado tiempo a percatarse de ello.
-Espera... ¿Te gusta el guarda? ¿Estás celosa?
-¿Qué? ¡No!
-¡A ti te gusta el guarda!- dice Moni, aún más alto.
-¡Que no,  joder! ¡Cállate ya!
El rostro de Luna se torna rojo, de ira y de vergüenza. Parece que en cualquier momento le va a salir humo de las orejas.
Y Mónica es cauta, y sabe que cuando su amiga se pone así, es mejor olvidarse del tema.
-Está bien, está bien. Oye…- Moni lleva horas dándole vueltas a una cosa- ¿Qué es lo que la tal Hazel me llamó… “Desde ahora, Monique Lenoir es una…”? ¿Una qué?
A Luna la pregunta le pilla desprevenida. Es la primera vez que le habla sobre la secta.
-Te llamó iniciada.
-Explícate.
-Eh, veras, el haberte llamado iniciada es simplemente definir tu rango en la secta. El rango de iniciada es el más bajo; después van los veteranos o veteranas, como yo, que es un rango superior. Después los levines o levinas, como Mikel, y por último están los más poderosos, los Lores, y las Régidas o Dóminas- Luna ha soltado todo de una parrafada y sin apenas parar para coger aire. Es sorprenderme para ella el que Moni haya hecho esa pregunta.
¿Estará aceptando que pertenece a la secta?
         *          *          *
Tras la fatídica jornada del lunes, llega el tan esperado momento: suena el timbre de las clases, y tanto profesores como alumnos salen, en cuanto pueden, disparados a la salida.
Por su parte, Moni no puede evitar levantar sus esbeltos brazos hacia el cielo y exclamar algo en francés con alegría.
Cuando por fin están fuera del edificio, pueden hablar con tranquilidad.
-¿Me acompañas hoy a casa?- pregunta Luna.
-No, me voy en moto-responde.
-Vale-acepta Luna. De hecho, lo prefiere así, ya que en ese momento tiene mil cosas en la cabeza. No para de darle vueltas a lo mismo; y es que, desde que Moni ingresó en la secta, habían pasado cosas muy extrañas. Más que de costumbre.
Ayer domingo habían regresado del bosque cerca de las cinco, que fue casi la hora a la que habían ido a la playa el día anterior.
Habían pasado toda la tarde y la noche fuera y no llamaron a su casa ni una vez, dado que en el bosque no había cobertura y ni siquiera tenían batería.
Frente a la puerta de su casa, y después de que Moni le hubiera deseado suerte, buscó sus llaves en el bolsillo, cuando cayó en la cuenta de que había vuelto a olvidárselas en casa. Como siempre. Eso significaba que no tenía escapatoria. Con un dedo tembloroso llamó al timbre un par de veces hasta que le abrieron la puerta. Había esperado que fuera un policía o su madre llorosa, pero la recibió su indiferente hermana Yaiza. Tenía el pelo recogido en una coleta baja deshecha, y había salido a recibirla en sujetador y mallas, sin cortarse un pelo. Luna tuvo la impresión de que aunque la calle hubiese estado llena de gente, su hermana hubiese salido tal cual estaba. Así, sin ningún complejo.
Su hermana mascaba un chicle y escuchaba música con sus cascos de DJ, y su mirada seguía siendo tan indiferente y pasota como de costumbre. Luna no lo entendió. Aunque su hermana y ella nunca se han llevado bien, siempre pensó que en el fondo se tenían algo de aprecio. Yaiza se desprendió de un casco y le habló con su vago tono habitual.
-Ah, eres tú. No le comentes nada a mamá del piercing. No se ha dado cuenta todavía y no quiero que lo haga.
-¿Te has hecho un piercing a sus espaldas?
Luna dirigió la vista hacia el ombligo de su hermana. Lo cierto es que, aunque llevaba todo el vientre descubierto, acababa de darse cuenta.
-No… es que ayer se me quedó atascada ahí mismo una bolita de pinball-dijo sin dejar de mascar el chicle, poniendo los ojos en blanco. Luna pasó de ella y subió rápidamente a su casa.
Al entrar se preguntó si debería haberlo hecho. Sin embargo, no había nadie en el recibidor. Ni su padre furioso, ni su madre histérica. Nadie.
Luna avanzó con cautela hacia la cocina, de donde procedían algunos ruidos de bolsas de plástico y cubertería. Se quedó en el marco de la puerta, mirando a su madre, cuando al fin se volvió.
-Ah, Luna. ¿Ya has vuelto?- entonces su madre había mirado el reloj de la cocina y había dicho- Un poco pronto, ¿no? Aún son las cinco y cuarto. ¿Es que tu amiga no ha aparecido?
-¿Eh?- se sorprendió Luna. Se preguntó si su madre estaría siendo sarcástica para luego atacar con más fuerza.
-Bueno, puedes quedarte en casa, si quieres. Cámbiate de zapatos. El baño está libre, por si quieres ducharte ya.
