martes, 6 de octubre de 2015

Capítulo 6. TÉ CALIENTE.



Los miembros empiezan a llegar a la caverna.
Conforme las personas van entrando, sin más compañeros, Eric se desanima cada vez más.
Todos han acabado su propia búsqueda.
El líder comparece ante todos:
-Compañeros de la secta, esta noche no encuentro las fuerzas necesarias para continuar. Estos últimos días han sido extenuantes, ya  no sé dónde puede estar nuestra salvación. Temo haber perdido la esperanza, pero a mi pesar, así es. Y si se supone que la esperanza es lo último que se pierde… entonces no nos queda nada.
-Espera- dice, cómo no, Mónica- Quieres decir que después de volvernos locos buscando un pájaro mitológico que arde en su propia llama y que canta como una sirena, hoy, por fin, ¿lo vais a dejar?
-No exactamente, iniciada. Seguiremos buscándolo hasta los confines de las Dimensiones existentes, pero en lo que a mí respecta, no he cumplido correctamente la misión, y además no me veo con fuerzas para completarla. Por este motivo, dejaré el cargo de líder de la Secta.
En la caverna se hace un silencio sepulcral.
La figura encapuchada de Marcus da un paso adelante.
-Bravo, Eric. Has tardado tiempo en darte cuenta, pero al final, te has retirado- “Parece el típico malo de película con escaso presupuesto”, piensa Moni; “Solo le falta retorcerse las manos, como un genio loco.”
-¡No!- grita Luna, angustiada ante esa idea- aún no ha dicho su última palabra.
“Por favor, no me abandones tú, Eric” suspira la chica en silencio.
-Sí la ha dicho, y en cualquier caso, no eres quién para interferir en las decisiones de la secta. Aún no eres una veterana.
-En realidad, Lord Marcus, la Veterana Luna tiene razón- dice entonces Eric, enfatizando la palabra “veterana”-. Mañana os comunicaré mi decisión final. Hasta entonces, podéis marcharos. Los representantes, ¿disponéis ya de alojamiento para estos días?
-Nosotros sí- responden Ben-Beley y Aramis.
-Yo no dispongo de alojamiento -dice Meredith, con voz inocente y acompañada de una risita innecesaria que pone de los pelos de punta a Mikel-. No me acordé de reservar cuando llegué. De todas formas, seguro que en un pueblo pequeño y pintoresco como este no quedaría una habitación libre para mí.
-Si continúas al fondo de la caverna encontrarás una pequeña socavadura acondicionada como una habitación individual. Podrás quedarte esta noche, y mañana buscarás domicilio.
-Me parece bien- dice la irlandesa, con un tono que deja claro que esperaba otra cosa.
-De acuerdo, entonces. Hasta mañana- masculla Eric, mientras se pellizca el puente de la nariz para hacer desaparecer su terrible jaqueca.
El primero en salir es Marcus, seguido de sus acólitos Agustín y Ezequiel. Meredith se dirige hacia las entrañas de la cueva. Katia y Hazel salen de la caverna con expresión preocupada,cabizbajas y con sus hombros hundidos. Mikel se mueve tan rápido que apenas se le ve salir. Al final solo quedan tres.
Mientras que para Luna es una situación agradable y familiar, ya que se encuentra entre sus dos personas favoritas, para Moni es una situación terriblemente incómoda. Es incluso peor que cuando tuvo que ir tres tardes por semana al psicólogo infantil. Quiere irse de una vez, pero, por primera vez, no se atreve a romper el silencio, y eso la pone de los nervios.
-Eric, no te vayas- suplica Luna, con las manos juntas.
-Luna, no puedo explicarte el por qué ahora, pero pronto lo entenderás.
Moni arquea una ceja. Ha notado un matiz raro en la voz de su líder… ¿¡Pero en que está pensando?! No es su líder, es el jefe de un grupo de chalados; sin embargo… bien sabe que su amabilidad ha hecho mella en ella. Y si se va, las consecuencias para ambas seríanespantosas.
-Eric, quédate, por favor. De no ser por ti, me habrían matado, y a Luna le habrían cortado la lengua. Te debo la vida, y creo que hago bien suplicándote que te quedes… y que sepas que no suplico. Nunca y a nadie- argumenta la francesa.
Un silencio absoluto se instala entre ellos. Luna se alegra enormemente de que su amiga laapoye en esto.
-No me iré- dice Eric, tras dejar correr unos momentos de profunda reflexión-. Agradezco el esfuerzo, Mónica.
-Entonces, ¿seguirás siendo líder?- pregunta Moni, a quien no le gusta quedarse con la duda.
-Sí- asiente el líder-. Por vosotras, y… ¡qué narices! Porque no pienso darle esa satisfacción a Marcus.
Luna da una palmada de alegría y luego duda un momento sobre si debería o no abrazar a Eric. Antes de que pueda decidirlo, el líder le pone la mano sobre el hombro. Es un gesto propio de un líder que, sin embargo, Eric no quería hacer. Luego se aparta hacia donde Moni les observa, menos inquieta que antes, aunque está claro que quiere marcharse ya.
-Gracias por apoyarme, no lo olvidaré.
-Más te vale, líder- dice ella, aparentemente indiferente, aunque en el fondo agradece que no lahaya llamado “iniciada”.
-Puedes estar segura. Confía en mí.
Y se marcha. En ese momento Moni comprende que la última frase de Eric tiene otro sentido, pues le acaba de pedir que confíe en él no solo como líder, sino como persona.
         *          *          *
-¡Eric!
-Hola, Kat.
Katia ha saltado del sofá al verlo, muerta de preocupación.
- No lo has dicho en serio, ¿verdad? Lo de dejar el liderazgo...
-Tranquilízate, Kat. Lo he meditado mucho, y no lo voy a dejar. Continuaré ejerciendo de líder, como nuestro padre quiso que fuese.
-Por el Fénix, Eric... -resopla Katia, exasperada- A la abuela y a mí casi nos da algo.
-Lo sé, ya he hablado con ella de esto. Mañana hablaré ante la secta y continuaré hasta morir por la causa.
-O hasta que la encontremos- puntualiza ella-. Aún hay tiempo.
Eric acaba de llegar al pequeño apartamento que comparte con su hermana. Ha dado un rodeo por las calles empedradas de Albarracín. Le encanta ese pueblo, sobre todo su casco antiguo. Le encanta el tacto frío de la piedra con la que están hechas las paredes, el metal oscuro que cubre las rejas de las ventanas, y, sobre todo, le encantan las salamandras que adornan las puertas y ventanas de las casas más antiguas.
