jueves, 17 de julio de 2014

Capítulo 3. FORZADOS.

CAPITULO 3-FORZADOS.
-Ya se han ido, hermano.
-Dios… ¿Por qué le ofrecí entrar en la secta? Luna hubiese tenido menos problemas sin nosotros, sin mí. No es problema suyo, es solo mío. Ni siquiera es vuestro; fui yo quien os tuve que meter.
-Templa, hermano. Ya verás que encontraremos al Fénix. Y además, sabes que a nosotros nadie nos obligó a seguirte. En cuanto a Luna, si no hubiese entrado en la secta, ahora estaría muerta.
-Eso espero… Que todo esto termine cuanto antes.
-¿Sabes qué? El Fénix es hembra. Gracias a mi conexión, la oigo cantar. Tiene una voz maravillosa.
-Si la encontramos, disfrutaré tanto o más que tú.
-Hablando de conexiones, tengo que comentarte una cosa…
La puerta artificial de uno de los recovecos de la caverna se abre y aparece Mikel.
-Hola, tíos. Eric, tengo noticias.
-Espera, Mikel; mi hermana tenía que decirme algo.
-No era nada importante. Habla tú, Mikel.
-Se han reunido después del juicio y han tomado una decisión. Vas a tener que trabajar en el instituto donde estudian las chicas; hacer de niñera, básicamente. Creo que están buscando un ayudante de cocina, podrías aceptar el puesto.
Katia suelta una carcajada de alivio. Esperaba que la secta le impusiese un “castigo” mayor por interceder a favor de Luna. Al final no ha sido para tanto.
-Vaya, supongo que me lo tengo merecido-dice Eric, simplemente- Será divertido a su manera.
-No esperaba que te lo fueras a tomar tan bien, Milord-comenta Mikel con sorna.
-Me lo tengo merecido-repite Eric, esbozando una sonrisa para convencerse.
-Vamos, hermano, no te hagas el duro. Mira, si te parece bien y la secta me da su beneplácito, puedo infiltrarme yo también, como asistenta o…
-No, Katia. No debes inmiscuírte. No quiero mezclar todavía más a mi familia en este asunto. Iré yo solo, día tras día, a comprobar cómo se desarrolla la vida de la recién iniciada. Además, cuanto menos nos expongamos a los mundanos, mejor.
-Pues bien, ¿qué le respondo a Marcus?
-Que acepto su “penalización” con resignación y disciplina. Como a él le gusta. Y a ver si así nos  deja en paz.
El joven líder sale de la amplia caverna con paso decidido y seguro, como si no le importase la tediosa misión que le acaban de encomendar.
Al llegar al umbral, antes de desaparecer en la penumbra, se gira al interior de la estancia.
-Y, Katia, mantente al margen del asunto. Que no se te vuelva a pasar por la cabeza hacer lo que acabas de decir.
-Por si no lo sabías, soy tu hermana mayor-replica la aludida.
-Pero yo soy el varón de la familia, y el líder responsable de toda la secta.
>> Es mi última palabra.
* * *
-¡Vamos a ver, Luna, que me da igual lo sola que estés allí! ¡Yo no me voy a meter en esa secta, con todos esos tarados llamándome cosas raras!
-No son unos tarados-protesta Luna- Y no te insultan, solo te han impuesto tu rango en la secta.
-¡Oh, vamos! ¡No me digas que te crees esas cosas! Mira, tu sabes que yo te protejo siempre, y siempre estaré contigo cuando haga falta y cuando no, ma chérie. Pero de ninguna manera voy a meterme en una secta rara de esas, que venera a un pájaro que se quema así mismo, para que me laven el cerebro como lo han hecho contigo.
-¡Oye, eso no es verdad! ¡A mí no me han lavado nada!- Luna siente como su cara se torna roja de rabia. ¿Cómo puede su mejor amiga no creerla? Trata de calmarse y de explicarle mejor la situación- Mira, no estás en posición de elegir, Mónica. Eric se ha jugado la piel para que te dejen con vida a cambio de, únicamente, que te unas a la secta y no reveles el secreto, y si no cumples tu parte van a ir a por ti, a cobrarse tu vida. Tú no sabes de lo que son capaces.
-¡Me importa una merde lo que vayan a hacerme! Seguro que lo dicen solo para asustarme. Lo que no saben es que con Mónica Lenoir no se juega.
-Moni, hazme caso. A esos tipos no se les va la fuerza por la boca. Yo los conozco.
-Entonces los denunciaré, los demandaré y seré yo quien los lleve a ellos a juicio. Ya sabes que mi madre es abogada. Además, sé dónde está la cueva en la que se reúnen. Puedo pillarles in fraganti con la policía cuando yo quiera. ¡Como en las pelis!
