CAPITULO
3-FORZADOS.
-Ya se han
ido, hermano.
-Dios… ¿Por
qué le ofrecí entrar en la secta? Luna hubiese tenido menos problemas sin
nosotros, sin mí. No es problema suyo, es solo mío. Ni siquiera es vuestro; fui
yo quien os tuve que meter.
-Templa,
hermano. Ya verás que encontraremos al Fénix. Y además, sabes que a nosotros
nadie nos obligó a seguirte. En cuanto a Luna, si no hubiese entrado en la secta,
ahora estaría muerta.
-Eso
espero… Que todo esto termine cuanto antes.
-¿Sabes
qué? El Fénix es hembra. Gracias a mi conexión, la oigo cantar. Tiene una voz maravillosa.
-Si la
encontramos, disfrutaré tanto o más que tú.
-Hablando
de conexiones, tengo que comentarte una cosa…
La puerta
artificial de uno de los recovecos de la caverna se abre y aparece Mikel.
-Hola,
tíos. Eric, tengo noticias.
-Espera,
Mikel; mi hermana tenía que decirme algo.
-No era
nada importante. Habla tú, Mikel.
-Se han
reunido después del juicio y han tomado una decisión. Vas a tener que trabajar
en el instituto donde estudian las chicas; hacer de niñera, básicamente. Creo
que están buscando un ayudante de cocina, podrías aceptar el puesto.
Katia
suelta una carcajada de alivio. Esperaba que la secta le impusiese un “castigo”
mayor por interceder a favor de Luna. Al final no ha sido para tanto.
-Vaya,
supongo que me lo tengo merecido-dice Eric, simplemente- Será divertido a su
manera.
-No
esperaba que te lo fueras a tomar tan bien, Milord-comenta Mikel con sorna.
-Me lo
tengo merecido-repite Eric, esbozando una sonrisa para convencerse.
-Vamos,
hermano, no te hagas el duro. Mira, si te parece bien y la secta me da su
beneplácito, puedo infiltrarme yo también, como asistenta o…
-No, Katia.
No debes inmiscuírte. No quiero mezclar todavía más a mi familia en este asunto. Iré yo solo, día tras día, a comprobar cómo se desarrolla la vida de la recién
iniciada. Además, cuanto menos nos expongamos a los mundanos, mejor.
-Pues bien,
¿qué le respondo a Marcus?
-Que acepto
su “penalización” con resignación y disciplina. Como a él le gusta. Y a ver si
así nos deja en paz.
El joven líder sale de la amplia caverna con paso decidido y seguro, como si no le
importase la tediosa misión que le acaban de encomendar.
Al llegar
al umbral, antes de desaparecer en la penumbra, se gira al interior de la
estancia.
-Y, Katia,
mantente al margen del asunto. Que no se te vuelva a pasar por la cabeza hacer
lo que acabas de decir.
-Por si no
lo sabías, soy tu hermana mayor-replica la aludida.
-Pero yo soy el varón de la familia, y el líder responsable de toda la secta.
-Pero yo soy el varón de la familia, y el líder responsable de toda la secta.
>> Es
mi última palabra.
* * *
-¡Vamos a
ver, Luna, que me da igual lo sola que estés allí! ¡Yo no me voy a meter en esa
secta, con todos esos tarados llamándome cosas raras!
-No son
unos tarados-protesta Luna- Y no te insultan, solo te han impuesto tu rango en
la secta.
-¡Oh,
vamos! ¡No me digas que te crees esas cosas! Mira, tu sabes que yo te protejo
siempre, y siempre estaré contigo cuando haga falta y cuando no, ma chérie.
Pero de ninguna manera voy a meterme en una secta rara de esas, que venera a un
pájaro que se quema así mismo, para que me laven el cerebro como lo han hecho
contigo.
-¡Oye, eso
no es verdad! ¡A mí no me han lavado nada!- Luna siente como su cara se torna
roja de rabia. ¿Cómo puede su mejor amiga no creerla? Trata de calmarse y de
explicarle mejor la situación- Mira, no estás en posición de elegir, Mónica.
Eric se ha jugado la piel para que te dejen con vida a cambio de, únicamente,
que te unas a la secta y no reveles el secreto, y si no cumples tu parte van a
ir a por ti, a cobrarse tu vida. Tú no sabes de lo que son capaces.
-¡Me
importa una merde lo que vayan a hacerme! Seguro que lo dicen solo para
asustarme. Lo que no saben es que con Mónica Lenoir no se juega.
-Moni,
hazme caso. A esos tipos no se les va la fuerza por la boca. Yo los conozco.
-Entonces
los denunciaré, los demandaré y seré yo quien los lleve a ellos a juicio. Ya
sabes que mi madre es abogada. Además, sé dónde está la cueva en la que se
reúnen. Puedo pillarles in fraganti con la policía cuando yo quiera. ¡Como en
las pelis!
-¿QUÉ?