Siente la mirada de su hermana clavándose en él.
-¿Qué tomas? – pregunta Eric, fijándose en la taza de porcelana que tiene Katia en las manos.
-Un té.
-¿Un qué?
-Un té, una bebida mundi con propiedades relajantes.
-¿Sabes prepararlo?
-Sí.
-¿Y mi querida hermana podría prepararme uno?
-No seas zalamero. Te lo prepararé, pero ahora mismo te vas a sentar y me vas a escuchar... ¡No! En el sofá no, que estaba yo.
Con una sonrisa, Eric se levanta del sofá rojo y coge una silla de la mesa de cristal recubierta por un mantel azul, a juego con las paredes del mismo color. Se sienta y espera a su hermana.
Aunque ninguno se ha disculpado, la hostilidad entre ellos parece haber acabado.
De fondo, se oye cerrarse el armario de la vajilla y el sonido del agua del grifo, después el microondas y seguidamente a Katia soltando alguna palabrota mundana.
A los pocos segundos, aparece con una taza idéntica a la suya llena de humeante té.
-¡Arg! ¡Quema! Pero bueno, ¿qué es esto?
-Ya te lo dije, es té- dice Katia, sonriendo tras su taza de porcelana-. Anda, sopla antes de beber y atiende.
Eric le hace caso, sopla y bebe un sorbo que le calienta la garganta sin llegar a ser doloroso.
-Eric,- susurra Katia, repentinamente seria- ya sabes que tengo conexión con el Fénix.
Eric asiente. Conoce muy bien el don de su hermana, pero le resulta extraño que lo mencione. No suele hacerlo.
-Sí, pero no sé a dónde quieres llegar.

-Esa conexión… La he sentido muy fuerte desde que Mónica llegó a la secta. 

jueves, 17 de septiembre de 2015

Capítulo 5. PROBLEMAS.

Dos sombras envueltas en una túnica merodean por el bosque, oscuro como la boca de un lobo. Una busca con prisa, pero cuidadosamente; la otra ni se molesta en girar la cabeza. Pero nadie se lo reprocha: Al fin y al cabo, solo es una iniciada.
Cuando por fin paran a descansar, Mikel pregunta:
-Bueno, ¿cómo va tu primer día en la secta?
-Prefiero no hablar del tema- responde Moni, mordaz.
-Como quieras.
La joven agradece que el otro no sea demasiado curioso. Deja pasar un minuto y habla ella:
-¿Te puedo hacer una pregunta? Verás, mi amiga Luna me habló de todos vosotros, y me dijo que tú eras el más hablador, que siempre sabes lo que has de decir en cada momento.
>>Sin embargo, esta noche apenas has hablado, por no decir que no he oído tu voz en ningún momento. ¿Por qué?
Monique es incapaz de ver el rostro de su acompañante, pero puede escucharle claramente soltar un hondo suspiro.
-Si prefieres no hablar de ello, lo comprenderé mejor que nadie.
-Me gustaría decírtelo y desahogarme contigo…
-¿Pero?
-Pero dudo que entiendas.
-Siempre puedes intentarlo. Además, si es un secreto y yo no lo entiendo siempre te quedará ese consuelo.
Tras las palabras de Moni, Mikel guarda silencio y reflexiona. Decide contárselo; parece una chica que sabe guardar secretos.
-Está bien. Digamos que… de donde yo vengo, no tenía mucha honra que defender, ni siquiera tenía casa ni familia. Siempre he sido huérfano. Solo estaba yo, mi habilidad para… robar, y también, mis sentimientos desequilibrados.
-¿Cómo? ¿Desequilibrados?
-Sí, podía hacer las cosas más infames sin sentir ningún remordimiento, pero el amor…  ah, no había latido de mi corazón que no me recordase a ella. Ella no estaba enamorada de mí, y yo, como un tonto, no lo supe ver en su momento. Ella me pedía que hiciera cosas horribles, y yo las hacía.
 >>Y ella me pagaba, no con dinero, sino con… ejem… - Mikel carraspea y se ruboriza un poco, pero la oscuridad y la capucha que cubre su cara impiden que Moni lo vea-. Y así pasó el tiempo. Yo hacía el trabajo sucio, y ella me lo recompensaba.
>>Llegué a creerme que ella me quería, pero descubrí que solo era uno más de sus juguetes, y la realidad me golpeó en la cara como un duro y frío mazazo.
>>La abandoné, pero jamás me separé de ella. Solía observarla cuando creía que nadie me veía, quedaba prendado de cada curva de su cuerpo… pero finalmente, me alejé en cuanto comprendí que todo aquello no me hacía ningún bien. Me distancié todo lo que pude, a otra tierra... - “a otro mundo”, piensa el joven; finaliza su relato:
-Aunque esta noche, la realidad me ha vuelto a golpear.
-Lo siento mucho, Mikel. Debes de haberlo pasado fatal. Pero, ¿qué quieres decir con que te ha vuelto a golpear?
-Porque ella ha vuelto, Meredith ha vuelto.
         *          *          *
Mientras tanto, Eric está en la sala principal de la caverna, andando de un lado para otro frenéticamente. Su cerebro no para de darle vueltas a un solo pensamiento: “Cuatrocientos noventa y nueve años perdidos. Último año. Guerra. Si no lo encontramos, las consecuencias serán inimaginables. Les he defraudado…”
“Guerra. Humanidad en peligro. Consecuencias inimaginables. Defraudado…”
-¿Puedo pasar?
La voz pilla de improviso a Eric, que tarda un poco en responder.
-Ah, Luna. Pasa, te estábamos esperando.
-Gracias Eric. ¿Estábamos? Pero si estás tú solo.
-Bueno, los otros regresarán en cuanto acaben. Están en medio de una expedición- explica.
-¿Expedición? ¿Habéis encontrado alguna pista del Fénix?
-No, Luna. Verás, en realidad aún no puedes hacer demasiadas preguntas. Pero te prometo que en cuanto celebremos tu paso al rango de veterana en la secta, te lo explicaré todo. Confía en mí, por favor- termina con voz suave e hipnótica.
-Siempre lo haré- dice ella en voz apenas audible, aunque probablemente él ya la haya oído.
Los minutos pasan en silencio; ninguno se atreve a pronunciar una palabra, y se encierran en sus propios pensamientos.
Luna no para de darle vueltas a las peleas que no tienen fin en su casa. Sin ir más lejos, en la cena de hoy han tenido otra discursión, como no, por culpa de su hermana. Por esta razón, ha llegado tarde. No puede sacarse de la cabeza los gritos de su madre y de su padre, y las contestaciones pasotas de Zaida, que no hacía más que ponerles más nerviosos, gritando más y más.
