jueves, 17 de julio de 2014

Capítulo 3. FORZADOS.

CAPITULO 3-FORZADOS.
-Ya se han ido, hermano.
-Dios… ¿Por qué le ofrecí entrar en la secta? Luna hubiese tenido menos problemas sin nosotros, sin mí. No es problema suyo, es solo mío. Ni siquiera es vuestro; fui yo quien os tuve que meter.
-Templa, hermano. Ya verás que encontraremos al Fénix. Y además, sabes que a nosotros nadie nos obligó a seguirte. En cuanto a Luna, si no hubiese entrado en la secta, ahora estaría muerta.
-Eso espero… Que todo esto termine cuanto antes.
-¿Sabes qué? El Fénix es hembra. Gracias a mi conexión, la oigo cantar. Tiene una voz maravillosa.
-Si la encontramos, disfrutaré tanto o más que tú.
-Hablando de conexiones, tengo que comentarte una cosa…
La puerta artificial de uno de los recovecos de la caverna se abre y aparece Mikel.
-Hola, tíos. Eric, tengo noticias.
-Espera, Mikel; mi hermana tenía que decirme algo.
-No era nada importante. Habla tú, Mikel.
-Se han reunido después del juicio y han tomado una decisión. Vas a tener que trabajar en el instituto donde estudian las chicas; hacer de niñera, básicamente. Creo que están buscando un ayudante de cocina, podrías aceptar el puesto.
Katia suelta una carcajada de alivio. Esperaba que la secta le impusiese un “castigo” mayor por interceder a favor de Luna. Al final no ha sido para tanto.
-Vaya, supongo que me lo tengo merecido-dice Eric, simplemente- Será divertido a su manera.
-No esperaba que te lo fueras a tomar tan bien, Milord-comenta Mikel con sorna.
-Me lo tengo merecido-repite Eric, esbozando una sonrisa para convencerse.
-Vamos, hermano, no te hagas el duro. Mira, si te parece bien y la secta me da su beneplácito, puedo infiltrarme yo también, como asistenta o…
-No, Katia. No debes inmiscuírte. No quiero mezclar todavía más a mi familia en este asunto. Iré yo solo, día tras día, a comprobar cómo se desarrolla la vida de la recién iniciada. Además, cuanto menos nos expongamos a los mundanos, mejor.
-Pues bien, ¿qué le respondo a Marcus?
-Que acepto su “penalización” con resignación y disciplina. Como a él le gusta. Y a ver si así nos  deja en paz.
El joven líder sale de la amplia caverna con paso decidido y seguro, como si no le importase la tediosa misión que le acaban de encomendar.
Al llegar al umbral, antes de desaparecer en la penumbra, se gira al interior de la estancia.
-Y, Katia, mantente al margen del asunto. Que no se te vuelva a pasar por la cabeza hacer lo que acabas de decir.
-Por si no lo sabías, soy tu hermana mayor-replica la aludida.
-Pero yo soy el varón de la familia, y el líder responsable de toda la secta.
>> Es mi última palabra.
* * *
-¡Vamos a ver, Luna, que me da igual lo sola que estés allí! ¡Yo no me voy a meter en esa secta, con todos esos tarados llamándome cosas raras!
-No son unos tarados-protesta Luna- Y no te insultan, solo te han impuesto tu rango en la secta.
-¡Oh, vamos! ¡No me digas que te crees esas cosas! Mira, tu sabes que yo te protejo siempre, y siempre estaré contigo cuando haga falta y cuando no, ma chérie. Pero de ninguna manera voy a meterme en una secta rara de esas, que venera a un pájaro que se quema así mismo, para que me laven el cerebro como lo han hecho contigo.
-¡Oye, eso no es verdad! ¡A mí no me han lavado nada!- Luna siente como su cara se torna roja de rabia. ¿Cómo puede su mejor amiga no creerla? Trata de calmarse y de explicarle mejor la situación- Mira, no estás en posición de elegir, Mónica. Eric se ha jugado la piel para que te dejen con vida a cambio de, únicamente, que te unas a la secta y no reveles el secreto, y si no cumples tu parte van a ir a por ti, a cobrarse tu vida. Tú no sabes de lo que son capaces.
