martes, 6 de octubre de 2015

Capítulo 6. TÉ CALIENTE.



Los miembros empiezan a llegar a la caverna.
Conforme las personas van entrando, sin más compañeros, Eric se desanima cada vez más.
Todos han acabado su propia búsqueda.
El líder comparece ante todos:
-Compañeros de la secta, esta noche no encuentro las fuerzas necesarias para continuar. Estos últimos días han sido extenuantes, ya  no sé dónde puede estar nuestra salvación. Temo haber perdido la esperanza, pero a mi pesar, así es. Y si se supone que la esperanza es lo último que se pierde… entonces no nos queda nada.
-Espera- dice, cómo no, Mónica- Quieres decir que después de volvernos locos buscando un pájaro mitológico que arde en su propia llama y que canta como una sirena, hoy, por fin, ¿lo vais a dejar?
-No exactamente, iniciada. Seguiremos buscándolo hasta los confines de las Dimensiones existentes, pero en lo que a mí respecta, no he cumplido correctamente la misión, y además no me veo con fuerzas para completarla. Por este motivo, dejaré el cargo de líder de la Secta.
En la caverna se hace un silencio sepulcral.
La figura encapuchada de Marcus da un paso adelante.
-Bravo, Eric. Has tardado tiempo en darte cuenta, pero al final, te has retirado- “Parece el típico malo de película con escaso presupuesto”, piensa Moni; “Solo le falta retorcerse las manos, como un genio loco.”
-¡No!- grita Luna, angustiada ante esa idea- aún no ha dicho su última palabra.
“Por favor, no me abandones tú, Eric” suspira la chica en silencio.
-Sí la ha dicho, y en cualquier caso, no eres quién para interferir en las decisiones de la secta. Aún no eres una veterana.
-En realidad, Lord Marcus, la Veterana Luna tiene razón- dice entonces Eric, enfatizando la palabra “veterana”-. Mañana os comunicaré mi decisión final. Hasta entonces, podéis marcharos. Los representantes, ¿disponéis ya de alojamiento para estos días?
-Nosotros sí- responden Ben-Beley y Aramis.
-Yo no dispongo de alojamiento -dice Meredith, con voz inocente y acompañada de una risita innecesaria que pone de los pelos de punta a Mikel-. No me acordé de reservar cuando llegué. De todas formas, seguro que en un pueblo pequeño y pintoresco como este no quedaría una habitación libre para mí.
-Si continúas al fondo de la caverna encontrarás una pequeña socavadura acondicionada como una habitación individual. Podrás quedarte esta noche, y mañana buscarás domicilio.
-Me parece bien- dice la irlandesa, con un tono que deja claro que esperaba otra cosa.
-De acuerdo, entonces. Hasta mañana- masculla Eric, mientras se pellizca el puente de la nariz para hacer desaparecer su terrible jaqueca.
El primero en salir es Marcus, seguido de sus acólitos Agustín y Ezequiel. Meredith se dirige hacia las entrañas de la cueva. Katia y Hazel salen de la caverna con expresión preocupada,cabizbajas y con sus hombros hundidos. Mikel se mueve tan rápido que apenas se le ve salir. Al final solo quedan tres.
Mientras que para Luna es una situación agradable y familiar, ya que se encuentra entre sus dos personas favoritas, para Moni es una situación terriblemente incómoda. Es incluso peor que cuando tuvo que ir tres tardes por semana al psicólogo infantil. Quiere irse de una vez, pero, por primera vez, no se atreve a romper el silencio, y eso la pone de los nervios.
-Eric, no te vayas- suplica Luna, con las manos juntas.
-Luna, no puedo explicarte el por qué ahora, pero pronto lo entenderás.
Moni arquea una ceja. Ha notado un matiz raro en la voz de su líder… ¿¡Pero en que está pensando?! No es su líder, es el jefe de un grupo de chalados; sin embargo… bien sabe que su amabilidad ha hecho mella en ella. Y si se va, las consecuencias para ambas seríanespantosas.
