Dos sombras
envueltas en una túnica merodean por el bosque, oscuro como la boca de un lobo.
Una busca con prisa, pero cuidadosamente; la otra ni se molesta en girar la
cabeza. Pero nadie se lo reprocha: Al fin y al cabo, solo es una iniciada.
Cuando por
fin paran a descansar, Mikel pregunta:
-Bueno,
¿cómo va tu primer día en la secta?
-Prefiero
no hablar del tema- responde Moni, mordaz.
-Como
quieras.
La joven
agradece que el otro no sea demasiado curioso. Deja pasar un minuto y habla
ella:
-¿Te puedo
hacer una pregunta? Verás, mi amiga Luna me habló de todos vosotros, y me dijo
que tú eras el más hablador, que siempre sabes lo que has de decir en cada
momento.
>>Sin
embargo, esta noche apenas has hablado, por no decir que no he oído tu voz en
ningún momento. ¿Por qué?
Monique es
incapaz de ver el rostro de su acompañante, pero puede escucharle claramente
soltar un hondo suspiro.
-Si
prefieres no hablar de ello, lo comprenderé mejor que nadie.
-Me
gustaría decírtelo y desahogarme contigo…
-¿Pero?
-Pero dudo
que entiendas.
-Siempre
puedes intentarlo. Además, si es un secreto y yo no lo entiendo siempre te
quedará ese consuelo.
Tras las
palabras de Moni, Mikel guarda silencio y reflexiona. Decide contárselo; parece
una chica que sabe guardar secretos.
-Está bien.
Digamos que… de donde yo vengo, no tenía mucha honra que defender, ni siquiera
tenía casa ni familia. Siempre he sido huérfano. Solo estaba yo, mi habilidad
para… robar, y también, mis sentimientos desequilibrados.
-¿Cómo?
¿Desequilibrados?
-Sí, podía
hacer las cosas más infames sin sentir ningún remordimiento, pero el amor… ah, no había latido de mi corazón que no me
recordase a ella. Ella no estaba enamorada de mí, y yo, como un tonto, no lo
supe ver en su momento. Ella me pedía que hiciera cosas horribles, y yo las
hacía.
>>Y ella me pagaba, no con dinero, sino
con… ejem… - Mikel carraspea y se ruboriza un poco, pero la oscuridad y la
capucha que cubre su cara impiden que Moni lo vea-. Y así pasó el tiempo. Yo
hacía el trabajo sucio, y ella me lo recompensaba.
>>Llegué
a creerme que ella me quería, pero descubrí que solo era uno más de sus
juguetes, y la realidad me golpeó en la cara como un duro y frío mazazo.
>>La
abandoné, pero jamás me separé de ella. Solía observarla cuando creía que nadie
me veía, quedaba prendado de cada curva de su cuerpo… pero finalmente, me alejé
en cuanto comprendí que todo aquello no me hacía ningún bien. Me distancié todo
lo que pude, a otra tierra... - “a otro mundo”, piensa el joven; finaliza su
relato:
-Aunque
esta noche, la realidad me ha vuelto a golpear.
-Lo siento
mucho, Mikel. Debes de haberlo pasado fatal. Pero, ¿qué quieres decir con que
te ha vuelto a golpear?
-Porque
ella ha vuelto, Meredith ha vuelto.
* * *
Mientras
tanto, Eric está en la sala principal de la caverna, andando de un lado para
otro frenéticamente. Su cerebro no para de darle vueltas a un solo pensamiento:
“Cuatrocientos noventa y nueve años perdidos. Último año. Guerra. Si no lo
encontramos, las consecuencias serán inimaginables. Les he defraudado…”
“Guerra.
Humanidad en peligro. Consecuencias inimaginables. Defraudado…”
-¿Puedo
pasar?
La voz
pilla de improviso a Eric, que tarda un poco en responder.
-Ah, Luna.
Pasa, te estábamos esperando.