-¡Me importa una merde lo que vayan a hacerme! Seguro que lo dicen solo para asustarme. Lo que no saben es que con Mónica Lenoir no se juega.
-Moni, hazme caso. A esos tipos no se les va la fuerza por la boca. Yo los conozco.
-Entonces los denunciaré, los demandaré y seré yo quien los lleve a ellos a juicio. Ya sabes que mi madre es abogada. Además, sé dónde está la cueva en la que se reúnen. Puedo pillarles in fraganti con la policía cuando yo quiera. ¡Como en las pelis!
-¿QUÉ? ¡No!-exclama Luna- ¡Monique, no lo entiendes! ¡Si haces eso nos matarán a las dos, y a tu madre también!
-¡NO VUELVAS A LLAMARME ASÍ! ¡Me llamo Mónica!
-Mira, no me importan los conflictos que tengas con tu padre y con Francia en general; soy tu amiga y no me deberías gritar así.
>> ¿Cómo te lo explico? Que creas o no en el Fénix es irrelevante. Pero, por tu bien, deberías comprender todo el poder que tiene cada uno de los miembros de esa secta. Con una sola palabra, con un solo pensamiento pueden destruir tu vida y la de tu madre, o esclavizaros, o algo peor. Oh, Moni, ¿Cómo haré que me creas?
Luna está desesperada. Ella había tratado de que no obligasen a su amiga a ingresar, pero su esfuerzo fue en vano.
-No puedes hacer nada. En cuanto llegue, hablaré con mi madre y… ¡¿Pero qué coño...?!
-¿Qué pasa Moni?
Las dos amigas se han quedado de piedra. Tras salir de la cueva, se han dirigido, sin dejar de discutir, hacia donde creían haber dejado la moto. Al fin, la han encontrado.
Bien grande es la sorpresa que reciben al verla con raíces y tallos creciendo alrededor de ruedas y motor.
-¡¿Qué?! ¡Mi moto!
Moni sale corriendo en cuanto sale de su asombro.
-¡Luna! ¡Ayúdame! ¡Mi moto!
Luna tarda algo más en reaccionar.
Ambas intentan con todas sus fuerzas arrancar las raíces, pero no lo consiguen.
-Nada… es imposible sacarla-dice Moni, que se desanima nada más pensar en dejarla ahí.
-Mmm… Al menos, han dejado de crecer.
Moni se sienta en el suelo embarrado y mira la maraña de nudos que las raíces han creado alrededor de la moto.
-Algo de mágico tiene todo, ¿verdad?
-Si… ¡No! Es… extraño, solo eso.
-Moni, esto es como el Fénix. No hables a nadie de la secta. Por favor, ellos se han convertido en  mi familia, y pueden convertirse también en la tuya.
-Nunca serán mi familia.
-¿Pero…?
-No revelaré la identidad de tu “querida” secta y me uniré a ella, cubriré mi rostro y no trataré de quitar las ridículas capuchas a tus “amigos”; no revelaré la ubicación… y juraré fidelidad al Fénix.
A Luna se le ilumina el rostro con una radiante sonrisa. Su mejor amiga va a ingresar junto a ella en la secta. Están más unidas que nunca.
-Moni, gracias-dice mientras se tira a sus brazos y le da un fuerte beso en la mejilla, cosa que Moni odia.
-¡Eh! Vamos, para ya-replica Moni- ¡Ya lo tengo!
-¿El qué?
-Sé cómo sacar mi moto de ahí-señala las raíces- ¿Alguna vez se te han enrollado muchos cables y no podías desenrollarlos?
-Sí, pero no te sigo.
-El caso es que hay siempre un cable del que, si tiras, los demás se acaban cayendo. Me da la sensación de que con las raíces puede pasar lo mismo-dice, mientras se acerca a la moto sepultada y mete la mano por un hueco que encuentra cerca de la rueda trasera, pero la retira enseguida, exclamando- ¡Ay, ay, ay! Qué asco, hay bichos.