Están tan enfrascados en sus mentes que no se dan cuenta de que otras dos figuras se han adentrado en la sala.
-Saludos. Somos los representantes de las sedes de Egipto y de Francia. Yo soy Aramis, Levín Aramis, y él es Lord Ben-Beley- dice un encapuchado de voz juvenil, al que le cuesta hablar castellano con fluidez y presentando un deje francés en el tono- Hemos venido en cuanto hemos podido.
-Saludos, Levín y Lord. Os esperábamos.
-Que el ave de la luz nos ilumine con toda su gracia- dice el otro encapuchado, con un dominio perfecto del idioma pero con un marcado acento marroquí-. El viaje ha sido breve y sin incidentes, pero, en cualquier caso, sin resultados.
-Cierto. Ni en Francia ni en Egipto, ni, según nos han informado, en los Emiratos, han encontrado nada.
-Aquí tampoco lo hemos hallado. Seguidme, aquí podréis descansar como merecéis. Los demás miembros de la sede y otra recién llegada vendrán en seguida. Los he enviado a todos los puntos de este bosque para encontrar y guiar al resto de los representantes.
-Pues pierdes el tiempo, milord.
-¿Qué quieres decir, honorable Ben-Beley?
-Lo más probable es que no venga nadie más. A lo sumo, otros dos o tres como mucho- añade Aramis.
-¿Por qué motivo?
-Ha habido problemas en las sedes de los distritos de la secta. Los revolucionarios han iniciado levantamientos muy violentos, y se necesita todo el apoyo posible para controlarlos. Nosotros hemos venido con urgencia por que nuestras sedes son los más trascendentales, pero también nuestros distritos están teniendo problemas.
-Por eso hemos dicho que, gracias al Fénix, no hemos tenido ningún incidente en nuestro periplo- concluye Ben-Beley- Pero para los rebeldes, el margen de tiempo ha finalizado.
-¡Pero si todavía queda un año!- protesta Eric. Es la primera vez que Luna lo ve así, perdiendo su calma y entereza habituales.
-Amigo mío, para ellos cualquier excusa es buena para volver a iniciar una guerra fría.
“¿Quiénes son esos revolucionarios?” piensa Luna “¿Y por qué quieren empezar una guerra contra la Secta? Tengo que contárselo a Moni.”
-La situación es crítica, entonces. Debemos ponernos manos a la obra cuanto antes- resuelve Eric, recuperando la calma, pero con voz desilusionada- De momento, debemos evitar que el resto de las sedes sucumban a los levantamientos, pero por ahora, será mejor mantener la cabeza fría. Cuando el resto de los miembros regresen, trataremos el tema con calma.
-Eric… perdona, pero ¿De qué va todo esto?- pregunta Luna, temerosa por si su amiga y ella se han metido en algo más grave de lo que pensaban.
-No puedo responderte a esto, “Veterana Luna”.
Luna está boquiabierta. Nunca le había hablado así de distante.
-Está bien, Lord Eric. Puesto que considero que no debería estar presente en esta conversación, con permiso, me voy- contesta ella, en el mismo tono que Eric.
La chica sale de la caverna. Respira el fresco aire de una noche de octubre, y el olor del bosque llega hasta su nariz.
-Emm, hola- uno de los nuevos la ha seguido hasta la salida. Luna se sobresalta al oírlo detrás de ella.
-Hola.
-Soy Aramis. Vengo de la sede de Francia.
-Yo soy Luna, y vivo aquí desde que tengo uso de razón. Por cierto, si la otra iniciada te pregunta de dónde eres, no le digas que eres de Francia.
-¿Y de dónde soy?- pregunta, divertido.
-Del centro de África, o de Canadá, que también se habla francés.
-D’acord, y ¿por qué he de hacerlo? Si puedo preguntar.
"Qué educado es", piensa Luna.
-Porque ella también es de Francia, y no guarda buenos recuerdos de ese país.
-No entiendo como alguien puede odiar Francia. Es el mejor lugar de la Tierra.
“Perfecto, uno que ama Francia y otra que la odia. A saber cómo acabará esto.”
-Simplemente, no le gusta recordarla.
         *          *          *
-Bueno, pues por aquí no viene nadie. Señorita, si no te importa, volvemos a la cueva. A Eric no le hará ninguna gracia, pero… es lo que hay.
Moni acepta con una sonrisa. La verdad es que es un tipo bastante agradable, el tal Mikel. Aunque no lo conozca demasiado, podría acostumbrarse a la secta con Luna y él de su lado.
Ambos caminan por el denso bosque, cada vez más oscuro e imprevisible. Por suerte, Mikel reconoce el camino incluso de noche, como la palma de su mano. Es Mónica quien rompe el silencio.
-Hay una cosa que no entiendo.
-Dime.
-Cuando he visto a la tal Meredith, me ha parecido de todo menos una ramera. De hecho, por los modales y el brillo de la túnica, parecía ser de un rango muy elevado, ¿lo es?
-Ajá.
-Pero, por lo que me has contado, antes de uniros a la secta los dos erais igual de pobres, por no decir que estabais en la miseria, ¿no?
-Así es.
-Pero, entonces, ¿por qué ella ha ascendido tan alto en la secta y tú… bueno, a ti no te condenaron de milagro? Es decir, ¿cómo es que ella ha pasado de puta barata a Duquesa de Alba?
-Eres muy suspicaz, ¿lo sabías?- le dice Mikel, aunque no está molesto en absoluto, sino más bien divertido-. Pues verás, es complicado, pero por ser tú, haré un breve resumen:
>>En vuestra Historia figura que la gente casaba a sus hijos con gente con más prestigio, de rango superior, para conseguir más poder, riquezas y ascender socialmente… Bien, pues eso ocurrió con Meredith.
>>Utilizó su cuerpo para acabar con el hombre con quien se había casado. Toda su fortuna cayó sobre ella. Ahora posee un rango superior.
-Pero, ¿cómo es que no la denunciaron? ¡Lo mató!
-Porque no había pruebas. Esperó el momento propicio, no la primera noche, como hacen los caza fortunas. Además el hombre era ya muy viejo. Tenía la muerte a las espaldas. Una pequeña enfermedad acabaría con su vida y nadie sospecharía de la pobre viuda.
-Vaya putada…
Mikel  suelta una carcajada, resignado.

-Sí, realmente fue una putada.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Capítulo 4. GUARDA.


CAPITULO 4-GUARDA.