-Gracias
Eric. ¿Estábamos? Pero si estás tú solo.
-Bueno, los
otros regresarán en cuanto acaben. Están en medio de una expedición- explica.
-¿Expedición?
¿Habéis encontrado alguna pista del Fénix?
-No, Luna.
Verás, en realidad aún no puedes hacer demasiadas preguntas. Pero te prometo
que en cuanto celebremos tu paso al rango de veterana en la secta, te lo
explicaré todo. Confía en mí, por favor- termina con voz suave e hipnótica.
-Siempre lo
haré- dice ella en voz apenas audible, aunque probablemente él ya la haya oído.
Los minutos
pasan en silencio; ninguno se atreve a pronunciar una palabra, y se encierran
en sus propios pensamientos.
Luna no
para de darle vueltas a las peleas que no tienen fin en su casa. Sin ir más
lejos, en la cena de hoy han tenido otra discursión, como no, por culpa de su
hermana. Por esta razón, ha llegado tarde. No puede sacarse de la cabeza los
gritos de su madre y de su padre, y las contestaciones pasotas de Zaida, que no
hacía más que ponerles más nerviosos, gritando más y más.
Están tan
enfrascados en sus mentes que no se dan cuenta de que otras dos figuras se han
adentrado en la sala.
-Saludos.
Somos los representantes de las sedes de Egipto y de Francia. Yo soy Aramis,
Levín Aramis, y él es Lord Ben-Beley- dice un encapuchado de voz juvenil, al
que le cuesta hablar castellano con fluidez y presentando un deje francés en el
tono- Hemos venido en cuanto hemos podido.
-Saludos,
Levín y Lord. Os esperábamos.
-Que el ave
de la luz nos ilumine con toda su gracia- dice el otro encapuchado, con un
dominio perfecto del idioma pero con un marcado acento marroquí-. El viaje ha
sido breve y sin incidentes, pero, en cualquier caso, sin resultados.
-Cierto. Ni
en Francia ni en Egipto, ni, según nos han informado, en los Emiratos, han
encontrado nada.
-Aquí
tampoco lo hemos hallado. Seguidme, aquí podréis descansar como merecéis. Los
demás miembros de la sede y otra recién llegada vendrán en seguida. Los he
enviado a todos los puntos de este bosque para encontrar y guiar al resto de
los representantes.
-Pues
pierdes el tiempo, milord.
-¿Qué
quieres decir, honorable Ben-Beley?
-Lo más
probable es que no venga nadie más. A lo sumo, otros dos o tres como mucho-
añade Aramis.
-¿Por qué
motivo?
-Ha habido
problemas en las sedes de los distritos de la secta. Los revolucionarios han
iniciado levantamientos muy violentos, y se necesita todo el apoyo posible para
controlarlos. Nosotros hemos venido con urgencia por que nuestras sedes son los
más trascendentales, pero también nuestros distritos están teniendo problemas.
-Por eso
hemos dicho que, gracias al Fénix, no hemos tenido ningún incidente en nuestro
periplo- concluye Ben-Beley- Pero para los rebeldes, el margen de tiempo ha
finalizado.
-¡Pero si
todavía queda un año!- protesta Eric. Es la primera vez que Luna lo ve así,
perdiendo su calma y entereza habituales.
-Amigo mío,
para ellos cualquier excusa es buena para volver a iniciar una guerra fría.
“¿Quiénes
son esos revolucionarios?” piensa Luna “¿Y por qué quieren empezar una guerra
contra la Secta? Tengo que contárselo a Moni.”
-La
situación es crítica, entonces. Debemos ponernos manos a la obra cuanto antes-
resuelve Eric, recuperando la calma, pero con voz desilusionada- De momento,
debemos evitar que el resto de las sedes sucumban a los levantamientos, pero
por ahora, será mejor mantener la cabeza fría. Cuando el resto de los miembros
regresen, trataremos el tema con calma.
