CAPITULO
4-GUARDA.
Es lunes
otra vez, para desgracia de cualquiera en general y de Moni en particular. El
cielo está bastante despejado, casi raso, con la sola excepción de algún
nubarrón aislado. La hora del recreo hace que el odiado día sea algo más llevadero.
El
bachillerato de las chicas empieza a intensificarse.
-¿Salimos
hoy del colegio?-pregunta Luna.
-No, casi
todos los lunes me pasa algo malo. Prefiero no tentar a la suerte y quedarme
aquí.
A petición
de la francesa, se sientan en un banco cercano a la cafetería. Allí, Moni
termina de sorber su café mientras Luna la observa pensativa.
-Moni.
-Dime.
-¿No te
parece raro que la suplente de historia
trabaje gratis en el colegio? Es decir, ¿quién hace eso en España, con la que
está cayendo?
-Alguien idiota-responde
Moni-, sin duda.
-Y, sin
embargo, parece una mujer inteligente y astuta, como si para cada cosa en su
vida tuviese ya un complejo plan en su mente.
-Luna,
¿cómo puedes creer conocerla tan bien? ¡Acabamos de tener nuestra primera clase
con ella!
-No digo
que la conozca, simplemente me parece sospechosa, es una corazonada. Además, no
me digas que no es extraño que nadie, ni siquiera la directora, sepa de dónde
viene ni dónde terminó sus estudios. ¡Y lo más raro es que ni siquiera les
importa! Como si esa mujer les hubiese persuadido…
-Por favor,
Luna. Deja de ver fantasmas donde no los hay. Solo es una suplente, ¿a quién le
importa de dónde venga si se va a ir en cuanto vuelva la profe titular?
Así y todo,
Luna no se puede quitar el asunto de la profesora nueva de la cabeza. Y en el
fondo eso es bueno, ya que ello las aleja del tema de la secta y los misterios
que entraña.
Por extraño
que parezca, Moni no ha querido volver a hablar del tema de la secta,
posiblemente, porque ha tenido que aceptar esa nueva realidad que cambiará su
vida progresivamente.
Pero Luna
no quiere presionar a su amiga a aceptarlo. Ella tuvo la suerte de tener a Eric
en su momento, y ahora Moni la tiene a ella para lo que sea.
-Además-continúa
Monique, lo que hace que Luna vuelva a la realidad-, se ve que no es
desconocida para todos.
-¿Qué
quieres decir?
-Mantiene
una estrecha relación con el guarda de la cocina, el tal Ismael. El que deja un
pequeño rastro de su perfección cuando pasas por su lado.
-¿Cómo?
¿Están liados?
El guarda
de cocina del instituto, el terriblemente guapo Ismael López, lleva trabajando
allí desde el curso pasado. Este es su segundo año, y aun así, la mayoría de
chicas no se acostumbran todavía a su presencia. Todas se quedan embobadas
cuando él descarga cajas en la cafetería, cuando coloca la vajilla recién limpia, o, sobre todo, cuando pasa muy cerca de alguna chica y esa chica puede
aspirar su aroma, su fragancia a limón y a perfección, queda al instante
paralizada, fulminada por un rayo de fascinación procedente de su cuerpo
musculado y esbelto, de su cara angelical de ojos marinos y de su pelo negro y
frondoso como la noche cerrada.
-Bueno, eso
es lo que dicen todos-comenta Mónica-. Pero la verdad es que es lo que
aparentan. Aunque él sea más joven que ella, siempre están juntos, siempre
hablando muy bajito para que nadie les pueda oír. Ella siempre se ríe mucho con
él, pero él prefiere mantenerse serio, por profesionalidad más que nada. Ah, y
se le ha visto a él agarrarla de la cintura o de la muñeca y llevársela a otra
parte más apartada. La última vez fue en el almacén de la cafetería. ¡Qué
barbaridad! La gente no sabe disimular nada.
Luna traga
saliva. Las facciones de su cara se vuelven raras por un instante, que pasa y
vuelve a ser el que era.