Su madre volvió la vista a los platos del lavavajillas. No estaba siendo sarcástica en absoluto. Era como si Luna nunca hubiese desaparecido un día entero. Ni gritos, ni guantazos en la cara, ni histeria.
Nada.
-Una cosa más. ¿Dónde está papá?
-¿Dónde va a estar? ¡En el trabajo, ganándose las habichuelas!- respondió su madre tranquilamente.
Entonces, a Luna no le cupo la menor duda.
Nadie, excepto ella, Mónica y la secta, sabía lo que había pasado aquella noche y aquel cénit.
         *          *          *
Moni recorre las calles vacías de gente a toda velocidad con la moto. Ella prefiere circular en campo abierto, donde no hay límite de velocidad, pero ahora no puede. Tiene que darse prisa si quiere comer con su madre.
Así y todo, no puede dejar de pensar en el brusco giro que ha dado su vida. Ayer mismo pasó una cosa extrañísima…
Moni había dejado ya a Luna enfrente de su casa y le había deseado suerte, disponiéndose a volver a la suya. Cuando llegó al gran chalé de las afueras del pueblo lo primero en lo que se fijó fue en que el coche de su madre no estaba. Entonces se asustó, ya que pensó que estaría en la comisaría, dando el parte de su desaparición. Nada más aparcar la moto enfrente del garaje sacó su móvil, dispuesta a llamar a su pobre madre, pero estaba sin batería.
“Mierda”, pensó.“Bueno, tendré que llamarla desde el fijo”.
Así que abrió la puerta de su casa con la llave, que por suerte seguía estando en su bolsillo.
-Estoy en casa- dijo con voz fuerte, aunque no había nadie.
Es una costumbre que Moni tiene desde muy pequeña, prácticamente desde que aprendió a hablar. No obstante, en la vacía casa, alguien salió a recibirla, corriendo y dando saltitos.
-¡Hola, Bijou!- dijo la francesa felizmente, agachándose para dejarse saludar por el animalillo. Con alegría y consuelo, dejó que su pequeña shi-tzu la mimase.
Por fin, después de largo rato de cariño, cogió a la perra y se dirigió con ella en brazos hasta la cocina, tratando de averiguar cómo y dónde estaba su madre.
-Me has echado de menos, ¿eh, ma chérie?
Cuando llegó a la cocina se sorprendió al ver que todo seguía igual que siempre. Ni un plato roto ni comida fría sobre la mesa. En la nevera había una nota sujeta por el imán de DisneyLand París favorito de la chica. Ella dejó a la perrita sobre una silla y cogió la nota. Era un folio arrancado del cuadernillo de su madre, como hacía siempre que por un motivo u otro no iba a comer con ella. Esto sucedía pocas veces, porque ambas están muy unidas, pero Moni reconoció la caligrafía de la mujer que la trajo al mundo, firme y tranquila; decía:
Mi Moni:
Hoy no podemos comer juntas como siempre. Supongo que te lo habrás imaginado al ver la nota. Sé que es domingo, pero es un compromiso bastante importante, de verdad. Pero seguro que lo entiendes, cariño.
Bueno, que tienes lasaña precalentada en el táper verde. De postre sobraron plátanos y fresas con zumo de los de ayer.
Estaré fuera algo más tiempo que de costumbre, pero te prometo que volveré para cenar.
No te olvides de sacar de paseo a Bijou.
Te quiere, mamá.
“¿Qué?”, pensó Moni en ese momento. ¿Por qué no estaba como loca buscándola? ¡Había estado todo un día fuera de casa, en paradero desconocido, y solo se preocupaba de que sacase a la perra!
Moni pasó un dedo por la parte escrita de la hoja. Cuando lo miró, su yema estaba manchada de tinta. Así que era reciente. ¿Por qué su madre estaba tan tranquila? ¡Era como si nunca hubiese pasado un día entero sin verla!
Moni no conseguía entenderlo. Todo era muy extraño. Desde que había salido de la cueva, las cosas raras no parecían acabarse. Como la moto.
Al recordar esto, Moni salió corriendo hacia la puerta del garaje. Examinó las dos ruedas del vehículo, pero ninguna de ellas estaba pinchada.
De pronto, el teléfono fijo sonó. Moni volvió a correr adentro y descolgó, conteniendo la respiración:
-¿Mamá?
-Casi. Tenemos que hablar, y ya-respondió Luna.
         *          *          *
Estimado director de la sede de la secta en Hokkaido.
Les envío este comunicado desde la sede principal, en España.
La búsqueda no da sus frutos, por mucho que me duela decirlo. Necesitamos más miembros con dones aquí.
En este momento, contamos con seis Lores y Régidas, un levín y dos iniciadas. Las dos últimas no poseen ningún don, aunque este dato es irrelevante.
Tenemos que encontrarle, y nos queda poco tiempo.
Les recuerdo que establecimos la sede en España porque aquí encontramos los restos de fuego fatuo más reciente. Sin embargo, les reitero que necesitamos más dones.
Respondan a esta carta con la mayor urgencia posible.
A.T.T: Eric Blondair.