-¿QUÉ? ¡No!-exclama Luna- ¡Monique, no lo entiendes! ¡Si haces eso nos matarán a las dos, y a tu madre también!
-¡NO VUELVAS A LLAMARME ASÍ! ¡Me llamo Mónica!
-Mira, no me importan los conflictos que tengas con tu padre y con Francia en general; soy tu amiga y no me deberías gritar así.
>> ¿Cómo te lo explico? Que creas o no en el Fénix es irrelevante. Pero, por tu bien, deberías comprender todo el poder que tiene cada uno de los miembros de esa secta. Con una sola palabra, con un solo pensamiento pueden destruir tu vida y la de tu madre, o esclavizaros, o algo peor. Oh, Moni, ¿Cómo haré que me creas?
Luna está desesperada. Ella había tratado de que no obligasen a su amiga a ingresar, pero su esfuerzo fue en vano.
-No puedes hacer nada. En cuanto llegue, hablaré con mi madre y… ¡¿Pero qué coño...?!
-¿Qué pasa Moni?
Las dos amigas se han quedado de piedra. Tras salir de la cueva, se han dirigido, sin dejar de discutir, hacia donde creían haber dejado la moto. Al fin, la han encontrado.
Bien grande es la sorpresa que reciben al verla con raíces y tallos creciendo alrededor de ruedas y motor.
-¡¿Qué?! ¡Mi moto!
Moni sale corriendo en cuanto sale de su asombro.
-¡Luna! ¡Ayúdame! ¡Mi moto!
Luna tarda algo más en reaccionar.
Ambas intentan con todas sus fuerzas arrancar las raíces, pero no lo consiguen.
-Nada… es imposible sacarla-dice Moni, que se desanima nada más pensar en dejarla ahí.
-Mmm… Al menos, han dejado de crecer.
Moni se sienta en el suelo embarrado y mira la maraña de nudos que las raíces han creado alrededor de la moto.
-Algo de mágico tiene todo, ¿verdad?
-Si… ¡No! Es… extraño, solo eso.
-Moni, esto es como el Fénix. No hables a nadie de la secta. Por favor, ellos se han convertido en  mi familia, y pueden convertirse también en la tuya.
-Nunca serán mi familia.
-¿Pero…?
-No revelaré la identidad de tu “querida” secta y me uniré a ella, cubriré mi rostro y no trataré de quitar las ridículas capuchas a tus “amigos”; no revelaré la ubicación… y juraré fidelidad al Fénix.
A Luna se le ilumina el rostro con una radiante sonrisa. Su mejor amiga va a ingresar junto a ella en la secta. Están más unidas que nunca.
-Moni, gracias-dice mientras se tira a sus brazos y le da un fuerte beso en la mejilla, cosa que Moni odia.
-¡Eh! Vamos, para ya-replica Moni- ¡Ya lo tengo!
-¿El qué?
-Sé cómo sacar mi moto de ahí-señala las raíces- ¿Alguna vez se te han enrollado muchos cables y no podías desenrollarlos?
-Sí, pero no te sigo.
-El caso es que hay siempre un cable del que, si tiras, los demás se acaban cayendo. Me da la sensación de que con las raíces puede pasar lo mismo-dice, mientras se acerca a la moto sepultada y mete la mano por un hueco que encuentra cerca de la rueda trasera, pero la retira enseguida, exclamando- ¡Ay, ay, ay! Qué asco, hay bichos.
-Anda, déjame a mí-dice Luna, que es menos escrupulosa- Creo que esa es nuestra raíz.
Luna mete la mano por el mismo hueco que Moni, y busca a tientas una raíz de la que parece que crecen las demás. En cuanto la encuentra, tira de ésta y poco a poco, las demás van desprendiéndose.
Quedan unas cuantas entrelazadas en las ruedas, pero entre las dos, consiguen quitarlas todas.
Las dos chicas, ya más animadas, retiran las restantes y, por fin, consiguen subir al vehículo. Arrancan la moto y, a trompicones, salen por la vereda y llegan a la carretera. Las dos guardan silencio, hasta que Luna recuerda algo:
-¡Moni, ¿La rueda no estaba pinchada?!-grita ésta, intentando hacerse oír por encima del sonido del aire  ensordecedor.
-¡Es verdad! Cuando llegue a mi casa le echaré un vistazo.
* * *
-Bien, todo parece en orden… ¿De verdad no le importa sustituir un mes a un profesor, totalmente gratis?
-De verdad, señora directora.
-Por favor, no me llame así. Llámeme María Jesús.
-De acuerdo, como quiera.