Todo ha
pasado muy rápido, pero a Moni le ha dado tiempo a percatarse de ello.
-Espera...
¿Te gusta el guarda? ¿Estás celosa?
-¿Qué? ¡No!
-¡A ti te
gusta el guarda!- dice Moni, aún más alto.
-¡Que
no, joder! ¡Cállate ya!
El rostro
de Luna se torna rojo, de ira y de vergüenza. Parece que en cualquier momento
le va a salir humo de las orejas.
Y Mónica es
cauta, y sabe que cuando su amiga se pone así, es mejor olvidarse del tema.
-Está bien,
está bien. Oye…- Moni lleva horas dándole vueltas a una cosa- ¿Qué es lo que la
tal Hazel me llamó… “Desde ahora, Monique Lenoir es una…”? ¿Una qué?
A Luna la
pregunta le pilla desprevenida. Es la primera vez que le habla sobre la secta.
-Te llamó
iniciada.
-Explícate.
-Eh,
veras, el haberte llamado iniciada es simplemente definir tu rango en la secta.
El rango de iniciada es el más bajo; después van los veteranos o veteranas,
como yo, que es un rango superior. Después los levines o levinas, como Mikel, y
por último están los más poderosos, los Lores, y las Régidas o Dóminas- Luna ha
soltado todo de una parrafada y sin apenas parar para coger aire. Es
sorprenderme para ella el que Moni haya hecho esa pregunta.
¿Estará
aceptando que pertenece a la secta?
* * *
Tras la
fatídica jornada del lunes, llega el tan esperado momento: suena el timbre de
las clases, y tanto profesores como alumnos salen, en cuanto pueden, disparados
a la salida.
Por su
parte, Moni no puede evitar levantar sus esbeltos brazos hacia el cielo y
exclamar algo en francés con alegría.
Cuando por
fin están fuera del edificio, pueden hablar con tranquilidad.
-¿Me
acompañas hoy a casa?- pregunta Luna.
-No, me voy
en moto-responde.
-Vale-acepta
Luna. De hecho, lo prefiere así, ya que en ese momento tiene mil cosas en la
cabeza. No para de darle vueltas a lo mismo; y es que, desde que Moni ingresó
en la secta, habían pasado cosas muy extrañas. Más que de costumbre.
Ayer
domingo habían regresado del bosque cerca de las cinco, que fue casi la hora a
la que habían ido a la playa el día anterior.
Habían
pasado toda la tarde y la noche fuera y no llamaron a su casa ni una vez, dado
que en el bosque no había cobertura y ni siquiera tenían batería.
Frente a la
puerta de su casa, y después de que Moni le hubiera deseado suerte, buscó sus
llaves en el bolsillo, cuando cayó en la cuenta de que había vuelto a
olvidárselas en casa. Como siempre. Eso significaba que no tenía escapatoria.
Con un dedo tembloroso llamó al timbre un par de veces hasta que le abrieron la
puerta. Había esperado que fuera un policía o su madre llorosa, pero la recibió
su indiferente hermana Yaiza. Tenía el pelo recogido en una coleta baja
deshecha, y había salido a recibirla en sujetador y mallas, sin cortarse un
pelo. Luna tuvo la impresión de que aunque la calle hubiese estado llena de
gente, su hermana hubiese salido tal cual estaba.
Así, sin ningún complejo.
Su hermana
mascaba un chicle y escuchaba música con sus cascos de DJ, y su mirada seguía
siendo tan indiferente y pasota como de costumbre. Luna no lo entendió. Aunque
su hermana y ella nunca se han llevado bien, siempre pensó que en el fondo se
tenían algo de aprecio. Yaiza se desprendió de un casco y le habló con su vago
tono habitual.
-Ah, eres
tú. No le comentes nada a mamá del piercing. No se ha dado cuenta todavía y no
quiero que lo haga.
-¿Te has
hecho un piercing a sus espaldas?
Luna
dirigió la vista hacia el ombligo de su hermana. Lo cierto es que, aunque
llevaba todo el vientre descubierto, acababa de darse cuenta.
