CAPITULO
2- CÉNIT.
-¡No!
¡Moni! ¿Qué le has hecho, maldita sea?
-No
lo entiendes, has incumplido tu promesa.
-Marcus…
Por favor, ella es lo único que tengo… sin ella… Dios, ¿qué le has hecho?
-No lo sé, ni me importa.
-No lo sé, ni me importa.
Moni
esta en los brazos de Luna, inconsciente, con la cabeza hacia atrás, el pelo
mojado y los ojos cerrados. Podría pasar por dormida, pero el feo moratón que
se ve en la sien de la chica induce a pensar otras cosas.
Luna
no puede parar de llorar. Su mundo se está desmoronando y no puede hacer nada
por recomponerlo. ¿Por qué le pasa todo a ella?
-Joder,
joder, joder… Moni, por lo que más quieras, vuelve.
-Será
bastante difícil.
Luna
y Marcus se giran. La que ha hablado es Hazel.
-Hay
que celebrar un juicio.
-Hazel,
¡venga ya! Ella ha incumplido su promesa, ha mostrado este lugar a alguien que
no pertenece a la secta. Claramente merece un duro castigo. ¡No hay nada que
juzgar!
-Las Leyes lo dictan: primero juicio, después sentencia.
-Pero…
- comienza a protestar la chica.
-Silencio,
Luna. Aquí y ahora no tienes ni voz ni
voto -Marcus suspira, visiblemente fastidiado-. Sea, pues. Hagamos un juicio.
* * *
-Humm…
- Mónica abre por fin los ojos. Cada músculo de su cuerpo, por pequeño que
sea, le pesa un quintal. Pese a no poder moverse, su mente trata de recordar
qué es lo que ha sucedido y recomponer sus recuerdos para formar algo parecido
a una historia razonable, pero demasiadas preguntas se agolpan en su embotada
cabeza. ¿Por qué se encuentra así? ¿Qué le ocurrió
cuando estaba hablando con Luna? Y lo más importante…
¿Dónde
está Luna?
* * *
Momentos antes.
-¿Qué vais a hacer con ella? ¡Dejdla! ¡No ha hecho nada!
Luna se revuelve entre los brazos de Eric, mientras Marcus coge el inerte cuerpo de Moni y lo adentra en la caverna.
-¿A dónde la lleváis? ¡Soltadla!- grita, mientras se debate entre los brazos de su líder- No la toquéis... ¡Ni un pelo!- dice la chica. Las lágrimas surcan su rostro como torrentes.
-Eh, Luna- la llama la voz de Eric-. Basta.
El encapuchado al que Luna no puede ver el rostro la hace girar sobre sí misma y la estrecha contra él. La rodea con sus brazos en ademán protector, y Luna siente cómo la humedad de sus lágrimas comienza a calar el suave tejido de la túnica color tinto. Es incapaz de retenerlas.
-Eric… ella no… no sabe nada, yo no le he contado... nada, te lo juro- habla a trompicones entre hipido e hipido, mientras la mano enguantada del encapuchado líder recoge sus lágrimas- Tú… Me crees, ¿verdad?
-Sí, claro que te creo- le acaricia el cabello y vuelve a pegarla a su cuerpo.
-Ella… no podéis quitármela. Es lo único que tengo… es mi única y mejor amiga.
-No es así, Luna.
-Sí, sí que lo es. Ella es lo único que hace que mi vida merezca la pena… es mi mejor amiga- llora la chica, con ojos vidriosos.
-Tienes a tu familia, tus padres, tus estudios… - dice Eric con voz inexpresiva, como si ni siquiera él se lo creyese.
-Tú sabes que esas cosas no me llenan. Eric, por favor…
-Lo sé. Tranquila.
Se quedan así un rato, muy juntos. Él, inmóvil como una pétrea escultura; ella, convulsionándose todavía, pero cada vez más levemente.
-Eric, sabes que ella no tiene la culpa de nada. Lo sabes- gimotea.
-Sí, lo sé- repite él con su voz suave.
-Entonces, aboga por ella. Ella no sabe nada, y si tú la defiendes en el juicio, se salvará. Solo puedo recurrir a ti. Solo tú puedes hacer esto. Eres el líder.
Eric no contesta, ni mueve un solo músculo. Luna no se rinde.
-Por favor…- suplica mientras las lagrimas regresan.
-No te prometo nada, tan solo que tomaré una decisión. Pero he de meditarla esta noche. Ten en cuenta que ella está acusada de posesión de información confidencial, pero tú estas acusada de ser prodictor.