-Anda, déjame a mí-dice Luna, que es menos escrupulosa- Creo que esa es nuestra raíz.
Luna mete la mano por el mismo hueco que Moni, y busca a tientas una raíz de la que parece que crecen las demás. En cuanto la encuentra, tira de ésta y poco a poco, las demás van desprendiéndose.
Quedan unas cuantas entrelazadas en las ruedas, pero entre las dos, consiguen quitarlas todas.
Las dos chicas, ya más animadas, retiran las restantes y, por fin, consiguen subir al vehículo. Arrancan la moto y, a trompicones, salen por la vereda y llegan a la carretera. Las dos guardan silencio, hasta que Luna recuerda algo:
-¡Moni, ¿La rueda no estaba pinchada?!-grita ésta, intentando hacerse oír por encima del sonido del aire  ensordecedor.
-¡Es verdad! Cuando llegue a mi casa le echaré un vistazo.
* * *
-Bien, todo parece en orden… ¿De verdad no le importa sustituir un mes a un profesor, totalmente gratis?
-De verdad, señora directora.
-Por favor, no me llame así. Llámeme María Jesús.
-De acuerdo, como quiera.
-Entonces… solo me queda darle la bienvenida a nuestro humilde instituto y darle las gracias por hacerlo sin remuneración, señorita…- la directora hace una pausa, para echar un último vistazo al currículo y fijarse en el nombre de la sustituta- señorita Valles.
-Se pronuncia “Vals” como el baile- dice con una sonrisa demasiado amplia para ser verdadera.
-Oh, discúlpeme. Pues queda usted contratada como profesora suplente de la asignatura de historia, Lucía Valls-dice María Jesús, procurando pronunciar bien el nombre de la chica.
-Estupendo.
Las dos mujeres sellan el pacto con una firma y un apretón de manos.
-De verdad, no sabe cuánto le agradezco que lo haga gratuitamente; este año no andamos muy bien, económicamente hablando.
-No tiene por qué darlas. Si es solo un mes, prefiero utilizarlo como simple práctica.
-¿Le parece bien empezar mañana, lunes?
-Me parece perfecto.
-Pues hasta mañana.
-Adiós, pase buena tarde.
-Igualmente.
Lucía sale del despacho y cruza el patio principal del instituto para llegar a la puerta trasera, por donde el profesorado sale del edificio. Antes de salir se detiene en la secretaría, a la espera de que la secretaria del instituto aparezca y le dé su cuaderno didáctico y su horario.
La secretaría es una habitación espaciosa, con paredes pintadas de amarillo y techo alto, un ordenador bastante antiguo y un par de fotocopiadoras enormes detrás de él. Además, hay estanterías llenas de libros, y al fondo de la sala hay otra estantería de madera repleta de espejos y bandejas de plata, por extraño que parezca.
Se acerca a este último mueble y examina su imagen reflejada en la platería.
Lucía Valls es una mujer de grandes virtudes. Aparte de su inteligencia, su físico le ha abierto muchas puertas. Tiene veinticuatro años, un cuerpo esbelto con todas sus formas perfectas y unos generosos senos. El pelo largo, lacio y negro como la noche lo lleva recogido en una coleta formal; sus facciones delicadas y los ángulos de sus pómulos hacen que su faz se vea exquisita. Sus labios rosados y carnosos dejan entre ver unos dientes blancos y perfectos. Sus ojos, a simple vista, podrían parecer verdes, pero si te fijas el verde se transforma en un azul profundo y oscuro.
Pero, ¿quién tiene tiempo de fijarse en los ojos de una simple mundana?
Lucía alarga la mano para tocar una de las bandejas de plata, la más grande, donde se ve reflejada casi de cuerpo entero, pero una voz a sus espaldas la detiene.
-Disculpe, ¿qué hace usted aquí?
-¿Es usted la secretaria?
-Sí, soy yo. ¿Y usted?
-Soy la nueva profesora sustituta. Venía a que me diese los horarios. Empiezo mañana y me gustaría tenerlos ya a mano.
-Por supuesto-dice la secretaria, con reserva.- ¿Y cómo dice que se llama?