-Entonces… solo me queda darle la bienvenida a nuestro humilde instituto y darle las gracias por hacerlo sin remuneración, señorita…- la directora hace una pausa, para echar un último vistazo al currículo y fijarse en el nombre de la sustituta- señorita Valles.
-Se pronuncia “Vals” como el baile- dice con una sonrisa demasiado amplia para ser verdadera.
-Oh, discúlpeme. Pues queda usted contratada como profesora suplente de la asignatura de historia, Lucía Valls-dice María Jesús, procurando pronunciar bien el nombre de la chica.
-Estupendo.
Las dos mujeres sellan el pacto con una firma y un apretón de manos.
-De verdad, no sabe cuánto le agradezco que lo haga gratuitamente; este año no andamos muy bien, económicamente hablando.
-No tiene por qué darlas. Si es solo un mes, prefiero utilizarlo como simple práctica.
-¿Le parece bien empezar mañana, lunes?
-Me parece perfecto.
-Pues hasta mañana.
-Adiós, pase buena tarde.
-Igualmente.
Lucía sale del despacho y cruza el patio principal del instituto para llegar a la puerta trasera, por donde el profesorado sale del edificio. Antes de salir se detiene en la secretaría, a la espera de que la secretaria del instituto aparezca y le dé su cuaderno didáctico y su horario.
La secretaría es una habitación espaciosa, con paredes pintadas de amarillo y techo alto, un ordenador bastante antiguo y un par de fotocopiadoras enormes detrás de él. Además, hay estanterías llenas de libros, y al fondo de la sala hay otra estantería de madera repleta de espejos y bandejas de plata, por extraño que parezca.
Se acerca a este último mueble y examina su imagen reflejada en la platería.
Lucía Valls es una mujer de grandes virtudes. Aparte de su inteligencia, su físico le ha abierto muchas puertas. Tiene veinticuatro años, un cuerpo esbelto con todas sus formas perfectas y unos generosos senos. El pelo largo, lacio y negro como la noche lo lleva recogido en una coleta formal; sus facciones delicadas y los ángulos de sus pómulos hacen que su faz se vea exquisita. Sus labios rosados y carnosos dejan entre ver unos dientes blancos y perfectos. Sus ojos, a simple vista, podrían parecer verdes, pero si te fijas el verde se transforma en un azul profundo y oscuro.
Pero, ¿quién tiene tiempo de fijarse en los ojos de una simple mundana?
Lucía alarga la mano para tocar una de las bandejas de plata, la más grande, donde se ve reflejada casi de cuerpo entero, pero una voz a sus espaldas la detiene.
-Disculpe, ¿qué hace usted aquí?
-¿Es usted la secretaria?
-Sí, soy yo. ¿Y usted?
-Soy la nueva profesora sustituta. Venía a que me diese los horarios. Empiezo mañana y me gustaría tenerlos ya a mano.
-Por supuesto-dice la secretaria, con reserva.- ¿Y cómo dice que se llama?
-Lucía, Lucía Valls.
-Hum… aquí están. De la asignatura de historia, ¿verdad?
-Así es. ¿Cómo lo ha sabido?
-Bueno, es la única asignatura que necesita sustitución. Tome- dice la mujer tendiéndole un cuaderno con muchos folios dentro.
-Gracias. Nos veremos mañana, señorita…-deja la frase incompleta, a modo de pregunta.
-Marisa Castillo.
-Nos veremos.
-Así lo creo.
Lucía sale del instituto y avanza por las calles. Un coche lleno de universitarios se detiene ante ella.
-Eh, guapa. ¿Subes?
-Dejadme, niñatos.
-Uy, te gusta la pelea, ¿no?
La sonrisa de Lucia se congela, y con ella, el color de sus ojos, que se vuelven grises, gélidos, casi blancos. Un color que acaba por espantar a los universitarios.
Una vez sola, el móvil de Lucía vibra.
-¿Sí?
-¿Dónde estás?- habla una voz masculina.
-Ya voy para casa.
-¡NO! No cuelgues. ¿A dónde has ido?
-Ya voy para casa-repite-. Por cierto, Eric, conozco tu trabajito secreto en el instituto desde hace más tiempo del que se te ordenó... ya llevas un año trabajando allí, ¿no? Creo que me debes una explicación. Ah, y a cambio de mi silencio, me dejarás vía libre- añade.
-Katia, ¡Katia!- la voz grita a través del teléfono, pero es tarde. Katia ya ha colgado.
Katia Blondair sonríe, muy ufana; guarda el teléfono y reanuda la marcha.
Los ojos de Lucía Valls vuelven a ser los que eran.
Katia Blondair camina satisfecha hacia su casa. Le encanta hacer un poco de teatro entre los mundanos.

Katia Blondair y Lucía Valls son la misma persona.

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