-¿Qué es prodictor?
-Es una palabra latina. Significa traidor o traidora. Tú has violado las leyes; por tanto, eres prodictor.
-Lo asumo, pero intercede por ella.
-De acuerdo. Mañana, al cénit, en el momento del juicio, conocerás mi decisión.
-Oh, Eric- Luna se siente afortunada y conmovida. No cabe en sí de gozo.- Gracias, gracias, gracias…
-Pero tú no te puedes ir.
-¿Cómo?
-Luna, si quieres que abogue por tu amiga, has de colaborar con nosotros. Por favor, no me lo pongas más difícil. Te vamos a enviar con la chica hasta mañana al medio día.
-Gracias por todo, Eric. Adelante, enciérrame.
* * *
-Señoría, considero que este juicio es totalmente innecesario. Ambas acusadas son claramente culpables, no perdamos más tiempo en proceder a su ejecución.
-Lord Marcus, el juicio tan solo acaba de empezar. La acusada de traición deberá poder defenderse al menos una vez- dice la jueza, la honorable Hazel con un deje cansino en su voz.
Sí, la Régida Hazel es la jueza, para sorpresa de Luna.
-¿Por qué debería tener que defenderse si todos sabemos lo que ha ocurrido? Deberíamos haberlas ejecutado en cuanto penetraron en nuestros dominios.
-La Ley es Ley, Lord Marcus, y te guste o no, yo dicto como debe ejercerse- responde la jueza, esta vez con más dureza.
A Luna la cabeza le da vueltas. Observa a su amiga: maniatada y semiinconsciente, con vendas en los ojos para que no pueda ver a nadie. A Luna se le rompe el alma al verla así.
La noche ha sido terrible. De vez en cuando, Moni cerraba los ojos y se dejaba arrastrar al sueño. Cuando no lo hacía, no paraba de quejarse del terrible dolor de cabeza que la atormentaba.
Luna no ha podido dormir en toda la noche. Desde que Eric la dejó en la celda donde la encerraron con Moni, hasta que Marcus la ha maniatado, no ha parado de pensar en una defensa suficientemente buena para salvar sus vidas.
Y así, ambas maniatadas y Moni sin poder ver nada, se encuentran en la caverna, a la espera de su juicio y de su sentencia.
Si de noche la caverna es impresionante, de día lo es aún más.
Las gotas de lluvia del día anterior resbalan dentro de la cueva y forman pequeños regueros, que reflejan la luz del sol radiante. Ello incide en toda la contrasala de la enorme caverna, el espacio más grande dentro de ella, ensañándose especialmente con el gran altar natural presidido por su Señoría Régida Hazel, lo cual otorga al sitio una mayor solemnidad. Sobre el enorme altar hay una anchísima estalactita en la que se aprecia una soberbia talla de un ave fénix consumiéndose en su propio fuego.
El resultado es que, sobre todo a la hora del cénit, la descomunal caverna no resulta “cavernosa” en absoluto. Parece más bien un palacio subterráneo diseñado y construido únicamente por la madre naturaleza.
Pero ahora Luna no se fija en esto. Está demasiado ocupada pensando cómo va a salvarlas a Moni y a ella.
Apenas escucha la voz de su Señoría cuando la llama a defenderse.
-Iniciada Luna Alcázar, procede a tu defensa, por favor.
La chica respira hondo y comienza:
-Señoría, es cierto que no se me permite revelar ni la existencia ni la ubicación de la secta, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estábamos en el bosque, perdidas, solas, sin agua ni comida y de noche, bajo aquella tormenta sin cobijo alguno. Nuestro medio de transporte nos había dejado tiradas y sin posibilidades de seguir adelante. Y cuando ingresé en este lugar, una de las cosas que se me dijo fue que podía recurrir a este refugio en caso de emergencia, y ayer lo fue, por lo tanto…
-Su señoría, si se me permite el alegato- la interrumpe un encapuchado cercano a Marcus-, la chica tiene razón en su argumento; sin embargo, deseo recordar al jurado que las normas en cuanto a los iniciados de la secta son estrictas: no se permite bajo ningún concepto mostrar a nadie nuestro refugio, por muy de su confianza que sean. Y por supuesto, en este caso no debe hacerse excepción.
A cada palabra que pronuncia su mano derecha, Marcus asiente solemnemente, como si le diese toda la razón. La realidad es abrumadora. Luna se niega a creer que todo está perdido. Mira a todos lados, pero no ve a Eric por ninguna parte.