-Lucía, Lucía Valls.
-Hum… aquí están. De la asignatura de historia, ¿verdad?
-Así es. ¿Cómo lo ha sabido?
-Bueno, es la única asignatura que necesita sustitución. Tome- dice la mujer tendiéndole un cuaderno con muchos folios dentro.
-Gracias. Nos veremos mañana, señorita…-deja la frase incompleta, a modo de pregunta.
-Marisa Castillo.
-Nos veremos.
-Así lo creo.
Lucía sale del instituto y avanza por las calles. Un coche lleno de universitarios se detiene ante ella.
-Eh, guapa. ¿Subes?
-Dejadme, niñatos.
-Uy, te gusta la pelea, ¿no?
La sonrisa de Lucia se congela, y con ella, el color de sus ojos, que se vuelven grises, gélidos, casi blancos. Un color que acaba por espantar a los universitarios.
Una vez sola, el móvil de Lucía vibra.
-¿Sí?
-¿Dónde estás?- habla una voz masculina.
-Ya voy para casa.
-¡NO! No cuelgues. ¿A dónde has ido?
-Ya voy para casa-repite-. Por cierto, Eric, conozco tu trabajito secreto en el instituto desde hace más tiempo del que se te ordenó... ya llevas un año trabajando allí, ¿no? Creo que me debes una explicación. Ah, y a cambio de mi silencio, me dejarás vía libre- añade.
-Katia, ¡Katia!- la voz grita a través del teléfono, pero es tarde. Katia ya ha colgado.
Katia Blondair sonríe, muy ufana; guarda el teléfono y reanuda la marcha.
Los ojos de Lucía Valls vuelven a ser los que eran.
Katia Blondair camina satisfecha hacia su casa. Le encanta hacer un poco de teatro entre los mundanos.

Katia Blondair y Lucía Valls son la misma persona.

Capítulo 2. CÉNIT.

CAPITULO 2- CÉNIT.
-¡No! ¡Moni! ¿Qué le has hecho, maldita sea?
-No lo entiendes, has incumplido tu promesa.
-Marcus… Por favor, ella es lo único que tengo… sin ella… Dios, ¿qué le has hecho?
-No lo sé, ni me importa.
Moni esta en los brazos de Luna, inconsciente, con la cabeza hacia atrás, el pelo mojado y los ojos cerrados. Podría pasar por dormida, pero el feo moratón que se ve en la sien de la chica induce a pensar otras cosas.
Luna no puede parar de llorar. Su mundo se está desmoronando y no puede hacer nada por recomponerlo. ¿Por qué le pasa todo a ella?
-Joder, joder, joder… Moni, por lo que más quieras, vuelve.
-Será bastante difícil.
Luna y Marcus se giran. La que ha hablado es Hazel.
-Hay que celebrar un juicio.
-Hazel, ¡venga ya! Ella ha incumplido su promesa, ha mostrado este lugar a alguien que no pertenece a la secta. Claramente merece un duro castigo. ¡No hay nada que juzgar!
-Las Leyes lo dictan: primero juicio, después sentencia.
-Pero… - comienza a protestar la chica.
-Silencio, Luna. Aquí  y ahora no tienes ni voz ni voto -Marcus suspira, visiblemente fastidiado-. Sea, pues. Hagamos un juicio.
          *          *          *
-Humm… - Mónica abre por fin los ojos. Cada músculo de su cuerpo, por pequeño que sea, le pesa un quintal. Pese a no poder moverse, su mente trata de recordar qué es lo que ha sucedido y recomponer sus recuerdos para formar algo parecido a una historia razonable, pero demasiadas preguntas se agolpan en su embotada cabeza. ¿Por qué se encuentra así? ¿Qué le ocurrió cuando estaba hablando con Luna? Y lo más importante…
¿Dónde está Luna?
          *          *          *
Momentos antes.

-¿Qué vais a hacer con ella? ¡Dejdla! ¡No ha hecho nada!
Luna se revuelve entre los brazos de Eric, mientras Marcus coge el inerte cuerpo de Moni y lo adentra en la caverna.