-No… es que
ayer se me quedó atascada ahí mismo una bolita de pinball-dijo sin dejar de
mascar el chicle, poniendo los ojos en blanco. Luna pasó de ella y subió
rápidamente a su casa.
Al entrar
se preguntó si debería haberlo hecho. Sin embargo, no había nadie en el recibidor.
Ni su padre furioso, ni su madre histérica. Nadie.
Luna avanzó
con cautela hacia la cocina, de donde procedían algunos ruidos de bolsas de
plástico y cubertería. Se quedó en el marco de la puerta, mirando a su madre,
cuando al fin se volvió.
-Ah, Luna.
¿Ya has vuelto?- entonces su madre había mirado el reloj de la cocina y había
dicho- Un poco pronto, ¿no? Aún son las cinco y cuarto. ¿Es que tu amiga no ha
aparecido?
-¿Eh?- se sorprendió Luna. Se preguntó si su madre estaría siendo sarcástica para luego atacar
con más fuerza.
-Bueno,
puedes quedarte en casa, si quieres. Cámbiate de zapatos. El baño está libre,
por si quieres ducharte ya.
Su madre
volvió la vista a los platos del lavavajillas. No estaba siendo sarcástica en
absoluto. Era como si Luna nunca hubiese desaparecido un día entero. Ni gritos,
ni guantazos en la cara, ni histeria.
Nada.
-Una cosa
más. ¿Dónde está papá?
-¿Dónde va
a estar? ¡En el trabajo, ganándose las habichuelas!- respondió su madre
tranquilamente.
Entonces, a
Luna no le cupo la menor duda.
Nadie,
excepto ella, Mónica y la secta, sabía lo que había pasado aquella noche y
aquel cénit.
* * *
Moni
recorre las calles vacías de gente a toda velocidad con la moto. Ella prefiere
circular en campo abierto, donde no hay límite de velocidad, pero ahora no
puede. Tiene que darse prisa si quiere comer con su madre.
Así y todo,
no puede dejar de pensar en el brusco giro que ha dado su vida. Ayer mismo pasó
una cosa extrañísima…
Moni había dejado ya a Luna enfrente de su casa y le había deseado suerte, disponiéndose a volver a la suya. Cuando llegó al gran chalé de las afueras del pueblo lo primero en lo que se fijó fue en que el coche de su madre no estaba. Entonces se asustó, ya que pensó que estaría en la comisaría, dando el parte de su desaparición. Nada más aparcar la moto enfrente del garaje sacó su móvil, dispuesta a llamar a su pobre madre, pero estaba sin batería.
Moni había dejado ya a Luna enfrente de su casa y le había deseado suerte, disponiéndose a volver a la suya. Cuando llegó al gran chalé de las afueras del pueblo lo primero en lo que se fijó fue en que el coche de su madre no estaba. Entonces se asustó, ya que pensó que estaría en la comisaría, dando el parte de su desaparición. Nada más aparcar la moto enfrente del garaje sacó su móvil, dispuesta a llamar a su pobre madre, pero estaba sin batería.
“Mierda”,
pensó.“Bueno, tendré que llamarla desde el fijo”.
Así que
abrió la puerta de su casa con la llave, que por suerte seguía estando en su
bolsillo.
-Estoy en
casa- dijo con voz fuerte, aunque no había nadie.
Es una
costumbre que Moni tiene desde muy pequeña, prácticamente desde que aprendió a
hablar. No obstante, en la vacía casa, alguien salió a recibirla, corriendo y
dando saltitos.
-¡Hola,
Bijou!- dijo la francesa felizmente, agachándose para dejarse saludar por el
animalillo. Con alegría y consuelo, dejó que su pequeña shi-tzu la mimase.
Por fin,
después de largo rato de cariño, cogió a la perra y se dirigió con ella en brazos hasta
la cocina, tratando de averiguar cómo y dónde estaba su madre.
-Me has
echado de menos, ¿eh, ma chérie?