Pero decide que no puede fallarle a su amiga, no sin luchar como ella lo haría.
-¡Pero no lo entienden! ¡Si hubiera venido sola, ella me habría seguido por pura sospecha! ¡Además, no podía dejarla sola, yo…!
-Señoría- Marcus vuelve a intervenir-, no tenemos por qué escuchar las razones personales de la acusada. La Ley es la misma para todos variando según el rango que se posea en esta nuestra honorable secta, y no debe suavizarse por falta de imparcialidad- la jueza se queda muda ante la insolente insinuación hacia su persona-. Pues bien, nada más que añadir.
El jurado presente en la sala levanta un murmullo para votar su decisión final.
-Orden, por favor-ruega la Régida Hazel-. Bien, ya que los argumentos de Lord Marcus son más plausibles que los de la acusada, no me queda más remedio que ceder a su favor. Y ahora, ¿cuál es la pena que Lord Marcus pide para las reas?
-Para la intrusa, la muerte, la más rápida que haya. Y para la prodictor, no pido la muerte, sino algo peor: hemos de cortarle la lengua.
-¿Está de acuerdo el jurado?- pregunta Hazel, ocultando su angustia.
-Sí, están de acuerdo-responde de nuevo Marcus, que parece haberse proclamado el portavoz.
-En tal caso, la pena dictada es válida- la mujer dedica a las chicas una mirada honda y triste detrás de la oscuridad de su capucha- Serán ajusticiadas en media hora. ¿Nadie quiere añadir nada más?- pregunta con cierta esperanza, antes de dar el caso por finalizado.
-Sí. Yo quiero añadir algo. O más bien, retirarlo.
Todo el mundo, sobre todo Luna, se vuelve hacia la voz que acaba de hablar. No puede contener la emoción: su ángel de la guarda va a salvarla por segunda vez.
-¿Qué quieres decir, Lord Eric?- pregunta la honorable Régida Hazel.
-Las Leyes son Las Leyes; se ha dictado sentencia, y la sentencia se va a cumplir.
-Cállate, Lord Marcus, o al final retiraré la sentencia por mala conducta.
Marcus está indignado. Ninguna vieja como Hazel le ha mandado callar en su vida, por mucho poder que tenga.
-Adelante, Eric. Expón tu defensa.
Eric asiente, toma aire y habla. Impone a su voz normal un tono que nunca había oído Luna. Eso sumado a la resonancia de la caverna hace que Luna atisbe un poco de esperanza para ella y para Moni.
-En efecto, las Leyes son las Leyes y han de cumplirse. Vayamos por partes: Monique Lenoir apareció ayer por la noche durante la tormenta con intención de guarecerse ¿Qué crimen es ese? Ninguno; es más, a Luna Alcázar se la internó en la secta por el mismo motivo, por lo que propongo impugnar la sentencia.
-Secundo la moción- dice una voz femenina que Luna identifica como Dómina Katia.
-Yo también- se une Mikel.
-Y yo- Régida Hazel.
-Obviamente yo-tercia Eric.
-Está bien, cuatro a favor, tres en contra. Se impugna la sentencia. No digas nada, Marcus. Espera a que Lord Eric termine.
-Luna Alcázar, has sido calificada de “iniciada”; sin embargo, ¿cuántos meses llevas con nosotros?
-Dentro de pocos días… siete meses-. dice Luna, tras un momento de reflexión.
-Ese es un dato que no ha aparecido hasta ahora.
-¡Es un dato irrelevante!-grita Marcus.
-No, Marcus, no lo es. Según LA LEY de nuevos miembros- remarca bastante la palabra-, que establece los plazos por los cuales se van rigiendo los rangos, a la iniciada se le hace un seguimiento durante dos meses. Después de estos, se le deja libre albedrío durante cuatro meses, en los que sigue siendo iniciada. Tras ello, se le abre una inspección de un mes; durante este mes, la iniciada disfruta de los privilegios de una veterana, sin llegar a serlo. Entre estos privilegios se encuentran: utilizar la secta como refugio cuando quiera, siempre que se tengan motivos, y cuando se realize el ritual, conocer nuestros rostros- Luna se sorprende al oír esto-. ¿Quieres hacer la cuenta tu, Lord Marcus? ¿O mejor lo hago yo? Seis meses; estamos en el séptimo de Luna, por tanto tiene privilegios de veterana. Si no recuerdo mal, el 30 de marzo ingresaste, por lo que en veinticinco días se realizará el ritual. Luna ha de ser impugnada. Además, ¿qué historia íbamos a inventarnos para una muchacha sin lengua, y otra muerta, que no despertase sospechas? Es más práctico así, no hay por qué inventar nada.