Es lunes otra vez, para desgracia de cualquiera en general y de Moni en particular. El cielo está bastante despejado, casi raso, con la sola excepción de algún nubarrón aislado. La hora del recreo hace que el odiado día sea algo más llevadero.
El bachillerato de las chicas empieza a intensificarse.
-¿Salimos hoy del colegio?-pregunta Luna.
-No, casi todos los lunes me pasa algo malo. Prefiero no tentar a la suerte y quedarme aquí.
A petición de la francesa, se sientan en un banco cercano a la cafetería. Allí, Moni termina de sorber su café mientras Luna la observa pensativa.
-Moni.
-Dime.
-¿No te parece raro que la suplente de historia trabaje gratis en el colegio? Es decir, ¿quién hace eso en España, con la que está cayendo?
-Alguien idiota-responde Moni-, sin duda.
-Y, sin embargo, parece una mujer inteligente y astuta, como si para cada cosa en su vida tuviese ya un complejo plan en su mente.
-Luna, ¿cómo puedes creer conocerla tan bien? ¡Acabamos de tener nuestra primera clase con ella!
-No digo que la conozca, simplemente me parece sospechosa, es una corazonada. Además, no me digas que no es extraño que nadie, ni siquiera la directora, sepa de dónde viene ni dónde terminó sus estudios. ¡Y lo más raro es que ni siquiera les importa! Como si esa mujer les hubiese persuadido…
-Por favor, Luna. Deja de ver fantasmas donde no los hay. Solo es una suplente, ¿a quién le importa de dónde venga si se va a ir en cuanto vuelva la profe titular?
Así y todo, Luna no se puede quitar el asunto de la profesora nueva de la cabeza. Y en el fondo eso es bueno, ya que ello las aleja del tema de la secta y los misterios que entraña.
Por extraño que parezca, Moni no ha querido volver a hablar del tema de la secta, posiblemente, porque ha tenido que aceptar esa nueva realidad que cambiará su vida progresivamente.
Pero Luna no quiere presionar a su amiga a aceptarlo. Ella tuvo la suerte de tener a Eric en su momento, y ahora Moni la tiene a ella para lo que sea.
-Además-continúa Monique, lo que hace que Luna vuelva a la realidad-, se ve que no es desconocida para todos.
-¿Qué quieres decir?
-Mantiene una estrecha relación con el guarda de la cocina, el tal Ismael. El que deja un pequeño rastro de su perfección cuando pasas por su lado.
-¿Cómo? ¿Están liados?
El guarda de cocina del instituto, el terriblemente guapo Ismael López, lleva trabajando allí desde el curso pasado. Este es su segundo año, y aun así, la mayoría de chicas no se acostumbran todavía a su presencia. Todas se quedan embobadas cuando él descarga cajas en la cafetería, cuando coloca la vajilla recién limpia, o, sobre todo, cuando pasa muy cerca de alguna chica y esa chica puede aspirar su aroma, su fragancia a limón y a perfección, queda al instante paralizada, fulminada por un rayo de fascinación procedente de su cuerpo musculado y esbelto, de su cara angelical de ojos marinos y de su pelo negro y frondoso como la noche cerrada.
-Bueno, eso es lo que dicen todos-comenta Mónica-. Pero la verdad es que es lo que aparentan. Aunque él sea más joven que ella, siempre están juntos, siempre hablando muy bajito para que nadie les pueda oír. Ella siempre se ríe mucho con él, pero él prefiere mantenerse serio, por profesionalidad más que nada. Ah, y se le ha visto a él agarrarla de la cintura o de la muñeca y llevársela a otra parte más apartada. La última vez fue en el almacén de la cafetería. ¡Qué barbaridad! La gente no sabe disimular nada.
Luna traga saliva. Las facciones de su cara se vuelven raras por un instante, que pasa y vuelve a ser el que era.
Todo ha pasado muy rápido, pero a Moni le ha dado tiempo a percatarse de ello.
-Espera... ¿Te gusta el guarda? ¿Estás celosa?
-¿Qué? ¡No!
-¡A ti te gusta el guarda!- dice Moni, aún más alto.
-¡Que no,  joder! ¡Cállate ya!
El rostro de Luna se torna rojo, de ira y de vergüenza. Parece que en cualquier momento le va a salir humo de las orejas.
Y Mónica es cauta, y sabe que cuando su amiga se pone así, es mejor olvidarse del tema.
-Está bien, está bien. Oye…- Moni lleva horas dándole vueltas a una cosa- ¿Qué es lo que la tal Hazel me llamó… “Desde ahora, Monique Lenoir es una…”? ¿Una qué?
A Luna la pregunta le pilla desprevenida. Es la primera vez que le habla sobre la secta.
-Te llamó iniciada.
-Explícate.
-Eh, veras, el haberte llamado iniciada es simplemente definir tu rango en la secta. El rango de iniciada es el más bajo; después van los veteranos o veteranas, como yo, que es un rango superior. Después los levines o levinas, como Mikel, y por último están los más poderosos, los Lores, y las Régidas o Dóminas- Luna ha soltado todo de una parrafada y sin apenas parar para coger aire. Es sorprenderme para ella el que Moni haya hecho esa pregunta.
¿Estará aceptando que pertenece a la secta?
         *          *          *
Tras la fatídica jornada del lunes, llega el tan esperado momento: suena el timbre de las clases, y tanto profesores como alumnos salen, en cuanto pueden, disparados a la salida.
Por su parte, Moni no puede evitar levantar sus esbeltos brazos hacia el cielo y exclamar algo en francés con alegría.
Cuando por fin están fuera del edificio, pueden hablar con tranquilidad.
-¿Me acompañas hoy a casa?- pregunta Luna.
-No, me voy en moto-responde.
-Vale-acepta Luna. De hecho, lo prefiere así, ya que en ese momento tiene mil cosas en la cabeza. No para de darle vueltas a lo mismo; y es que, desde que Moni ingresó en la secta, habían pasado cosas muy extrañas. Más que de costumbre.
Ayer domingo habían regresado del bosque cerca de las cinco, que fue casi la hora a la que habían ido a la playa el día anterior.
Habían pasado toda la tarde y la noche fuera y no llamaron a su casa ni una vez, dado que en el bosque no había cobertura y ni siquiera tenían batería.