¡No!-exclama Luna- ¡Monique, no lo entiendes! ¡Si haces eso nos matarán a las
dos, y a tu madre también!
-¡NO
VUELVAS A LLAMARME ASÍ! ¡Me llamo Mónica!
-Mira, no
me importan los conflictos que tengas con tu padre y con Francia en general; soy
tu amiga y no me deberías gritar así.
>>
¿Cómo te lo explico? Que creas o no en el Fénix es irrelevante. Pero, por tu
bien, deberías comprender todo el poder que tiene cada uno de los miembros de
esa secta. Con una sola palabra, con un solo pensamiento pueden destruir tu
vida y la de tu madre, o esclavizaros, o algo peor. Oh, Moni, ¿Cómo haré que me
creas?
Luna está desesperada.
Ella había tratado de que no obligasen a su amiga a ingresar, pero su esfuerzo fue en vano.
-No puedes
hacer nada. En cuanto llegue, hablaré con mi madre y… ¡¿Pero qué coño...?!
-¿Qué pasa
Moni?
Las dos
amigas se han quedado de piedra. Tras salir de la cueva, se han dirigido, sin
dejar de discutir, hacia donde creían haber dejado la moto. Al fin, la han
encontrado.
Bien grande
es la sorpresa que reciben al verla con raíces y tallos creciendo alrededor de
ruedas y motor.
-¡¿Qué?!
¡Mi moto!
Moni sale
corriendo en cuanto sale de su asombro.
-¡Luna!
¡Ayúdame! ¡Mi moto!
Luna tarda
algo más en reaccionar.
Ambas
intentan con todas sus fuerzas arrancar las raíces, pero no lo consiguen.
-Nada… es
imposible sacarla-dice Moni, que se desanima nada más pensar en dejarla ahí.
-Mmm… Al
menos, han dejado de crecer.
Moni se
sienta en el suelo embarrado y mira la maraña de nudos que las raíces han
creado alrededor de la moto.
-Algo de
mágico tiene todo, ¿verdad?
-Si… ¡No!
Es… extraño, solo eso.
-Moni, esto
es como el Fénix. No hables a nadie de la secta. Por favor, ellos se han
convertido en mi familia, y pueden
convertirse también en la tuya.
-Nunca
serán mi familia.
-¿Pero…?
-No
revelaré la identidad de tu “querida” secta y me uniré a ella, cubriré mi
rostro y no trataré de quitar las ridículas capuchas a tus “amigos”; no
revelaré la ubicación… y juraré fidelidad al Fénix.
A Luna se
le ilumina el rostro con una radiante sonrisa. Su mejor amiga va a ingresar
junto a ella en la secta. Están más unidas que nunca.
-Moni,
gracias-dice mientras se tira a sus brazos y le da un fuerte beso en la
mejilla, cosa que Moni odia.
-¡Eh!
Vamos, para ya-replica Moni- ¡Ya lo tengo!
-¿El qué?
-Sé cómo
sacar mi moto de ahí-señala las raíces- ¿Alguna vez se te han enrollado muchos
cables y no podías desenrollarlos?
-Sí, pero
no te sigo.
-El caso es
que hay siempre un cable del que, si tiras, los demás se acaban cayendo. Me da
la sensación de que con las raíces puede pasar lo mismo-dice, mientras se
acerca a la moto sepultada y mete la mano por un hueco que encuentra cerca de
la rueda trasera, pero la retira enseguida, exclamando- ¡Ay, ay, ay! Qué asco, hay bichos.
-Anda,
déjame a mí-dice Luna, que es menos escrupulosa- Creo que esa es nuestra raíz.
Luna mete
la mano por el mismo hueco que Moni, y busca a tientas una raíz de la que
parece que crecen las demás. En cuanto la encuentra, tira de ésta y poco a
poco, las demás van desprendiéndose.
Quedan unas
cuantas entrelazadas en las ruedas, pero entre las dos, consiguen quitarlas
todas.
Las dos
chicas, ya más animadas, retiran las restantes y, por fin, consiguen subir al
vehículo. Arrancan la moto y, a trompicones, salen por la vereda y llegan a la
carretera. Las dos guardan silencio, hasta que Luna recuerda algo:
-¡Moni, ¿La
rueda no estaba pinchada?!-grita ésta, intentando hacerse oír por encima del
sonido del aire ensordecedor.
-¡Es
verdad! Cuando llegue a mi casa le echaré un vistazo.
* * *
-Bien, todo
parece en orden… ¿De verdad no le importa sustituir un mes a un profesor, totalmente
gratis?
-De verdad,
señora directora.
-Por favor,
no me llame así. Llámeme María Jesús.
-De
acuerdo, como quiera.
-Entonces…
solo me queda darle la bienvenida a nuestro humilde instituto y darle las
gracias por hacerlo sin remuneración, señorita…- la directora hace una pausa, para echar
un último vistazo al currículo y fijarse en el nombre de la sustituta- señorita
Valles.