-Bien, Lord Eric. Adelante pues, votemos a que se impugne la sentencia de Luna.
Las cuatro manos de antes vuelven a alzarse.
-Cuatro de siete. La sentencia queda invalidada. ¿Algo más, Eric?
-No, eso es todo, Señoría.
-Está bien, muy bien. ¿Algo más que alegar?
-Sí, yo exijo una sentencia, al menos para Monique Lenoir.
-Lo veo justo, ¿Qué propones, Lord Marcus?
-Que entre obligatoriamente en la secta, sin opción a elegir.
-¡No!-grita Luna.
-Votemos. ¿A favor?
Esta vez son cinco las manos levantadas. Las suficientes.
-Monique Lenoir es, oficialmente y desde este instante, una iniciada. Doy por finalizado el caso. Podéis marcharos.
-¿Qué vais a hacer con ella? ¡Dejdla! ¡No ha hecho nada!
Luna se revuelve entre los brazos de Eric, mientras Marcus coge el inerte cuerpo de Moni y lo adentra en la caverna.
-¿A dónde la lleváis? ¡Soltadla!- grita, mientras se debate entre los brazos de su líder- No la toquéis... ¡Ni un pelo!- dice la chica. Las lágrimas surcan su rostro como torrentes.
-Eh, Luna- la llama la voz de Eric-. Basta.
El encapuchado al que Luna no puede ver el rostro la hace girar sobre sí misma y la estrecha contra él. La rodea con sus brazos en ademán protector, y Luna siente cómo la humedad de sus lágrimas comienza a calar el suave tejido de la túnica color tinto. Es incapaz de retenerlas.
-Eric… ella no… no sabe nada, yo no le he contado... nada, te lo juro- habla a trompicones entre hipido e hipido, mientras la mano enguantada del encapuchado líder recoge sus lágrimas- Tú… Me crees, ¿verdad?
-Sí, claro que te creo- le acaricia el cabello y vuelve a pegarla a su cuerpo.
-Ella… no podéis quitármela. Es lo único que tengo… es mi única y mejor amiga.
-No es así, Luna.
-Sí, sí que lo es. Ella es lo único que hace que mi vida merezca la pena… es mi mejor amiga- llora la chica, con ojos vidriosos.
-Tienes a tu familia, tus padres, tus estudios… - dice Eric con voz inexpresiva, como si ni siquiera él se lo creyese.
-Tú sabes que esas cosas no me llenan. Eric, por favor…
-Lo sé. Tranquila.
Se quedan así un rato, muy juntos. Él, inmóvil como una pétrea escultura; ella, convulsionándose todavía, pero cada vez más levemente.
-Eric, sabes que ella no tiene la culpa de nada. Lo sabes- gimotea.
-Sí, lo sé- repite él con su voz suave.
-Entonces, aboga por ella. Ella no sabe nada, y si tú la defiendes en el juicio, se salvará. Solo puedo recurrir a ti. Solo tú puedes hacer esto. Eres el líder.
Eric no contesta, ni mueve un solo músculo. Luna no se rinde.
-Por favor…- suplica mientras las lagrimas regresan.
-No te prometo nada, tan solo que tomaré una decisión. Pero he de meditarla esta noche. Ten en cuenta que ella está acusada de posesión de información confidencial, pero tú estas acusada de ser prodictor.
-¿Qué es prodictor?
-Es una palabra latina. Significa traidor o traidora. Tú has violado las leyes; por tanto, eres prodictor.
-Lo asumo, pero intercede por ella.
-De acuerdo. Mañana, al cénit, en el momento del juicio, conocerás mi decisión.
-Oh, Eric- Luna se siente afortunada y conmovida. No cabe en sí de gozo.- Gracias, gracias, gracias…
-Pero tú no te puedes ir.
-¿Cómo?
-Luna, si quieres que abogue por tu amiga, has de colaborar con nosotros. Por favor, no me lo pongas más difícil. Te vamos a enviar con la chica hasta mañana al medio día.
-Gracias por todo, Eric. Adelante, enciérrame.
* * *
-Señoría, considero que este juicio es totalmente innecesario. Ambas acusadas son claramente culpables, no perdamos más tiempo en proceder a su ejecución.