Frente a la puerta de su casa, y después de que Moni le hubiera deseado suerte, buscó sus llaves en el bolsillo, cuando cayó en la cuenta de que había vuelto a olvidárselas en casa. Como siempre. Eso significaba que no tenía escapatoria. Con un dedo tembloroso llamó al timbre un par de veces hasta que le abrieron la puerta. Había esperado que fuera un policía o su madre llorosa, pero la recibió su indiferente hermana Yaiza. Tenía el pelo recogido en una coleta baja deshecha, y había salido a recibirla en sujetador y mallas, sin cortarse un pelo. Luna tuvo la impresión de que aunque la calle hubiese estado llena de gente, su hermana hubiese salido tal cual estaba. Así, sin ningún complejo.
Su hermana mascaba un chicle y escuchaba música con sus cascos de DJ, y su mirada seguía siendo tan indiferente y pasota como de costumbre. Luna no lo entendió. Aunque su hermana y ella nunca se han llevado bien, siempre pensó que en el fondo se tenían algo de aprecio. Yaiza se desprendió de un casco y le habló con su vago tono habitual.
-Ah, eres tú. No le comentes nada a mamá del piercing. No se ha dado cuenta todavía y no quiero que lo haga.
-¿Te has hecho un piercing a sus espaldas?
Luna dirigió la vista hacia el ombligo de su hermana. Lo cierto es que, aunque llevaba todo el vientre descubierto, acababa de darse cuenta.
-No… es que ayer se me quedó atascada ahí mismo una bolita de pinball-dijo sin dejar de mascar el chicle, poniendo los ojos en blanco. Luna pasó de ella y subió rápidamente a su casa.
Al entrar se preguntó si debería haberlo hecho. Sin embargo, no había nadie en el recibidor. Ni su padre furioso, ni su madre histérica. Nadie.
Luna avanzó con cautela hacia la cocina, de donde procedían algunos ruidos de bolsas de plástico y cubertería. Se quedó en el marco de la puerta, mirando a su madre, cuando al fin se volvió.
-Ah, Luna. ¿Ya has vuelto?- entonces su madre había mirado el reloj de la cocina y había dicho- Un poco pronto, ¿no? Aún son las cinco y cuarto. ¿Es que tu amiga no ha aparecido?
-¿Eh?- se sorprendió Luna. Se preguntó si su madre estaría siendo sarcástica para luego atacar con más fuerza.
-Bueno, puedes quedarte en casa, si quieres. Cámbiate de zapatos. El baño está libre, por si quieres ducharte ya.
Su madre volvió la vista a los platos del lavavajillas. No estaba siendo sarcástica en absoluto. Era como si Luna nunca hubiese desaparecido un día entero. Ni gritos, ni guantazos en la cara, ni histeria.
Nada.
-Una cosa más. ¿Dónde está papá?
-¿Dónde va a estar? ¡En el trabajo, ganándose las habichuelas!- respondió su madre tranquilamente.
Entonces, a Luna no le cupo la menor duda.
Nadie, excepto ella, Mónica y la secta, sabía lo que había pasado aquella noche y aquel cénit.
         *          *          *
Moni recorre las calles vacías de gente a toda velocidad con la moto. Ella prefiere circular en campo abierto, donde no hay límite de velocidad, pero ahora no puede. Tiene que darse prisa si quiere comer con su madre.
Así y todo, no puede dejar de pensar en el brusco giro que ha dado su vida. Ayer mismo pasó una cosa extrañísima…
Moni había dejado ya a Luna enfrente de su casa y le había deseado suerte, disponiéndose a volver a la suya. Cuando llegó al gran chalé de las afueras del pueblo lo primero en lo que se fijó fue en que el coche de su madre no estaba. Entonces se asustó, ya que pensó que estaría en la comisaría, dando el parte de su desaparición. Nada más aparcar la moto enfrente del garaje sacó su móvil, dispuesta a llamar a su pobre madre, pero estaba sin batería.
“Mierda”, pensó.“Bueno, tendré que llamarla desde el fijo”.
Así que abrió la puerta de su casa con la llave, que por suerte seguía estando en su bolsillo.
-Estoy en casa- dijo con voz fuerte, aunque no había nadie.
Es una costumbre que Moni tiene desde muy pequeña, prácticamente desde que aprendió a hablar. No obstante, en la vacía casa, alguien salió a recibirla, corriendo y dando saltitos.
-¡Hola, Bijou!- dijo la francesa felizmente, agachándose para dejarse saludar por el animalillo. Con alegría y consuelo, dejó que su pequeña shi-tzu la mimase.
Por fin, después de largo rato de cariño, cogió a la perra y se dirigió con ella en brazos hasta la cocina, tratando de averiguar cómo y dónde estaba su madre.
-Me has echado de menos, ¿eh, ma chérie?
Cuando llegó a la cocina se sorprendió al ver que todo seguía igual que siempre. Ni un plato roto ni comida fría sobre la mesa. En la nevera había una nota sujeta por el imán de DisneyLand París favorito de la chica. Ella dejó a la perrita sobre una silla y cogió la nota. Era un folio arrancado del cuadernillo de su madre, como hacía siempre que por un motivo u otro no iba a comer con ella. Esto sucedía pocas veces, porque ambas están muy unidas, pero Moni reconoció la caligrafía de la mujer que la trajo al mundo, firme y tranquila; decía:
Mi Moni:
Hoy no podemos comer juntas como siempre. Supongo que te lo habrás imaginado al ver la nota. Sé que es domingo, pero es un compromiso bastante importante, de verdad. Pero seguro que lo entiendes, cariño.
Bueno, que tienes lasaña precalentada en el táper verde. De postre sobraron plátanos y fresas con zumo de los de ayer.
Estaré fuera algo más tiempo que de costumbre, pero te prometo que volveré para cenar.
No te olvides de sacar de paseo a Bijou.
Te quiere, mamá.
“¿Qué?”, pensó Moni en ese momento. ¿Por qué no estaba como loca buscándola? ¡Había estado todo un día fuera de casa, en paradero desconocido, y solo se preocupaba de que sacase a la perra!
Moni pasó un dedo por la parte escrita de la hoja. Cuando lo miró, su yema estaba manchada de tinta. Así que era reciente. ¿Por qué su madre estaba tan tranquila? ¡Era como si nunca hubiese pasado un día entero sin verla!
Moni no conseguía entenderlo. Todo era muy extraño. Desde que había salido de la cueva, las cosas raras no parecían acabarse. Como la moto.
Al recordar esto, Moni salió corriendo hacia la puerta del garaje. Examinó las dos ruedas del vehículo, pero ninguna de ellas estaba pinchada.
De pronto, el teléfono fijo sonó. Moni volvió a correr adentro y descolgó, conteniendo la respiración:
-¿Mamá?
-Casi. Tenemos que hablar, y ya-respondió Luna.