Cuando
llegó a la cocina se sorprendió al ver que todo seguía igual que siempre. Ni un
plato roto ni comida fría sobre la mesa. En la nevera había una nota sujeta por
el imán de DisneyLand París favorito de la chica. Ella dejó a la perrita sobre
una silla y cogió la nota. Era un folio arrancado del cuadernillo de su madre,
como hacía siempre que por un motivo u otro no iba a comer con ella. Esto
sucedía pocas veces, porque ambas están muy unidas, pero Moni reconoció la
caligrafía de la mujer que la trajo al mundo, firme y tranquila; decía:
Mi Moni:
Hoy no podemos comer juntas como
siempre. Supongo que te lo habrás imaginado al ver la nota. Sé que es
domingo, pero es un compromiso bastante importante, de verdad. Pero seguro que
lo entiendes, cariño.
Bueno, que tienes lasaña
precalentada en el táper verde. De postre sobraron plátanos y fresas con zumo
de los de ayer.
Estaré fuera algo más tiempo que de
costumbre, pero te prometo que volveré para cenar.
No te olvides de sacar de paseo a
Bijou.
Te quiere, mamá.
“¿Qué?”,
pensó Moni en ese momento. ¿Por qué no estaba como loca buscándola? ¡Había estado
todo un día fuera de casa, en paradero desconocido, y solo se preocupaba de que
sacase a la perra!
Moni pasó
un dedo por la parte escrita de la hoja. Cuando lo miró, su yema estaba
manchada de tinta. Así que era reciente. ¿Por qué su madre estaba tan
tranquila? ¡Era como si nunca hubiese pasado un día entero sin verla!
Moni no
conseguía entenderlo. Todo era muy extraño. Desde que había salido de la cueva,
las cosas raras no parecían acabarse. Como la moto.
Al recordar
esto, Moni salió corriendo hacia la puerta del garaje. Examinó las dos ruedas
del vehículo, pero ninguna de ellas estaba pinchada.
De pronto,
el teléfono fijo sonó. Moni volvió a correr adentro y descolgó, conteniendo la respiración:
-¿Mamá?
-Casi.
Tenemos que hablar, y ya-respondió Luna.
* * *
Estimado director de la sede de la
secta en Hokkaido.
Les envío este comunicado desde la
sede principal, en España.
La búsqueda no da sus frutos, por
mucho que me duela decirlo. Necesitamos más miembros con dones aquí.
En este momento, contamos con seis
Lores y Régidas, un levín y dos iniciadas. Las dos últimas no poseen ningún
don, aunque este dato es irrelevante.
Tenemos que encontrarle, y nos queda
poco tiempo.
Les recuerdo que establecimos la
sede en España porque aquí encontramos los restos de fuego fatuo más reciente.
Sin embargo, les reitero que necesitamos más dones.
Respondan a esta carta con la mayor
urgencia posible.
A.T.T: Eric
Blondair.
* * *
-Esta carta
la mandé hace tres días, junto a otras similares. Nadie ha respondido aún… a
veces pienso que esto me viene grande.
-No pienses
eso, hermano. Lo estás haciendo muy bien.
-Katia,
aunque agradezco tus palabras de ánimo, sigo enfadado contigo. Y además, queda
menos de un año para encontrarla.
Los dos
hermanos se quedan en silencio. Katia es demasiado orgullosa para pedir perdón
por algo que no considera que haya hecho mal, y Eric está sumido en sus propios pensamientos.
Sombras
oscuras comienzan a entrar en la caverna. Son los componentes de la secta.
-Buenas noches.
Se dan la
bienvenida unos a otros y proceden a encender una hoguera.
Marcus
abandona la caverna y al rato vuelve con trozos de madera reseca y hojas caídas
de los árboles para alimentar un gran fuego que, a ser posible, dure toda la
noche.
Una vez
encendida, los componentes se colocan a su alrededor y esperan en silencio,
cada uno con una cosa en mente.
Una nueva
figura sale de la oscuridad y se adentra. Es obvio que no pertenece a esa sede,
dado que su túnica no es coma las de los demás –color tinto-, sino verde
oliva.