-Lord Marcus, el juicio tan solo acaba de empezar. La acusada de traición deberá poder defenderse al menos una vez- dice la jueza, la honorable Hazel con un deje cansino en su voz.
Sí, la Régida Hazel es la jueza, para sorpresa de Luna.
-¿Por qué debería tener que defenderse si todos sabemos lo que ha ocurrido? Deberíamos haberlas ejecutado en cuanto penetraron en nuestros dominios.
-La Ley es Ley, Lord Marcus, y te guste o no, yo dicto como debe ejercerse- responde la jueza, esta vez con más dureza.
A Luna la cabeza le da vueltas. Observa a su amiga: maniatada y semiinconsciente, con vendas en los ojos para que no pueda ver a nadie. A Luna se le rompe el alma al verla así.
La noche ha sido terrible. De vez en cuando, Moni cerraba los ojos y se dejaba arrastrar al sueño. Cuando no lo hacía, no paraba de quejarse del terrible dolor de cabeza que la atormentaba.
Luna no ha podido dormir en toda la noche. Desde que Eric la dejó en la celda donde la encerraron con Moni, hasta que Marcus la ha maniatado, no ha parado de pensar en una defensa suficientemente buena para salvar sus vidas.
Y así, ambas maniatadas y Moni sin poder ver nada, se encuentran en la caverna, a la espera de su juicio y de su sentencia.
Si de noche la caverna es impresionante, de día lo es aún más.
Las gotas de lluvia del día anterior resbalan dentro de la cueva y forman pequeños regueros, que reflejan la luz del sol radiante. Ello incide en toda la contrasala de la enorme caverna, el espacio más grande dentro de ella, ensañándose especialmente con el gran altar natural presidido por su Señoría Régida Hazel, lo cual otorga al sitio una mayor solemnidad. Sobre el enorme altar hay una anchísima estalactita en la que se aprecia una soberbia talla de un ave fénix consumiéndose en su propio fuego.
El resultado es que, sobre todo a la hora del cénit, la descomunal caverna no resulta “cavernosa” en absoluto. Parece más bien un palacio subterráneo diseñado y construido únicamente por la madre naturaleza.
Pero ahora Luna no se fija en esto. Está demasiado ocupada pensando cómo va a salvarlas a Moni y a ella.
Apenas escucha la voz de su Señoría cuando la llama a defenderse.
-Iniciada Luna Alcázar, procede a tu defensa, por favor.
La chica respira hondo y comienza:
-Señoría, es cierto que no se me permite revelar ni la existencia ni la ubicación de la secta, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estábamos en el bosque, perdidas, solas, sin agua ni comida y de noche, bajo aquella tormenta sin cobijo alguno. Nuestro medio de transporte nos había dejado tiradas y sin posibilidades de seguir adelante. Y cuando ingresé en este lugar, una de las cosas que se me dijo fue que podía recurrir a este refugio en caso de emergencia, y ayer lo fue, por lo tanto…
-Su señoría, si se me permite el alegato- la interrumpe un encapuchado cercano a Marcus-, la chica tiene razón en su argumento; sin embargo, deseo recordar al jurado que las normas en cuanto a los iniciados de la secta son estrictas: no se permite bajo ningún concepto mostrar a nadie nuestro refugio, por muy de su confianza que sean. Y por supuesto, en este caso no debe hacerse excepción.
A cada palabra que pronuncia su mano derecha, Marcus asiente solemnemente, como si le diese toda la razón. La realidad es abrumadora. Luna se niega a creer que todo está perdido. Mira a todos lados, pero no ve a Eric por ninguna parte.
Pero decide que no puede fallarle a su amiga, no sin luchar como ella lo haría.
-¡Pero no lo entienden! ¡Si hubiera venido sola, ella me habría seguido por pura sospecha! ¡Además, no podía dejarla sola, yo…!
-Señoría- Marcus vuelve a intervenir-, no tenemos por qué escuchar las razones personales de la acusada. La Ley es la misma para todos variando según el rango que se posea en esta nuestra honorable secta, y no debe suavizarse por falta de imparcialidad- la jueza se queda muda ante la insolente insinuación hacia su persona-. Pues bien, nada más que añadir.
El jurado presente en la sala levanta un murmullo para votar su decisión final.
-Orden, por favor-ruega la Régida Hazel-. Bien, ya que los argumentos de Lord Marcus son más plausibles que los de la acusada, no me queda más remedio que ceder a su favor. Y ahora, ¿cuál es la pena que Lord Marcus pide para las reas?