         *          *          *
Estimado director de la sede de la secta en Hokkaido.
Les envío este comunicado desde la sede principal, en España.
La búsqueda no da sus frutos, por mucho que me duela decirlo. Necesitamos más miembros con dones aquí.
En este momento, contamos con seis Lores y Régidas, un levín y dos iniciadas. Las dos últimas no poseen ningún don, aunque este dato es irrelevante.
Tenemos que encontrarle, y nos queda poco tiempo.
Les recuerdo que establecimos la sede en España porque aquí encontramos los restos de fuego fatuo más reciente. Sin embargo, les reitero que necesitamos más dones.
Respondan a esta carta con la mayor urgencia posible.
A.T.T: Eric Blondair.
         *          *          *
-Esta carta la mandé hace tres días, junto a otras similares. Nadie ha respondido aún… a veces pienso que esto me viene grande.
-No pienses eso, hermano. Lo estás haciendo muy bien.
-Katia, aunque agradezco tus palabras de ánimo, sigo enfadado contigo. Y además, queda menos de un año para encontrarla.
Los dos hermanos se quedan en silencio. Katia es demasiado orgullosa para pedir perdón por algo que no considera que haya hecho mal, y Eric está sumido en sus propios pensamientos.
Sombras oscuras comienzan a entrar en la caverna. Son los componentes de la secta.
-Buenas  noches.
Se dan la bienvenida unos a otros y proceden a encender una hoguera.
Marcus abandona la caverna y al rato vuelve con trozos de madera reseca y hojas caídas de los árboles para alimentar un gran fuego que, a ser posible, dure toda la noche.
Una vez encendida, los componentes se colocan a su alrededor y esperan en silencio, cada uno con una cosa en mente.
Una nueva figura sale de la oscuridad y se adentra. Es obvio que no pertenece a esa sede, dado que su túnica no es coma las de los demás –color tinto-, sino verde oliva.
-Buenas noches- dice una voz femenina-. Me llamo Meredith, y vengo de la sede de Irlanda. Creo que vuestro líder me ha convocado.
Un leve murmullo se eleva por la sala. Saben que su líder ha pedido auxilio, pero no esperaban que nadie respondiese.
-Así es, Meredith. Toma lugar alrededor de la hoguera-responde Eric, liberando un suspiro de alivio.
Mikel traga saliva, casi imperceptiblemente. Cree haber reconocido la voz de la nueva chica, y si está en lo cierto, se va a armar un buen jaleo.
-Vosotros también habéis de darme vuestros nombres.
-En efecto; yo soy Eric, ellas son Katia y Hazel, ambas Régidas con mucho prestigio- Meredith las saluda con una inclinación de cabeza- Él es Lord Marcus, y él Lord Ezequiel. Los dos que quedan son Levín Mikel y Lord Agustín.
-Mmmm… ¿Mikel?- murmura Meredith. “No será…”, piensa; “No, imposible. El Mikel que conocía está muerto. No podría estar en la sede más importante, trabajando codo con codo con el líder”
-Bien, levina Meredith. Te pondremos al corriente de nuestra situación en breve. Mientras tanto, come algo. Te sentará bien.
-Estoy segura, pero ya he comido de camino a aquí.
-Está bien. Ahora mismo, contamos con dos iniciadas más en la secta.
Meredith asiente con cada palabra pronunciada por su líder, ahora su nuevo dirigente. Tiene una voz impresionante.
-Puede que el resto de las sedes consideren un acto de rebeldía el haber tomado como iniciadas a dos mundanas-comenta Meredith.
-Ciertamente. Pero, al fin y al cabo, y a todos los efectos, yo  soy el líder, y todas las sedes me consideran como tal.
-Bueno, eso es lo que tú te crees…
No puede seguir. Moni acaba de adentrarse en la caverna, con paso cansino. Odia estar tanto rato despierta. Es una chica más pasiva que activa, excepto con Luna o su querida moto.
La capucha color tinto cubre su rostro, y hasta que no ocupa su lugar, no se da cuenta de que hay algo diferente en la caverna.
-Meredith, esta es nuestra nueva adquisición, Mónica.
-¿Adquisición? ¿Pero es que nos estáis tomando por simples mercancías?
-Monique, por favor, baja la voz.
-¡No me da la gana! ¡Encima de que entro a la fuerza en este antro, ni si quiera os molestáis en considerarnos personas!
-¡Cállate, iniciada!- ruge Lord Marcus- No tienes derecho a hablar así.
Moni obedece. Si hubiese sido otra persona, le habría dado tal contestación que su integridad mental no habría vuelto a ser la misma. Sin embargo, Marcus le parece demasiado imponente. ¡Intentó matarla!
Mira de reojo a la nueva. “¿Cómo ha dicho que se llamaba? Me… me… ¡merde! No me acuerdo”, piensa Moni; la memoria le ha fallado.
Los minutos transcurren, y todos los presentes esperan a Luna, que no aparece.
-Comencemos ya. Está bien-dice Eric, con voz solemne pero cansada- Todos sabemos que nos queda menos de un año para encontrar al Fénix. El tiempo se agota y lo necesitamos. Pero hoy vamos a hacer algo distinto. Dado que nuestro bosque está suficientemente peinado, vamos a recibir a los representantes de todas las sectas del mundo. Os situaréis a esperarlos en cada punto del bosque, e iréis por parejas.
>>Agustín irá con Ezequiel; Katia, con Meredith; Hazel y Marcus juntos, y Mikel y Mónica. La ubicación la decidiréis entre vosotros. Yo me quedaré aquí a la espera de Luna y de los demás representantes, por si alguien viene. Que el fuego sea con vosotros.

En parejas, todos abandonan la caverna silenciosamente, unos enfadados, otros aliviados y otros, simplemente, indiferentes. 

jueves, 17 de julio de 2014

Capítulo 3. FORZADOS.

CAPITULO 3-FORZADOS.
-Ya se han ido, hermano.
-Dios… ¿Por qué le ofrecí entrar en la secta? Luna hubiese tenido menos problemas sin nosotros, sin mí. No es problema suyo, es solo mío. Ni siquiera es vuestro; fui yo quien os tuve que meter.
-Templa, hermano. Ya verás que encontraremos al Fénix. Y además, sabes que a nosotros nadie nos obligó a seguirte. En cuanto a Luna, si no hubiese entrado en la secta, ahora estaría muerta.
-Eso espero… Que todo esto termine cuanto antes.
-¿Sabes qué? El Fénix es hembra. Gracias a mi conexión, la oigo cantar. Tiene una voz maravillosa.
-Si la encontramos, disfrutaré tanto o más que tú.