-¿A dónde la lleváis? ¡Soltadla!- grita, mientras se debate entre los brazos de su líder- No la toquéis... ¡Ni un pelo!- dice la chica. Las lágrimas surcan su rostro como torrentes.
-Eh, Luna- la llama la voz de Eric-. Basta.
El encapuchado al que Luna no puede ver el rostro la hace girar sobre sí misma y la estrecha contra él. La rodea con sus brazos en ademán protector, y Luna siente cómo la humedad de sus lágrimas comienza a calar el suave tejido de la túnica color tinto. Es incapaz de retenerlas.
-Eric… ella no… no sabe nada, yo no le he contado... nada, te lo juro- habla a trompicones entre hipido e hipido, mientras la mano enguantada del encapuchado líder recoge sus lágrimas- Tú… Me crees, ¿verdad?
-Sí, claro que te creo- le acaricia el cabello y vuelve a pegarla a su cuerpo.
-Ella… no podéis quitármela. Es lo único que tengo… es mi única y mejor amiga.
-No es así, Luna.
-Sí, sí que lo es. Ella es lo único que hace que mi vida merezca la pena… es mi mejor amiga- llora la chica, con ojos vidriosos.
-Tienes a tu familia, tus padres, tus estudios… - dice Eric con voz inexpresiva, como si ni siquiera él se lo creyese.
-Tú sabes que esas cosas no me llenan. Eric, por favor…
-Lo sé. Tranquila.
Se quedan así un rato, muy juntos. Él, inmóvil como una pétrea escultura; ella, convulsionándose todavía, pero cada vez más levemente.
-Eric, sabes que ella no tiene la culpa de nada. Lo sabes- gimotea.
-Sí, lo sé- repite él con su voz suave.
-Entonces, aboga por ella. Ella no sabe nada, y si tú la defiendes en el juicio, se salvará. Solo puedo recurrir a ti. Solo tú puedes hacer esto. Eres el líder.
Eric no contesta, ni mueve un solo músculo. Luna no se rinde.
-Por favor…- suplica mientras las lagrimas regresan.
-No te prometo nada, tan solo que tomaré una decisión. Pero he de meditarla esta noche. Ten en cuenta que ella está acusada de posesión de información confidencial, pero tú estas acusada de ser prodictor.
-¿Qué es prodictor?
-Es una palabra latina. Significa traidor o traidora. Tú has violado las leyes; por tanto, eres prodictor.
-Lo asumo, pero intercede por ella.
-De acuerdo. Mañana, al cénit, en el momento del juicio, conocerás mi decisión.
-Oh, Eric- Luna se siente afortunada y conmovida. No cabe en sí de gozo.- Gracias, gracias, gracias…
-Pero tú no te puedes ir.
-¿Cómo?
-Luna, si quieres que abogue por tu amiga, has de colaborar con nosotros. Por favor, no me lo pongas más difícil. Te vamos a enviar con la chica hasta mañana al medio día.
-Gracias por todo, Eric. Adelante, enciérrame.
          *          *          *
-Señoría, considero que este juicio es totalmente innecesario. Ambas acusadas son claramente culpables, no perdamos más tiempo en proceder a su ejecución.
-Lord Marcus, el juicio tan solo acaba de empezar. La acusada de traición deberá poder defenderse al menos una vez- dice la jueza, la honorable Hazel con un deje cansino en su voz.
Sí, la Régida Hazel es la jueza, para sorpresa de Luna.
-¿Por qué debería tener que defenderse si todos sabemos lo que ha ocurrido? Deberíamos haberlas ejecutado en cuanto penetraron en nuestros dominios.
-La Ley es Ley, Lord Marcus, y te guste o no, yo dicto como debe ejercerse- responde la jueza, esta vez con más dureza.
A Luna la cabeza le da vueltas. Observa a su amiga: maniatada y semiinconsciente, con  vendas en los ojos para que no pueda ver a nadie. A Luna se le rompe el alma al verla así.
La noche ha sido terrible. De vez en cuando, Moni cerraba los ojos y se dejaba arrastrar al sueño. Cuando no lo hacía, no paraba de quejarse del terrible dolor de cabeza que la atormentaba.