-Para la intrusa, la muerte, la más rápida que haya. Y para la prodictor, no pido la muerte, sino algo peor: hemos de cortarle la lengua.
-¿Está de acuerdo el jurado?- pregunta Hazel, ocultando su angustia.
-Sí, están de acuerdo-responde de nuevo Marcus, que parece haberse proclamado el portavoz.
-En tal caso, la pena dictada es válida- la mujer dedica a las chicas una mirada honda y triste detrás de la oscuridad de su capucha- Serán ajusticiadas en media hora. ¿Nadie quiere añadir nada más?- pregunta con cierta esperanza, antes de dar el caso por finalizado.
-Sí. Yo quiero añadir algo. O más bien, retirarlo.
Todo el mundo, sobre todo Luna, se vuelve hacia la voz que acaba de hablar. No puede contener la emoción: su ángel de la guarda va a salvarla por segunda vez.
-¿Qué quieres decir, Lord Eric?- pregunta la honorable Régida Hazel.
-Las Leyes son Las Leyes; se ha dictado sentencia, y la sentencia se va a cumplir.
-Cállate, Lord Marcus, o al final retiraré la sentencia por mala conducta.
Marcus está indignado. Ninguna vieja como Hazel le ha mandado callar en su vida, por mucho poder que tenga.
-Adelante, Eric. Expón tu defensa.
Eric asiente, toma aire y habla. Impone a su voz normal un tono que nunca había oído Luna. Eso sumado a la resonancia de la caverna hace que Luna atisbe un poco de esperanza para ella y para Moni.
-En efecto, las Leyes son las Leyes y han de cumplirse. Vayamos por partes: Monique Lenoir apareció ayer por la noche durante la tormenta con intención de guarecerse ¿Qué crimen es ese? Ninguno; es más, a Luna Alcázar se la internó en la secta por el mismo motivo, por lo que propongo impugnar la sentencia.
-Secundo la moción- dice una voz femenina que Luna identifica como Dómina Katia.
-Yo también- se une Mikel.
-Y yo- Régida Hazel.
-Obviamente yo-tercia Eric.
-Está bien, cuatro a favor, tres en contra. Se impugna la sentencia. No digas nada, Marcus. Espera a que Lord Eric termine.
-Luna Alcázar, has sido calificada de “iniciada”; sin embargo, ¿cuántos meses llevas con nosotros?
-Dentro de pocos días… siete meses-. dice Luna, tras un momento de reflexión.
-Ese es un dato que no ha aparecido hasta ahora.
-¡Es un dato irrelevante!-grita Marcus.
-No, Marcus, no lo es. Según LA LEY de nuevos miembros- remarca bastante la palabra-, que establece los plazos por los cuales se van rigiendo los rangos, a la iniciada se le hace un seguimiento durante dos meses. Después de estos, se le deja libre albedrío durante cuatro meses, en los que sigue siendo iniciada. Tras ello, se le abre una inspección de un mes; durante este mes, la iniciada disfruta de los privilegios de una veterana, sin llegar a serlo. Entre estos privilegios se encuentran: utilizar la secta como refugio cuando quiera, siempre que se tengan motivos, y cuando se realize el ritual, conocer nuestros rostros- Luna se sorprende al oír esto-. ¿Quieres hacer la cuenta tu, Lord Marcus? ¿O mejor lo hago yo? Seis meses; estamos en el séptimo de Luna, por tanto tiene privilegios de veterana. Si no recuerdo mal, el 30 de marzo ingresaste, por lo que en veinticinco días se realizará el ritual. Luna ha de ser impugnada. Además, ¿qué historia íbamos a inventarnos para una muchacha sin lengua, y otra muerta, que no despertase sospechas? Es más práctico así, no hay por qué inventar nada.
-Bien, Lord Eric. Adelante pues, votemos a que se impugne la sentencia de Luna.
Las cuatro manos de antes vuelven a alzarse.
-Cuatro de siete. La sentencia queda invalidada. ¿Algo más, Eric?
-No, eso es todo, Señoría.
-Está bien, muy bien. ¿Algo más que alegar?
-Sí, yo exijo una sentencia, al menos para Monique Lenoir.
-Lo veo justo, ¿Qué propones, Lord Marcus?
-Que entre obligatoriamente en la secta, sin opción a elegir.
-¡No!-grita Luna.
-Votemos. ¿A favor?
Esta vez son cinco las manos levantadas. Las suficientes.
-Monique Lenoir es, oficialmente y desde este instante, una iniciada. Doy por finalizado el caso. Podéis marcharos.
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