         *          *          *
-Esta carta la mandé hace tres días, junto a otras similares. Nadie ha respondido aún… a veces pienso que esto me viene grande.
-No pienses eso, hermano. Lo estás haciendo muy bien.
-Katia, aunque agradezco tus palabras de ánimo, sigo enfadado contigo. Y además, queda menos de un año para encontrarla.
Los dos hermanos se quedan en silencio. Katia es demasiado orgullosa para pedir perdón por algo que no considera que haya hecho mal, y Eric está sumido en sus propios pensamientos.
Sombras oscuras comienzan a entrar en la caverna. Son los componentes de la secta.
-Buenas  noches.
Se dan la bienvenida unos a otros y proceden a encender una hoguera.
Marcus abandona la caverna y al rato vuelve con trozos de madera reseca y hojas caídas de los árboles para alimentar un gran fuego que, a ser posible, dure toda la noche.
Una vez encendida, los componentes se colocan a su alrededor y esperan en silencio, cada uno con una cosa en mente.
Una nueva figura sale de la oscuridad y se adentra. Es obvio que no pertenece a esa sede, dado que su túnica no es coma las de los demás –color tinto-, sino verde oliva.
-Buenas noches- dice una voz femenina-. Me llamo Meredith, y vengo de la sede de Irlanda. Creo que vuestro líder me ha convocado.
Un leve murmullo se eleva por la sala. Saben que su líder ha pedido auxilio, pero no esperaban que nadie respondiese.
-Así es, Meredith. Toma lugar alrededor de la hoguera-responde Eric, liberando un suspiro de alivio.
Mikel traga saliva, casi imperceptiblemente. Cree haber reconocido la voz de la nueva chica, y si está en lo cierto, se va a armar un buen jaleo.
-Vosotros también habéis de darme vuestros nombres.
-En efecto; yo soy Eric, ellas son Katia y Hazel, ambas Régidas con mucho prestigio- Meredith las saluda con una inclinación de cabeza- Él es Lord Marcus, y él Lord Ezequiel. Los dos que quedan son Levín Mikel y Lord Agustín.
-Mmmm… ¿Mikel?- murmura Meredith. “No será…”, piensa; “No, imposible. El Mikel que conocía está muerto. No podría estar en la sede más importante, trabajando codo con codo con el líder”
-Bien, levina Meredith. Te pondremos al corriente de nuestra situación en breve. Mientras tanto, come algo. Te sentará bien.
-Estoy segura, pero ya he comido de camino a aquí.
-Está bien. Ahora mismo, contamos con dos iniciadas más en la secta.
Meredith asiente con cada palabra pronunciada por su líder, ahora su nuevo dirigente. Tiene una voz impresionante.
-Puede que el resto de las sedes consideren un acto de rebeldía el haber tomado como iniciadas a dos mundanas-comenta Meredith.
-Ciertamente. Pero, al fin y al cabo, y a todos los efectos, yo  soy el líder, y todas las sedes me consideran como tal.
-Bueno, eso es lo que tú te crees…
No puede seguir. Moni acaba de adentrarse en la caverna, con paso cansino. Odia estar tanto rato despierta. Es una chica más pasiva que activa, excepto con Luna o su querida moto.
La capucha color tinto cubre su rostro, y hasta que no ocupa su lugar, no se da cuenta de que hay algo diferente en la caverna.
-Meredith, esta es nuestra nueva adquisición, Mónica.
-¿Adquisición? ¿Pero es que nos estáis tomando por simples mercancías?
-Monique, por favor, baja la voz.
-¡No me da la gana! ¡Encima de que entro a la fuerza en este antro, ni si quiera os molestáis en considerarnos personas!
-¡Cállate, iniciada!- ruge Lord Marcus- No tienes derecho a hablar así.
Moni obedece. Si hubiese sido otra persona, le habría dado tal contestación que su integridad mental no habría vuelto a ser la misma. Sin embargo, Marcus le parece demasiado imponente. ¡Intentó matarla!
Mira de reojo a la nueva. “¿Cómo ha dicho que se llamaba? Me… me… ¡merde! No me acuerdo”, piensa Moni; la memoria le ha fallado.
Los minutos transcurren, y todos los presentes esperan a Luna, que no aparece.
-Comencemos ya. Está bien-dice Eric, con voz solemne pero cansada- Todos sabemos que nos queda menos de un año para encontrar al Fénix. El tiempo se agota y lo necesitamos. Pero hoy vamos a hacer algo distinto. Dado que nuestro bosque está suficientemente peinado, vamos a recibir a los representantes de todas las sectas del mundo. Os situaréis a esperarlos en cada punto del bosque, e iréis por parejas.
>>Agustín irá con Ezequiel; Katia, con Meredith; Hazel y Marcus juntos, y Mikel y Mónica. La ubicación la decidiréis entre vosotros. Yo me quedaré aquí a la espera de Luna y de los demás representantes, por si alguien viene. Que el fuego sea con vosotros.

En parejas, todos abandonan la caverna silenciosamente, unos enfadados, otros aliviados y otros, simplemente, indiferentes.