-Eric, quédate, por favor. De no ser por ti, me habrían matado, y a Luna le habrían cortado la lengua. Te debo la vida, y creo que hago bien suplicándote que te quedes… y que sepas que no suplico. Nunca y a nadie- argumenta la francesa.
Un silencio absoluto se instala entre ellos. Luna se alegra enormemente de que su amiga laapoye en esto.
-No me iré- dice Eric, tras dejar correr unos momentos de profunda reflexión-. Agradezco el esfuerzo, Mónica.
-Entonces, ¿seguirás siendo líder?- pregunta Moni, a quien no le gusta quedarse con la duda.
-Sí- asiente el líder-. Por vosotras, y… ¡qué narices! Porque no pienso darle esa satisfacción a Marcus.
Luna da una palmada de alegría y luego duda un momento sobre si debería o no abrazar a Eric. Antes de que pueda decidirlo, el líder le pone la mano sobre el hombro. Es un gesto propio de un líder que, sin embargo, Eric no quería hacer. Luego se aparta hacia donde Moni les observa, menos inquieta que antes, aunque está claro que quiere marcharse ya.
-Gracias por apoyarme, no lo olvidaré.
-Más te vale, líder- dice ella, aparentemente indiferente, aunque en el fondo agradece que no lahaya llamado “iniciada”.
-Puedes estar segura. Confía en mí.
Y se marcha. En ese momento Moni comprende que la última frase de Eric tiene otro sentido, pues le acaba de pedir que confíe en él no solo como líder, sino como persona.
         *          *          *
-¡Eric!
-Hola, Kat.
Katia ha saltado del sofá al verlo, muerta de preocupación.
- No lo has dicho en serio, ¿verdad? Lo de dejar el liderazgo...
-Tranquilízate, Kat. Lo he meditado mucho, y no lo voy a dejar. Continuaré ejerciendo de líder, como nuestro padre quiso que fuese.
-Por el Fénix, Eric... -resopla Katia, exasperada- A la abuela y a mí casi nos da algo.
-Lo sé, ya he hablado con ella de esto. Mañana hablaré ante la secta y continuaré hasta morir por la causa.
-O hasta que la encontremos- puntualiza ella-. Aún hay tiempo.
Eric acaba de llegar al pequeño apartamento que comparte con su hermana. Ha dado un rodeo por las calles empedradas de Albarracín. Le encanta ese pueblo, sobre todo su casco antiguo. Le encanta el tacto frío de la piedra con la que están hechas las paredes, el metal oscuro que cubre las rejas de las ventanas, y, sobre todo, le encantan las salamandras que adornan las puertas y ventanas de las casas más antiguas.
Siente la mirada de su hermana clavándose en él.
-¿Qué tomas? – pregunta Eric, fijándose en la taza de porcelana que tiene Katia en las manos.
-Un té.
-¿Un qué?
-Un té, una bebida mundi con propiedades relajantes.
-¿Sabes prepararlo?
-Sí.
-¿Y mi querida hermana podría prepararme uno?
-No seas zalamero. Te lo prepararé, pero ahora mismo te vas a sentar y me vas a escuchar... ¡No! En el sofá no, que estaba yo.
Con una sonrisa, Eric se levanta del sofá rojo y coge una silla de la mesa de cristal recubierta por un mantel azul, a juego con las paredes del mismo color. Se sienta y espera a su hermana.
Aunque ninguno se ha disculpado, la hostilidad entre ellos parece haber acabado.
De fondo, se oye cerrarse el armario de la vajilla y el sonido del agua del grifo, después el microondas y seguidamente a Katia soltando alguna palabrota mundana.
A los pocos segundos, aparece con una taza idéntica a la suya llena de humeante té.
-¡Arg! ¡Quema! Pero bueno, ¿qué es esto?
-Ya te lo dije, es té- dice Katia, sonriendo tras su taza de porcelana-. Anda, sopla antes de beber y atiende.
Eric le hace caso, sopla y bebe un sorbo que le calienta la garganta sin llegar a ser doloroso.
-Eric,- susurra Katia, repentinamente seria- ya sabes que tengo conexión con el Fénix.
Eric asiente. Conoce muy bien el don de su hermana, pero le resulta extraño que lo mencione. No suele hacerlo.
-Sí, pero no sé a dónde quieres llegar.

-Esa conexión… La he sentido muy fuerte desde que Mónica llegó a la secta.