-Hablando de conexiones, tengo que comentarte una cosa…
La puerta artificial de uno de los recovecos de la caverna se abre y aparece Mikel.
-Hola, tíos. Eric, tengo noticias.
-Espera, Mikel; mi hermana tenía que decirme algo.
-No era nada importante. Habla tú, Mikel.
-Se han reunido después del juicio y han tomado una decisión. Vas a tener que trabajar en el instituto donde estudian las chicas; hacer de niñera, básicamente. Creo que están buscando un ayudante de cocina, podrías aceptar el puesto.
Katia suelta una carcajada de alivio. Esperaba que la secta le impusiese un “castigo” mayor por interceder a favor de Luna. Al final no ha sido para tanto.
-Vaya, supongo que me lo tengo merecido-dice Eric, simplemente- Será divertido a su manera.
-No esperaba que te lo fueras a tomar tan bien, Milord-comenta Mikel con sorna.
-Me lo tengo merecido-repite Eric, esbozando una sonrisa para convencerse.
-Vamos, hermano, no te hagas el duro. Mira, si te parece bien y la secta me da su beneplácito, puedo infiltrarme yo también, como asistenta o…
-No, Katia. No debes inmiscuírte. No quiero mezclar todavía más a mi familia en este asunto. Iré yo solo, día tras día, a comprobar cómo se desarrolla la vida de la recién iniciada. Además, cuanto menos nos expongamos a los mundanos, mejor.
-Pues bien, ¿qué le respondo a Marcus?
-Que acepto su “penalización” con resignación y disciplina. Como a él le gusta. Y a ver si así nos  deja en paz.
El joven líder sale de la amplia caverna con paso decidido y seguro, como si no le importase la tediosa misión que le acaban de encomendar.
Al llegar al umbral, antes de desaparecer en la penumbra, se gira al interior de la estancia.
-Y, Katia, mantente al margen del asunto. Que no se te vuelva a pasar por la cabeza hacer lo que acabas de decir.
-Por si no lo sabías, soy tu hermana mayor-replica la aludida.
-Pero yo soy el varón de la familia, y el líder responsable de toda la secta.
>> Es mi última palabra.
* * *
-¡Vamos a ver, Luna, que me da igual lo sola que estés allí! ¡Yo no me voy a meter en esa secta, con todos esos tarados llamándome cosas raras!
-No son unos tarados-protesta Luna- Y no te insultan, solo te han impuesto tu rango en la secta.
-¡Oh, vamos! ¡No me digas que te crees esas cosas! Mira, tu sabes que yo te protejo siempre, y siempre estaré contigo cuando haga falta y cuando no, ma chérie. Pero de ninguna manera voy a meterme en una secta rara de esas, que venera a un pájaro que se quema así mismo, para que me laven el cerebro como lo han hecho contigo.
-¡Oye, eso no es verdad! ¡A mí no me han lavado nada!- Luna siente como su cara se torna roja de rabia. ¿Cómo puede su mejor amiga no creerla? Trata de calmarse y de explicarle mejor la situación- Mira, no estás en posición de elegir, Mónica. Eric se ha jugado la piel para que te dejen con vida a cambio de, únicamente, que te unas a la secta y no reveles el secreto, y si no cumples tu parte van a ir a por ti, a cobrarse tu vida. Tú no sabes de lo que son capaces.
-¡Me importa una merde lo que vayan a hacerme! Seguro que lo dicen solo para asustarme. Lo que no saben es que con Mónica Lenoir no se juega.
-Moni, hazme caso. A esos tipos no se les va la fuerza por la boca. Yo los conozco.
-Entonces los denunciaré, los demandaré y seré yo quien los lleve a ellos a juicio. Ya sabes que mi madre es abogada. Además, sé dónde está la cueva en la que se reúnen. Puedo pillarles in fraganti con la policía cuando yo quiera. ¡Como en las pelis!
-¿QUÉ? ¡No!-exclama Luna- ¡Monique, no lo entiendes! ¡Si haces eso nos matarán a las dos, y a tu madre también!
-¡NO VUELVAS A LLAMARME ASÍ! ¡Me llamo Mónica!
-Mira, no me importan los conflictos que tengas con tu padre y con Francia en general; soy tu amiga y no me deberías gritar así.
>> ¿Cómo te lo explico? Que creas o no en el Fénix es irrelevante. Pero, por tu bien, deberías comprender todo el poder que tiene cada uno de los miembros de esa secta. Con una sola palabra, con un solo pensamiento pueden destruir tu vida y la de tu madre, o esclavizaros, o algo peor. Oh, Moni, ¿Cómo haré que me creas?
Luna está desesperada. Ella había tratado de que no obligasen a su amiga a ingresar, pero su esfuerzo fue en vano.
-No puedes hacer nada. En cuanto llegue, hablaré con mi madre y… ¡¿Pero qué coño...?!
-¿Qué pasa Moni?
Las dos amigas se han quedado de piedra. Tras salir de la cueva, se han dirigido, sin dejar de discutir, hacia donde creían haber dejado la moto. Al fin, la han encontrado.
Bien grande es la sorpresa que reciben al verla con raíces y tallos creciendo alrededor de ruedas y motor.
-¡¿Qué?! ¡Mi moto!
Moni sale corriendo en cuanto sale de su asombro.
-¡Luna! ¡Ayúdame! ¡Mi moto!
Luna tarda algo más en reaccionar.
Ambas intentan con todas sus fuerzas arrancar las raíces, pero no lo consiguen.
-Nada… es imposible sacarla-dice Moni, que se desanima nada más pensar en dejarla ahí.
-Mmm… Al menos, han dejado de crecer.
Moni se sienta en el suelo embarrado y mira la maraña de nudos que las raíces han creado alrededor de la moto.
-Algo de mágico tiene todo, ¿verdad?
-Si… ¡No! Es… extraño, solo eso.
-Moni, esto es como el Fénix. No hables a nadie de la secta. Por favor, ellos se han convertido en  mi familia, y pueden convertirse también en la tuya.
-Nunca serán mi familia.
-¿Pero…?
-No revelaré la identidad de tu “querida” secta y me uniré a ella, cubriré mi rostro y no trataré de quitar las ridículas capuchas a tus “amigos”; no revelaré la ubicación… y juraré fidelidad al Fénix.
A Luna se le ilumina el rostro con una radiante sonrisa. Su mejor amiga va a ingresar junto a ella en la secta. Están más unidas que nunca.
-Moni, gracias-dice mientras se tira a sus brazos y le da un fuerte beso en la mejilla, cosa que Moni odia.