-Buenas
noches- dice una voz femenina-. Me llamo Meredith, y vengo de la sede de
Irlanda. Creo que vuestro líder me ha convocado.
Un leve
murmullo se eleva por la sala. Saben que su líder ha pedido auxilio, pero no
esperaban que nadie respondiese.
-Así es,
Meredith. Toma lugar alrededor de la hoguera-responde Eric, liberando un
suspiro de alivio.
Mikel traga
saliva, casi imperceptiblemente. Cree haber reconocido la voz de la nueva
chica, y si está en lo cierto, se va a armar un buen jaleo.
-Vosotros
también habéis de darme vuestros nombres.
-En efecto;
yo soy Eric, ellas son Katia y Hazel, ambas Régidas con mucho prestigio-
Meredith las saluda con una inclinación de cabeza- Él es Lord Marcus, y él Lord
Ezequiel. Los dos que quedan son Levín Mikel y Lord Agustín.
-Mmmm…
¿Mikel?- murmura Meredith. “No será…”, piensa; “No, imposible. El Mikel que
conocía está muerto. No podría estar en la sede más importante, trabajando codo
con codo con el líder”
-Bien, levina
Meredith. Te pondremos al corriente de nuestra situación en breve. Mientras
tanto, come algo. Te sentará bien.
-Estoy
segura, pero ya he comido de camino a aquí.
-Está bien.
Ahora mismo, contamos con dos iniciadas más en la secta.
Meredith
asiente con cada palabra pronunciada por su líder, ahora su nuevo
dirigente. Tiene una
voz impresionante.
-Puede que
el resto de las sedes consideren un acto de rebeldía el haber tomado como
iniciadas a dos mundanas-comenta Meredith.
-Ciertamente.
Pero, al fin y al cabo, y a todos los efectos, yo soy el líder, y todas las sedes me consideran
como tal.
-Bueno, eso
es lo que tú te crees…
No puede
seguir. Moni acaba de adentrarse en la caverna, con paso cansino. Odia estar
tanto rato despierta. Es una chica más pasiva que activa, excepto con Luna o su
querida moto.
La capucha
color tinto cubre su rostro, y hasta que no ocupa su lugar, no se da cuenta de
que hay algo diferente en la caverna.
-Meredith,
esta es nuestra nueva adquisición, Mónica.
-¿Adquisición?
¿Pero es que nos estáis tomando por simples mercancías?
-Monique,
por favor, baja la voz.
-¡No me da
la gana! ¡Encima de que entro a la fuerza en este antro, ni si quiera os
molestáis en considerarnos personas!
-¡Cállate,
iniciada!- ruge Lord Marcus- No tienes derecho a hablar así.
Moni
obedece. Si hubiese sido otra persona, le habría dado tal contestación que su
integridad mental no habría vuelto a ser la misma. Sin embargo, Marcus le parece
demasiado imponente. ¡Intentó
matarla!
Mira de
reojo a la nueva. “¿Cómo ha dicho que se llamaba? Me… me… ¡merde! No me
acuerdo”, piensa Moni; la memoria le ha fallado.
Los minutos
transcurren, y todos los presentes esperan a Luna, que no aparece.
-Comencemos
ya. Está bien-dice Eric, con voz solemne pero cansada- Todos sabemos que nos
queda menos de un año para encontrar al Fénix. El tiempo se agota y lo
necesitamos. Pero hoy vamos a hacer algo distinto. Dado que nuestro bosque está
suficientemente peinado, vamos a recibir a los representantes de todas las
sectas del mundo. Os situaréis a esperarlos en cada punto del bosque, e iréis
por parejas.
>>Agustín
irá con Ezequiel; Katia, con Meredith; Hazel y Marcus juntos, y Mikel y Mónica.
La ubicación la decidiréis entre vosotros. Yo me quedaré aquí a la espera de
Luna y de los demás representantes, por si alguien viene. Que el fuego sea con
vosotros.
En parejas,
todos abandonan la caverna silenciosamente, unos enfadados, otros aliviados y
otros, simplemente, indiferentes.
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