Luna no ha podido dormir en toda la noche. Desde que Eric la dejó en la celda donde la encerraron con Moni, hasta que Marcus la ha maniatado, no ha parado de pensar en una defensa suficientemente buena para salvar sus vidas.
Y así, ambas maniatadas y Moni sin poder ver nada, se encuentran en la caverna, a la espera de su juicio y de su sentencia.
Si de noche la caverna es impresionante, de día lo es aún más.
Las gotas de lluvia del día anterior resbalan dentro de la cueva y forman pequeños regueros, que reflejan la luz del sol radiante. Ello incide en toda la contrasala de la enorme caverna, el espacio más grande dentro de ella, ensañándose especialmente con el gran altar natural presidido por su Señoría Régida Hazel, lo cual otorga al sitio una mayor solemnidad. Sobre el enorme altar hay una anchísima estalactita en la que se aprecia una soberbia talla de un ave fénix consumiéndose en su propio fuego.
El resultado es que, sobre todo a la hora del cénit, la descomunal caverna no resulta “cavernosa” en absoluto. Parece más bien un palacio subterráneo diseñado y construido únicamente por la madre naturaleza.
Pero ahora Luna no se fija en esto. Está demasiado ocupada pensando cómo va a salvarlas a Moni y a ella.
Apenas escucha la voz de su Señoría cuando la llama a defenderse.
-Iniciada Luna Alcázar, procede a tu defensa, por favor.
La chica respira hondo y comienza:
-Señoría, es cierto que no se me permite revelar ni la existencia ni la ubicación de la secta, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estábamos en el bosque, perdidas, solas, sin agua ni comida y de noche, bajo aquella tormenta sin cobijo alguno. Nuestro medio de transporte nos había dejado tiradas y sin posibilidades de seguir adelante.  Y cuando ingresé en este lugar, una de las cosas que se me dijo fue que podía recurrir a este refugio en caso de emergencia, y ayer lo fue, por lo tanto…
-Su señoría, si se me permite el alegato- la interrumpe un encapuchado cercano a Marcus-, la chica tiene razón en su argumento; sin embargo, deseo recordar al jurado que las normas en cuanto a los iniciados de la secta son estrictas: no se permite bajo ningún concepto mostrar a nadie nuestro refugio, por muy de su confianza que sean. Y por supuesto, en este caso no debe hacerse excepción.
A cada palabra que pronuncia su mano derecha, Marcus asiente solemnemente, como si le diese toda la razón. La realidad es abrumadora. Luna se niega a creer que todo está perdido. Mira a todos lados, pero no ve a Eric por ninguna parte.
Pero decide que no puede fallarle a su amiga, no sin luchar como ella lo haría.
-¡Pero no lo entienden! ¡Si hubiera venido sola, ella me habría seguido por pura sospecha! ¡Además, no podía dejarla sola, yo…!
-Señoría- Marcus vuelve a intervenir-, no tenemos por qué escuchar las razones personales de la acusada. La Ley es la misma para todos variando según el rango que se posea en esta nuestra honorable secta, y no debe suavizarse por falta de imparcialidad- la jueza se queda muda ante la insolente insinuación hacia su persona-. Pues bien, nada más que añadir.
El jurado presente en la sala levanta un murmullo para votar su decisión final.
-Orden, por favor-ruega la Régida Hazel-. Bien, ya que los argumentos de Lord Marcus son más plausibles que los de la acusada, no me queda más remedio que ceder a su favor. Y ahora, ¿cuál es la pena que Lord Marcus pide para las reas?
-Para la intrusa, la muerte, la más rápida que haya. Y para la prodictor, no pido la muerte, sino algo peor: hemos de cortarle la lengua.
-¿Está de acuerdo el jurado?- pregunta Hazel, ocultando su angustia.
-Sí, están de acuerdo-responde de nuevo Marcus, que parece haberse proclamado el portavoz.