-Se
pronuncia “Vals” como el baile- dice con una sonrisa demasiado amplia para ser
verdadera.
-Oh,
discúlpeme. Pues queda usted contratada como profesora suplente de la
asignatura de historia, Lucía Valls-dice María Jesús, procurando pronunciar
bien el nombre de la chica.
-Estupendo.
Las dos
mujeres sellan el pacto con una firma y un apretón de manos.
-De verdad,
no sabe cuánto le agradezco que lo haga gratuitamente; este año no andamos muy bien,
económicamente hablando.
-No tiene
por qué darlas. Si es solo un mes, prefiero utilizarlo como simple práctica.
-¿Le parece
bien empezar mañana, lunes?
-Me parece
perfecto.
-Pues hasta
mañana.
-Adiós,
pase buena tarde.
-Igualmente.
Lucía sale
del despacho y cruza el patio principal del instituto para llegar a la puerta
trasera, por donde el profesorado sale del edificio. Antes de salir se detiene
en la secretaría, a la espera de que la secretaria del instituto aparezca y le
dé su cuaderno didáctico y su horario.
La secretaría
es una habitación espaciosa, con paredes pintadas de amarillo y techo alto, un ordenador
bastante antiguo y un par de fotocopiadoras enormes detrás de él. Además, hay estanterías
llenas de libros, y al fondo de la sala hay otra estantería de madera repleta
de espejos y bandejas de plata, por extraño que parezca.
Se acerca a
este último mueble y examina su imagen reflejada en la platería.
Lucía
Valls es una mujer de grandes virtudes. Aparte de su inteligencia, su físico
le ha abierto muchas puertas. Tiene veinticuatro años, un cuerpo esbelto con
todas sus formas perfectas y unos generosos senos. El pelo largo, lacio y negro
como la noche lo lleva recogido en una coleta formal; sus facciones delicadas y
los ángulos de sus pómulos hacen que su faz se vea exquisita. Sus labios rosados
y carnosos dejan entre ver unos dientes blancos y perfectos. Sus ojos, a simple
vista, podrían parecer verdes, pero si te fijas el verde se transforma en un
azul profundo y oscuro.
Pero,
¿quién tiene tiempo de fijarse en los ojos de una simple mundana?
Lucía
alarga la mano para tocar una de las bandejas de plata, la más grande, donde se
ve reflejada casi de cuerpo entero, pero una voz a sus espaldas la detiene.
-Disculpe,
¿qué hace usted aquí?
-¿Es usted
la secretaria?
-Sí, soy
yo. ¿Y usted?
-Soy la
nueva profesora sustituta. Venía a que me diese los horarios. Empiezo mañana y
me gustaría tenerlos ya a mano.
-Por
supuesto-dice la secretaria, con reserva.- ¿Y cómo dice que se llama?
-Lucía,
Lucía Valls.
-Hum… aquí
están. De la asignatura de historia, ¿verdad?
-Así es.
¿Cómo lo ha sabido?
-Bueno, es
la única asignatura que necesita sustitución. Tome- dice la mujer tendiéndole
un cuaderno con muchos folios dentro.
-Gracias.
Nos veremos mañana, señorita…-deja la frase incompleta, a modo de pregunta.
-Marisa
Castillo.
-Nos
veremos.
-Así lo
creo.
Lucía sale
del instituto y avanza por las calles. Un coche lleno de universitarios se
detiene ante ella.
-Eh, guapa.
¿Subes?
-Dejadme,
niñatos.
-Uy, te
gusta la pelea, ¿no?
La sonrisa
de Lucia se congela, y con ella, el color de sus ojos, que se vuelven grises,
gélidos, casi blancos. Un color que acaba por espantar a los universitarios.
Una vez
sola, el móvil de Lucía vibra.
-¿Sí?
-¿Dónde
estás?- habla una voz masculina.
-Ya voy
para casa.
-¡NO! No
cuelgues. ¿A dónde has ido?
-Ya voy para casa-repite-. Por cierto, Eric, conozco tu trabajito secreto en el instituto desde hace más tiempo del que se te ordenó... ya llevas un año trabajando allí, ¿no? Creo que me debes una explicación. Ah, y a cambio de mi silencio, me dejarás vía libre- añade.
-Ya voy para casa-repite-. Por cierto, Eric, conozco tu trabajito secreto en el instituto desde hace más tiempo del que se te ordenó... ya llevas un año trabajando allí, ¿no? Creo que me debes una explicación. Ah, y a cambio de mi silencio, me dejarás vía libre- añade.
-Katia, ¡Katia!- la voz grita a través del teléfono, pero es tarde. Katia ya ha
colgado.
Katia
Blondair sonríe, muy ufana; guarda el teléfono y reanuda la marcha.
Los ojos de
Lucía Valls vuelven a ser los que eran.
Katia
Blondair camina satisfecha hacia su casa. Le encanta hacer un poco de teatro
entre los mundanos.
Katia
Blondair y Lucía Valls son la misma persona.
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