-¡Eh! Vamos, para ya-replica Moni- ¡Ya lo tengo!
-¿El qué?
-Sé cómo sacar mi moto de ahí-señala las raíces- ¿Alguna vez se te han enrollado muchos cables y no podías desenrollarlos?
-Sí, pero no te sigo.
-El caso es que hay siempre un cable del que, si tiras, los demás se acaban cayendo. Me da la sensación de que con las raíces puede pasar lo mismo-dice, mientras se acerca a la moto sepultada y mete la mano por un hueco que encuentra cerca de la rueda trasera, pero la retira enseguida, exclamando- ¡Ay, ay, ay! Qué asco, hay bichos.
-Anda, déjame a mí-dice Luna, que es menos escrupulosa- Creo que esa es nuestra raíz.
Luna mete la mano por el mismo hueco que Moni, y busca a tientas una raíz de la que parece que crecen las demás. En cuanto la encuentra, tira de ésta y poco a poco, las demás van desprendiéndose.
Quedan unas cuantas entrelazadas en las ruedas, pero entre las dos, consiguen quitarlas todas.
Las dos chicas, ya más animadas, retiran las restantes y, por fin, consiguen subir al vehículo. Arrancan la moto y, a trompicones, salen por la vereda y llegan a la carretera. Las dos guardan silencio, hasta que Luna recuerda algo:
-¡Moni, ¿La rueda no estaba pinchada?!-grita ésta, intentando hacerse oír por encima del sonido del aire  ensordecedor.
-¡Es verdad! Cuando llegue a mi casa le echaré un vistazo.
* * *
-Bien, todo parece en orden… ¿De verdad no le importa sustituir un mes a un profesor, totalmente gratis?
-De verdad, señora directora.
-Por favor, no me llame así. Llámeme María Jesús.
-De acuerdo, como quiera.
-Entonces… solo me queda darle la bienvenida a nuestro humilde instituto y darle las gracias por hacerlo sin remuneración, señorita…- la directora hace una pausa, para echar un último vistazo al currículo y fijarse en el nombre de la sustituta- señorita Valles.
-Se pronuncia “Vals” como el baile- dice con una sonrisa demasiado amplia para ser verdadera.
-Oh, discúlpeme. Pues queda usted contratada como profesora suplente de la asignatura de historia, Lucía Valls-dice María Jesús, procurando pronunciar bien el nombre de la chica.
-Estupendo.
Las dos mujeres sellan el pacto con una firma y un apretón de manos.
-De verdad, no sabe cuánto le agradezco que lo haga gratuitamente; este año no andamos muy bien, económicamente hablando.
-No tiene por qué darlas. Si es solo un mes, prefiero utilizarlo como simple práctica.
-¿Le parece bien empezar mañana, lunes?
-Me parece perfecto.
-Pues hasta mañana.
-Adiós, pase buena tarde.
-Igualmente.
Lucía sale del despacho y cruza el patio principal del instituto para llegar a la puerta trasera, por donde el profesorado sale del edificio. Antes de salir se detiene en la secretaría, a la espera de que la secretaria del instituto aparezca y le dé su cuaderno didáctico y su horario.
La secretaría es una habitación espaciosa, con paredes pintadas de amarillo y techo alto, un ordenador bastante antiguo y un par de fotocopiadoras enormes detrás de él. Además, hay estanterías llenas de libros, y al fondo de la sala hay otra estantería de madera repleta de espejos y bandejas de plata, por extraño que parezca.
Se acerca a este último mueble y examina su imagen reflejada en la platería.
Lucía Valls es una mujer de grandes virtudes. Aparte de su inteligencia, su físico le ha abierto muchas puertas. Tiene veinticuatro años, un cuerpo esbelto con todas sus formas perfectas y unos generosos senos. El pelo largo, lacio y negro como la noche lo lleva recogido en una coleta formal; sus facciones delicadas y los ángulos de sus pómulos hacen que su faz se vea exquisita. Sus labios rosados y carnosos dejan entre ver unos dientes blancos y perfectos. Sus ojos, a simple vista, podrían parecer verdes, pero si te fijas el verde se transforma en un azul profundo y oscuro.
Pero, ¿quién tiene tiempo de fijarse en los ojos de una simple mundana?
Lucía alarga la mano para tocar una de las bandejas de plata, la más grande, donde se ve reflejada casi de cuerpo entero, pero una voz a sus espaldas la detiene.
-Disculpe, ¿qué hace usted aquí?
-¿Es usted la secretaria?
-Sí, soy yo. ¿Y usted?
-Soy la nueva profesora sustituta. Venía a que me diese los horarios. Empiezo mañana y me gustaría tenerlos ya a mano.
-Por supuesto-dice la secretaria, con reserva.- ¿Y cómo dice que se llama?
-Lucía, Lucía Valls.
-Hum… aquí están. De la asignatura de historia, ¿verdad?
-Así es. ¿Cómo lo ha sabido?
-Bueno, es la única asignatura que necesita sustitución. Tome- dice la mujer tendiéndole un cuaderno con muchos folios dentro.
-Gracias. Nos veremos mañana, señorita…-deja la frase incompleta, a modo de pregunta.
-Marisa Castillo.
-Nos veremos.
-Así lo creo.
Lucía sale del instituto y avanza por las calles. Un coche lleno de universitarios se detiene ante ella.
-Eh, guapa. ¿Subes?
-Dejadme, niñatos.
-Uy, te gusta la pelea, ¿no?
La sonrisa de Lucia se congela, y con ella, el color de sus ojos, que se vuelven grises, gélidos, casi blancos. Un color que acaba por espantar a los universitarios.
Una vez sola, el móvil de Lucía vibra.
-¿Sí?
-¿Dónde estás?- habla una voz masculina.
-Ya voy para casa.
-¡NO! No cuelgues. ¿A dónde has ido?
-Ya voy para casa-repite-. Por cierto, Eric, conozco tu trabajito secreto en el instituto desde hace más tiempo del que se te ordenó... ya llevas un año trabajando allí, ¿no? Creo que me debes una explicación. Ah, y a cambio de mi silencio, me dejarás vía libre- añade.
-Katia, ¡Katia!- la voz grita a través del teléfono, pero es tarde. Katia ya ha colgado.
Katia Blondair sonríe, muy ufana; guarda el teléfono y reanuda la marcha.
Los ojos de Lucía Valls vuelven a ser los que eran.
Katia Blondair camina satisfecha hacia su casa. Le encanta hacer un poco de teatro entre los mundanos.

Katia Blondair y Lucía Valls son la misma persona.