-En tal caso, la pena dictada es válida- la mujer dedica a las chicas una mirada honda y triste detrás de la oscuridad de su capucha- Serán ajusticiadas en media hora. ¿Nadie quiere añadir nada más?-  pregunta con cierta esperanza, antes de dar el caso por finalizado.
-Sí. Yo quiero añadir algo. O más bien, retirarlo.
Todo el mundo, sobre todo Luna, se vuelve hacia la voz que acaba de hablar. No puede contener la emoción: su ángel de la guarda va a salvarla por segunda vez.
-¿Qué quieres decir, Lord Eric?- pregunta la honorable Régida Hazel.
-Las Leyes son Las Leyes; se  ha dictado sentencia, y la sentencia se va a cumplir.
-Cállate, Lord Marcus, o al final retiraré la sentencia por mala conducta.
Marcus está indignado. Ninguna vieja como Hazel le ha mandado callar en su vida, por mucho poder que tenga.
-Adelante, Eric. Expón tu defensa.
Eric asiente, toma aire y habla. Impone a su voz normal un tono que nunca había oído Luna. Eso sumado a la resonancia de la caverna hace que Luna atisbe un poco de esperanza para ella y para Moni.
-En efecto, las Leyes son las Leyes y han de cumplirse. Vayamos por partes: Monique Lenoir  apareció ayer por la noche durante la tormenta con intención de guarecerse ¿Qué crimen es ese? Ninguno; es más, a Luna Alcázar se la internó en la secta por el mismo motivo, por lo que propongo impugnar la sentencia.
-Secundo la moción- dice una voz femenina que Luna identifica como Dómina Katia.
-Yo también- se une Mikel.
-Y yo- Régida  Hazel.
-Obviamente yo-tercia Eric.
-Está bien, cuatro a favor, tres en contra. Se impugna la sentencia. No digas nada, Marcus. Espera a que Lord Eric termine.
-Luna Alcázar, has sido calificada de “iniciada”; sin embargo, ¿cuántos meses llevas con nosotros?
-Dentro de pocos días… siete meses-. dice Luna, tras un momento de reflexión.
-Ese es un dato que no  ha aparecido hasta ahora.
-¡Es un dato irrelevante!-grita Marcus.
-No, Marcus, no lo es. Según LA LEY de nuevos miembros- remarca bastante la palabra-, que establece los plazos por los cuales se van rigiendo los rangos, a la iniciada se le hace un seguimiento durante dos meses. Después de estos, se le deja libre albedrío durante cuatro meses, en los que sigue siendo iniciada. Tras ello, se le abre una inspección de un mes; durante este mes, la iniciada disfruta de los privilegios de una veterana, sin llegar a serlo. Entre estos privilegios se encuentran: utilizar la secta como refugio cuando quiera, siempre que se tengan motivos, y cuando se realize el ritual, conocer nuestros rostros- Luna se sorprende al oír esto-. ¿Quieres hacer la cuenta tu, Lord Marcus? ¿O mejor lo hago yo? Seis meses; estamos en el séptimo de Luna, por tanto tiene privilegios de veterana. Si no recuerdo mal, el 30 de marzo ingresaste, por lo que en veinticinco días se realizará el ritual. Luna ha de ser impugnada. Además, ¿qué historia íbamos a inventarnos para una muchacha sin lengua, y otra muerta, que no despertase sospechas? Es más  práctico así, no hay por qué inventar nada.
-Bien, Lord Eric. Adelante pues, votemos a que se impugne la sentencia de Luna.
Las cuatro manos de antes vuelven a alzarse.
-Cuatro de siete. La sentencia queda invalidada. ¿Algo más, Eric?
-No, eso es todo, Señoría.
-Está bien, muy bien. ¿Algo más que alegar?
-Sí, yo exijo una sentencia, al menos para Monique Lenoir.
-Lo veo justo, ¿Qué propones, Lord Marcus?
-Que entre obligatoriamente en la secta, sin opción a elegir.
-¡No!-grita Luna.
-Votemos. ¿A favor?
Esta vez son cinco las manos levantadas. Las suficientes.
-Monique Lenoir es, oficialmente y desde este instante, una iniciada. Doy por finalizado el caso. Podéis marcharos.