-Eric…
perdona, pero ¿De qué va todo esto?- pregunta Luna, temerosa por si su amiga y
ella se han metido en algo más grave de lo que pensaban.
-No puedo
responderte a esto, “Veterana Luna”.
Luna está
boquiabierta. Nunca le había hablado así de distante.
-Está bien,
Lord Eric. Puesto que considero que no debería estar presente en esta
conversación, con permiso, me voy- contesta ella, en el mismo tono que Eric.
La chica
sale de la caverna. Respira el fresco aire de una noche de octubre, y el olor
del bosque llega hasta su nariz.
-Emm, hola-
uno de los nuevos la ha seguido hasta la salida. Luna se sobresalta al oírlo
detrás de ella.
-Hola.
-Soy
Aramis. Vengo de la sede de Francia.
-Yo soy
Luna, y vivo aquí desde que tengo uso de razón. Por cierto, si la otra iniciada
te pregunta de dónde eres, no le digas que eres de Francia.
-¿Y de
dónde soy?- pregunta, divertido.
-Del centro
de África, o de Canadá, que también se habla francés.
-D’acord, y
¿por qué he de hacerlo? Si puedo preguntar.
"Qué educado
es", piensa Luna.
-Porque
ella también es de Francia, y no guarda buenos recuerdos de ese país.
-No entiendo
como alguien puede odiar Francia. Es el mejor lugar de la Tierra.
“Perfecto,
uno que ama Francia y otra que la odia. A saber cómo acabará esto.”
-Simplemente,
no le gusta recordarla.
* * *
-Bueno,
pues por aquí no viene nadie. Señorita, si no te importa, volvemos a la cueva.
A Eric no le hará ninguna gracia, pero… es lo que hay.
Moni acepta
con una sonrisa. La verdad es que es un tipo bastante agradable, el tal Mikel.
Aunque no lo conozca demasiado, podría acostumbrarse a la secta con Luna y él
de su lado.
Ambos
caminan por el denso bosque, cada vez más oscuro e imprevisible. Por suerte,
Mikel reconoce el camino incluso de noche, como la palma de su mano. Es Mónica
quien rompe el silencio.
-Hay una
cosa que no entiendo.
-Dime.
-Cuando he
visto a la tal Meredith, me ha parecido de todo menos una ramera. De hecho, por
los modales y el brillo de la túnica, parecía ser de un rango muy elevado, ¿lo
es?
-Ajá.
-Pero, por
lo que me has contado, antes de uniros a la secta los dos erais igual de
pobres, por no decir que estabais en la miseria, ¿no?
-Así es.
-Pero, entonces, ¿por qué ella ha ascendido tan alto en la secta y tú… bueno, a ti no
te condenaron de milagro? Es decir, ¿cómo es que ella ha pasado de puta barata
a Duquesa de Alba?
-Eres muy
suspicaz, ¿lo sabías?- le dice Mikel, aunque no está molesto en absoluto, sino
más bien divertido-. Pues verás, es complicado, pero por ser tú, haré un breve
resumen:
>>En
vuestra Historia figura que la gente casaba a sus hijos con gente con más
prestigio, de rango superior, para conseguir más poder, riquezas y ascender
socialmente… Bien, pues eso ocurrió con Meredith.
>>Utilizó
su cuerpo para acabar con el hombre con quien se había casado. Toda su fortuna
cayó sobre ella. Ahora posee un rango superior.
-Pero,
¿cómo es que no la denunciaron? ¡Lo mató!
-Porque no
había pruebas. Esperó el momento propicio, no la primera noche, como hacen los
caza fortunas. Además el hombre era ya muy viejo. Tenía la muerte a las
espaldas. Una pequeña enfermedad acabaría con su vida y nadie sospecharía de la
pobre viuda.
-Vaya
putada…
Mikel suelta una carcajada, resignado.
-Sí,
realmente fue una putada.
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